Raúl
15-04-2010 22:55:41
El Supremo, los medios y Garzón: de polvos y lodos (como siempre)
La primera reacción no puede ser sino de indignación cuando se contempla la fotografía que testifica silente la inconcebible presencia de líderes sindicales participando activa y mitineramente en un acto -supuestamente universitario- convocado para prestar “apoyo” a un Juez procesado por tres diferentes querellas ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Apoyo aquí significa negar la razón jurídica a las decisiones judiciales, pretender derogarlas por cauces distintos a los específicamente previstos por la Ley que las ampara. Con mas de cuatro millones de parados, una economía que no repunta, una reforma laboral que parece eternizarse, entre otras razones por el miedo de los gobernantes a perder votos en general y a las reacciones de los sindicatos en particular, que sus líderes se dediquen a esas algaradas antijudiciales en lugar de concentrarse en los graves problemas que deben gestionar y para los cuales han sido designados, provoca, como digo, indignación. ¿Qué tienen que ver los empleados y empleadores españoles, que atraviesan una etapa especialmente dura y compleja, con unos autos y providencias dictados por un Juez de la Audiencia Nacional que, según otro Juez, esta vez del Supremo, suponen un rotundo, claro, nítido y abusivo comportamiento contra la Ley?
La presencia de miembros de la carrera Fiscal en la revuelta política aumenta exponencialmente el sentimiento de indignación. Como abogado del Estado, amante y creo que respetuoso con el Derecho y el Ordenamiento Jurídico, incluso cuando me ha tocado vivir y sufrir resoluciones esencialmente injustas, me provoca una sensación de dolor y lástima contemplar un espectáculo cuya estética se encuentra bajo mínimos y cuyo respeto por el Derecho se humilla hasta extremos inconcebibles. Que un miembro de la carrera judicial judicial acuse a los componentes del Tribunal Supremo de ser cómplices de torturas es realmente asombroso. Que dicha acusación se fundamente en que en sus actos judiciales no se plieguen a los requerimientos mediáticos e ideológicos de un sector de la sociedad española, es todavía mas lacerante. Pero que quien protagonice de modo violento semejante sarta de imputaciones y dislates sea un Fiscal de Carrera, sobrepasa todo lo imaginable para quienes dedicamos un trozo de nuestra vida al estudio del Derecho, para quienes aprendimos que la convivencia se basa, fundamentalmente, en el respeto al Ordenamiento Jurídico.
¿Cómo es posible que un ex Fiscal Anticorrupción se dedique a corromper la esencia de actuación de la Justicia imputando al Tribunal Supremo el delito de torturas, la complicidad con asesinatos, por el mero hecho de intentar que la Ley se aplique a un juez, por estrella que sea, en igualdad de condiciones que a cualquier otro ciudadano?. Los niveles alcanzados por Fiscales como Villarejo -ex Fiscal Anticorrupción- y Bermejo -ex Ministro de Justicia- son difícilmente superables. Me imagino hoy en una aula de cualquier Universidad española enseñando Derecho a los alumnos, diciéndoles, con aires de convicción, que el Derecho es la base de nuestra convivencia, que es el sustituto de la fuerza bruta, que...Quizás me miraran con una sonrisa entre sarcástica y lastimera al recordar el esperpento, al traer de nuevo a sus mentes de alumnos las imágenes de los ex fiscales y hasta de altos cargos de la Administración del Estado protagonizando una asonada política contra la independencia del Tribunal Supremo en la que se manejan argumentos de estética, dialéctica y dinámica guerra civilista. Lo de menos en este instante es que el comportamiento de ayer sea susceptible de catalogarse en diversos tipos delictivos. Lo de menos es que con total seguridad el Fiscal General del Estado permanecerá silente e inmóvil ante el despropósito. Eso lo asumimos como algo propio de los tiempos que nos toca vivir. Lo dramático es que tengamos que vivirlos después de habernos dado una Constitución en 1978, sin duda imperfecta en muchos aspectos y necesitada de reformas, pero muy clara en la exigencia del respeto al Derecho y a la Independencia Judicial. Y lo peor es que es difícil no creer que el propio Juez imputado sea quien aliente, estimule o consienta estas y otras algaradas contra quienes han de juzgarle. Inconcebible.
¿O no tanto?. Porque después de la indignación, dejando que fermenten en nuestro turbado interior estos sentimientos derivados de semejantes actuaciones, en el fondo nace el contento. Porque ya tenemos las ideas claras. Porque ya sabemos que ciertos medios de comunicación son capaces de negar no solo la verdad de los hechos sino la propia fuerza del Derecho con tal de defender, a capa y espada, a letra y voz de ondas, a imágenes y vídeos, a alguien -sea o no juez- porque el mero y simple hecho de que se encuentra en su camino de poder. Tengamos claro que esos medios no defienden a Garzón. Seguramente saben o imaginan que algunas de sus decisiones justifican la investigación penal, cuando menos. No ignoran que atacan frontalmente la independencia judicial. Aceptan que de su actuación se deriven daños colaterales al mancillar nombres y prestigios. Pero no lo hacen por un juez llamado Garzón. Sino porque en el fondo se libra una batalla de poder. Algunos medios han vivido años creyendo que el poder mediático no era el cuarto poder, como dicen algunos, sino el primero.Y el único, porque todos los demás debían humillarse ente su fuerza. Los políticos dependían de sus paginas y ondas para conseguir votos. Los financieros, frágiles por esencia, de que no se pusieran frente a ellos mercenarios de la pluma que redactaban algo a lo que llamaban sin ruborizarse por fuera información económica.
Y ahora se libra una batalla frontal. Esos medios se encuentran en situación financiera harto delicada. Les queda para superarla no las cifras y los números, no la sanidad de una balance o una cuenta de resultados, sino su capacidad de presionar al poder. Si para ello tienen que violar normas elementales, lo harán, lo están haciendo. Es supervivencia lo que que prima en esta batalla. Garzón es una excusa. Quizás lo dediquen después a la política revolucionaria en un nuevo papel de inconcebible víctima del franquismo. Habrá quien se lo crea. Los que acuden a esos actos, los que forman parte del magma, son solo deudos de esos medios. Sin sus páginas, voces y ondas no son nada.
Pero tenemos que darles las gracias por su manifestación de desnudez, por su lacerante obviedad de cómo conciben el Derecho, la Ley, la Justicia y la convivencia. Ahora ya podemos entender que para ellos la dignidad, la libertad, la honra y la hacienda de las personas son meros valores instrumentales. Si hay que sacrificarlos en las batallas de poder, se sacrifican. Ahora ya entendemos que los juicios político mediáticos obedecen a sus derivas, a sus imposiciones, a sus cómplices en la fiscalía y judicatura y en otras instituciones del Estado. Ahora ya sabemos que inventan delitos inexistentes y que anulan los evidentes. Tenemos que darles las gracias por haberlo manifestado con semejante claridad. Ahora ya no hay excusa: sabemos el por qué de algunas cosas. Pero no podemos ser ingenuos: si hoy presentan esta batalla es debido a que en el pasado consiguieron que las cosas funcionaran de semejante modo. La Justicia, algunos de sus miembros, son tambien responsables del ataque que hoy sufren, por haber cedido a la presión política y mediática en el pasado, por haber sacrificado el Derecho en el altar de sus conveniencias personales. Polvos y lodos, como siempre.