Como es habitual entre los humanos nos pasamos la vida evangelizándonos, contaminándonos unos a otros y justificándolo, con la ingenuidad del recién llegado, como aportación del individuo más rico en valores:
─ ¿Y cómo se te ocurrió estudiar la carrera de Magisterio? Con esa profesión se muere la gente de hambre. ¡Hombre, por Dios!¡Podías haberme consultado..!
Como si el colonizado fuera un necio y no tuviera virtud alguna que llevarse a la boca.
Esta filosofía depredadora tiene su punto álgido en la sociedad industrial.
El afán de buscar nuevos mercados y la creación de necesidades constituyen un avance en la deshumanización del individuo, la puerta de entrada de todo tipo de conflictos y una fuente de contradicción.
Leyendo a D. Pío Baroja me vino a la mente que esos bosques frondosos de Euskadi, esos idílicos valles, esas promesas de amor que Sorozábal cantó en un zortziko, por fin fueron abonados por otras culturas y nombres que hoy forman parte ya de un histórico bestiario.
Y qué pintaban allí Ignacio y Francisco Javier, santos donde los haya, que cometieron el sindiós de hollar una naturaleza agreste; un país que rendía culto a la luna, a las estrellas, al bosque, al reino animal...

La opinión extendida sobre la formación del PNV en la ermita de Aránzazu y la connivencia de los jesuitas con ETA es la “cuestión palpitante” de la influencia de la Universidad de Deusto en el seno de esa sociedad.
Freud lo resolvería, sin duda, echando mano de la tesis contenida en su libro Tótem y Tabú; o como un complejo de Edipo no resuelto.
El propio Baroja decía que jesuitas y masones “han sido los polos de la política del siglo XIX y los cocos de la sociedad”.
Respecto a las conspiraciones, intrigas y misterios de la Compañía, que tienen su expresión popular en la figura de El judío errante, de Eugenio Sué, manifiesta D. Pío que constituye una literatura de portería, de poco valor, que gira alrededor de un tópico.
Mentiras o medias verdades, lo cierto es que cuando el 6 de noviembre de 1982 el Papa Wojtila visitó la campa de Loyola, este servidor de usted también se encontraba allí; aguantando a pie firme, y durante horas, el mensaje cansino de uno de esos ideólogos, que no paraba de invocar el silencio y de repetir por los altavoces que la alegrrría vasca no tiene nada que ver con la alegrrría andaluza, que aquélla era menos grosera, y mucho más interior.
Ninguno de esos pequeños síntomas de racismo, o de invitación a la desunión entre cristianos, fueron reflejados por los periódicos; pero cierto es que aquella forma del odio que sugería el negro disfraz consiguió su objetivo: acallar a las masas y poner en ambiente esa textura propia de quien se deja guiar, forzando así una llamada de atención hacia Juan Pablo II, que lo mejor que podía hacer era bendecir aquella bendita tierra.
Casualmente, y en el transcurso del año, pude ver por televisión la actuación de una murga. La presentación corría a cargo del alambicado Sánchez Dragó. Cansado de la retórica de aquella especie de ensayo un anarquista gaditano ─“un artista gaditano” quise decir─ se atrevió a interrumpir para expresar que ya estaba bien de historias, y que les tocaba cantar. En esos días me hizo ilusión pensar que el gaditano es un pueblo viejo, al que tantas veces colonizaron, y que no está en condiciones de "disimular".
Para nuestro "inquieto" guipuzcoano del caserío de Itzea “la moral jesuítica y todo el jesuitismo tendían a reemplazar la utopía cristiana irrealizable por un pragmatismo realista y posible.
(…) La antinomia violenta que se desprende del Evangelio entre Cristo y el mundo de los jesuitas intentaron hacerla desaparecer con la moral laxa. El pecado, a fuerza de mirarlo, de remirarlo, de pesarlo y de analizarlo, desaparece y se esfuma. Bastan unas cuantas prácticas para salvarse.
(...) El jesuita vio al hombre pequeño, interesado, egoísta, vanidoso, y quiso hacer una moral para él. No iba a construir una ética de caballeros andantes, ni de héroes, sino una ética para las gentes que conocían por el trato y por el confesionario".

Por estas y otras lecturas saco la conclusión de que el jesuita, avisado y diplomático, es el fiel paradigma del moderno colonizador. La retórica práctica de quien acostumbra a llevar las riendas. En esta opinión no influye para nada la lectura de La araña negra, que la conocidísima obra de Blasco Ibáñez es carne de folletín.
Y todo este conjunto de vivencias acerca de los jesuitas y sus homónimos ─ “los jesuitas sin Dios” calificó Rodríguez Marín a los de la Institución Libre de Enseñanza─, a día de hoy y en la situación de ruptura que plantean los catalanes me lleva a reflexionar, al dictado de Max Aub, que la masa es fácilmente manejable por una minoría parásita que ha tenido el singularísimo “arte” de señalar a sus enemigos con el dedo acusador, poner veto a la crítica, al buen razonamiento, a la disciplina y al pensamiento “constructivo” (que constructivo es pensar ), siempre en favor de sus tesis.
─ ¿No os dais cuenta de que reducís vuestro mundo a vuestro sectarismo? Ya sólo habláis entre vosotros ─y sabéis mejor que yo que eso no ahorra chismes─, ya sólo juzgáis mintiéndoos con vuestros textos, ya sólo leéis lo de vuestra facción: habéis borrado de la vida la mayor parte del mundo. No os interesa más que lo dicho por vuestra camada. Lo medís todo por el sistema decimal de vuestros sagrados textos.
Como pensaba Max Aub, o como diría Vicente Rojo ─el militar que proyectó la estrategia del frente de Peñarroya─ aludiendo a determinados políticos:
─ Si no, ¿de quién iban a vivir?
Pues de eso iba el tema de hoy, de manipuladores y parásitos; de otras formas de vida; de la ortodoxa intransigencia del colonizador, empeñado en que el vencido aguante su vela y se esfuerce en tirar del carro.
Que el capricho de Eolo y la magia de las estrellas les obligue a trabajar a ellos, a "los buenos" de siempre, a aquéllos a los que determinó arrimarse Lázaro de Tormes para sobrevivir. Que lo tienen muy difícil con “Podemos”, pero que pienso que aguantarán con gesto serio y espíritu marcial; pues ¿de qué otra manera podría vivir de prestado, y empeñado en fastidiar, tanto
“jesuita” suelto sin la menor intención de soltar el micrófono, para poderse justificar?

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