2 de diciembre de 2014 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Tejido social
Ocurre que, en contadas ocasiones, asiste uno a reuniones en que se casa la hija de un amigo, a un cumpleaños, o a otra clase de celebración…; y en el transcurso del acto acabas por confraternizar con alguien que ocupaba un asiento vecino y que, en tan especial ocasión, te brinda su compañía y una preciada confidencia:
─ Pues a mí unas veces me dicen de soy de izquierdas y otras que de derechas, según lo que al interesado convenga. Y la verdad es que no puedo remediar que me afecte tanta falta de liberalidad y semejante estupidez.
Como mi interlocutora parece una mujer equilibrada, con ese puntillo de sinceridad que se estima en los amigos, no me hago de rogar para decir lo que pienso:
─ A mí me sucede exactamente igual. Envié un artículo y me lo devolvieron empaquetado por infringir el artículo “X”, que prohíbe hablar de nada. Como si la idea de comprar un mal cava catalán fuese un asunto de estado. Otra vez la cuñada del Presidente de mi Comunidad murmuró que era un facha por el simple hecho de preguntar si aquel turbio asuntillo era idea del Maligno o el proyectado interés de una de esas Agencias de la Fraternidad.
Y así, entre sorbo y bocado, se va fraguando una comunión de intereses en que cada uno “larga” por todo aquello que habría de vetar el artículo “X”, o la tronante descalificación de una bravísima cuñada: “¡Legionarios! ¡Estamos aquí para impedir que la autoridad de Roma vuelva a ser burlada!... ¡Legionarios¡ ¡La Gloria se conquista!¡Nadie regala nada!...”
─ Pues yo opino que la intervención del Centurión “Nihablarum” ─ ridículo personaje de Asterix ─ es un delito social. Que toda persona tiene la obligación y el derecho de expresar aquello que siente, y a ser valorada como la que más...
─ En esto creo que influirá mucho el marketing. Esa palabra adecuada que usa el jefe de los bandidos: “¡Ábrete sésamo!”, o cualquier frase de igual entidad que permita abrirte puertas, ser consorte de un partido, lucir un pin de oro en el ojal, o portar el estandarte del K.K.K.
─ Ya se lo oí decir a alguien, que hoy en día los de la Casta, los de Cáritas, los Geriátricos y la Mafia son los únicos que pueden hablar con propiedad acerca del tejido social.
─ ¿Y ese tejido no es la telilla sutil que une a los individuos, que hace de cada cual una pieza insustituible y repara toda apariencia de desigualdad?
─ La misma que viste y calza. Es esa historia personal que uno proyecta en su pueblo, en su gente, en sus edificios, en su paisaje. O en una charla cordial. En tiempos se usaba mucho cuando sobrevenía una crisis, o una gran calamidad social. Los vecinos se daban compañía, se ofrecían respetuosamente la silla, la voz y la palabra, y compartían del mismo pan. Luego llegó la política de los intereses y el menudeo. Y junto al cambalache y el libre mercado se acumuló todo un cuerpo de estúpidas leyes y de restricciones sin fin. Que hay que pedir permiso hasta para toser. Y en estas aguas, donde se mueven bien los tiburones, deberíamos saber que toda pescadilla que se precie gusta de merecer.
¿Qué vendes aire? Ahí es nada. Yo titulo de Marquesa del Mérito, de Asesora Financiera de I.N.G., de Chorizo de Cantimpalo, de Cabeza de Turco, y de no sé cuantísimos carnés…
Porque hoy en día hasta las palabras se venden a cualquier imberbe trajeado, a quien aparente tener más, aunque intrínsecamente “sea” nadie. Y como Nadie no es, pues Nadie no se detiene a fumar un cigarrillo con su vecino, o a ofrecerle gustosa conversación, o a preguntarle cómo le va por la vida.
─ Pero entonces ¿de qué sirve la poesía, la cultura, el haber aprobado la Selectividad, la espiritualidad, la cortesía, las buenas maneras e iniciativas, las normas de convivencia, la discreción, el espíritu de solidaridad, el blog que nos hicimos en Internet..., si Nadie comparte historia con sus vecinos?
─ Pues sirven para ser un perfecto Don Nadie, un enfermo de algo raro, un capo de la protesta, un proyecto de santón, o uno de esos apestados que se cayó en la marmita de la verdad y busca plaza en un Psiquiátrico.
─ Pues valiente tejido social. Qué fraude. Ni que lo fabricasen “made in Taiwan”, para venderlo después como “bueno, bonito y barato” en las vallas publicitarias o en las tiendas del “Todo a Cien”…
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