20 de octubre de 2013 | Francisco J. Cabezas

Hasta siempre querido Padrino

 José Gahete Alcántara
José Gahete Alcántara
La fatídica mañana del jueves 12 de Septiembre se nos marchaba de este mundo una de las personas más queridas, no sólo por mí y los míos, sino por todo el pueblo mellariense. Estoy hablando de José Gahete Alcántara, el que fuera mi Padrino de Bautismo, el mismo que llevara a mis hermanos y a mí junto a sus hijos a su huerta, en aquel Ford Fiesta color marrón, a mostrarnos el ganado y sus tierras de labor, y nos aliviara del sofocante calor de los meses estivales con los baños en su alberca. El que en mis años de juventud me sirviera aquellos congelados quintos de cerveza y me ofreciera pinchadas en un palillo de dientes las patatas mejor fritas del mundo, las berenjenas en vinagre mejor aliñadas, sus callos de cerdo y los autóctonos aberronchos que nos sabían a gloria, cuya masa batía en una pequeña cuba, en la cocinilla del bar, pareciéndonos a todos su elaboración su secreto mejor guardado.
“La Breva” o “Los Catorce” eran los nombres más populares de aquel bar de moda de la década de los 70 y 80, decorado con unos sobrios cuadros con escenas de “La Pantera Rosa”, por el que pasaron generaciones y generaciones de jóvenes mellarienses y en cuya terraza de verano casi todos hemos trasnochado alguna vez.
El compadre parecía más hombre detrás de la barra, y no me refiero a con más hombría, sino con más estatura, pues siempre servía sobre un entarimado a sus parroquianos. ¡Cómo podía caber un corazón tan grande en un hombre tan pequeño!
¡Y qué decir de la clientela y de los personajes más pintorescos del lugar a los que José, de un modo cariñoso, rebautizaba con un simpático apodo para nada ofensivo!
Siempre he visto la plazoleta y sus vecinos como una pequeña familia en la que indudablemente me incluyo, familia que quedó huérfana el pasado mes de septiembre al dejarnos José, uno de los vecinos que más años ha vivido en el barrio. Su bondad y humildad, su cariño y buen humor, nos inundó y cautivó siempre a todos.
Para él, el Domingo de Resurrección, los días de San Marcos, San José y de Todos los Santos, la feria de agosto y las verbenas del Emigrante y San Miguel, eran fechas señaladas que siempre tenía marcadas en rojo en su calendario y que disfrutaba especialmente en compañía de sus amigos.
Miramos atrás en el tiempo y todos estos años se han convertido en meros recuerdos de un reciente pasado que no volverá, pero que a su vez nadie podrá arrancar de nuestras mentes.
José, el compadre, ya goza de la presencia de su Jesús Nazareno y su Cristo de la Misericordia para siempre, así como de los miembros de su familia que murieron hace años.
Los que quedamos aquí, su esposa, sus hijos, nietos y amigos, a pesar del dolor que sentimos, lo seguimos teniendo presente cada día en nuestras vidas, pues mientras nosotros así queramos, las personas a las que amamos no se marcharán nunca para siempre de nuestro lado.

 

 
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