6 de enero de 2015 | Antón Losada

Las malas noticias del paro

DONDE HABÍA CONTRATOS MÁS O MENOS ESTABLES, AHORA RIGEN LOS CONTRATOS TEMPORALES Y A TIEMPO PARCIAL

España cierra su primer año creando empleo. Se dice que los datos de paro son buenos, pero resulta que hay más bien poco que celebrar; así que no deben serlo tanto. Que se cree empleo a cualquier precio y calidad no supone algo necesariamente bueno. A lo peor no pasa de ser el rebote que sigue tras haber tocado fondo. Si realmente las cifras de afiliación a la Seguridad Social fueran tan brillantes, nos darían más detalles sobre cuánto y cómo cotizan esos 417.159 afiliados más registrados durante 2014.
En España el paro ha bajado casi la cuarta parte menos que el empleo creado. Con tasas de crecimiento por debajo del uno por ciento no se crea empleo. Se trocea y se reparte entre más trabajadores. Donde había contratos más o menos estables, ahora rigen los contratos temporales y a tiempo parcial. Donde antes trabajaban los padres, gracias a la reforma laboral, ahora los hijos producen por menos de la mitad.
El capitalismo moderno se basa en el consumo de masas, no en la inanición de las masas. Si a gran mayoría no llega a los ochocientos euros al mes, hablar de problemas de competitividad, de costes o de producción suena como ponerse a discutir sobre los efectos del calentamiento global en medio del tsunami de Lo Imposible.
Más de la mitad de los empleos creados apenas ha superado el mes de duración. Más de la mitad de los desempleados carecen de cobertura alguna. A los jóvenes se les ha despojado de su condición de trabajadores y ahora son aprendices, becarios, meritorios o pupilos. En un mercado laboral feudalizado, son los nuevos vasallos. No estamos ante una crisis del mercado laboral. Estamos ante un cambio de modelo y las cifras lo constatan.
Acaso para que no nos alarmemos ante tanto cambio o pensemos que en realidad no estamos perdiendo gran cosa, últimamente se repite mucho que el mercado laboral español siempre ha venido marcado por la dualidad y la precariedad, que la desigualdad en España beneficia sobre todo a las clases medias o que nuestro Estado del Bienestar siempre ha redistribuido mal.
Puede ser. Ya sabemos que convenientemente torturados los números confiesan lo que sea. Por ejemplo. Pueden confesar que la contratación a tiempo parcial ya supera a la contratación a tiempo completo. O que la tercera parte de los trabajadores antes protegidos por un convenio colectivo ya no lo están. O que, según los datos de la OCDE en 2013, el veinte por ciento de los españoles más ricos ha aumentado su riqueza y multiplican por siete la renta a disposición del veinte por ciento más pobre, mientras en Francia o Alemania la diferencia multiplica por 4.5. O que hasta el informe PISA 2012 nuestro sistema educativo público siempre había comparecido como el segundo más equitativo del mundo.
Todo eso es lo que se está perdiendo. No era ideal. Pero era mejor.
 
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