12 de abril de 2013 | Manuel Ángel Molina García

Gracias

PODRÍA DECIR QUE CANTIDAD Y CALIDAD SON MEDIDAS DISTINTAS

Manuel A. Molína
Manuel A. Molína
En agosto de 1979, gané las oposiciones a profesor agregado de bachillerato. De lo que entonces se conocía como BUP (bachillerato unificado polivalente) y de lo que ahora tras la nefasta gestión educativa socialista, se llama ESO y bachillerato.
Aunque reconozco que fue un alivio bajo el punto de vista económico, la enseñanza no era un objetivo que estuviese en mis planes, por tanto, bajo el punto de vista personal, era una renuncia, una abdicación. Ser profesor de ciencias naturales, no era nada atractivo para un recién licenciado en ciencias geológicas que aspiraba, como el resto de sus compañeros de promoción, a trabajar en petróleos, aguas subterráneas, minería o ingeniería civil. Pero, no hubo suerte en ninguno de esos campos. Ni suerte ni paciencia, y con 24 años y la mili terminada, las oposiciones eran una salida más. Así que cuando menos lo esperaba, estaba sentado en la sala de actos de la delegación de educación en Córdoba, para pedir destino. No conocía a nadie en toda la sala, sin embargo entre ellos parecían conocerse casi todos: luego supe que la mayoría eran interinos y venían de las oposiciones restringidas, por eso se conocían y por eso suspiraron aliviados al saber que el número dos que era el mío, iba a pedir Peñarroya. Digámoslo claro, Peñarroya, si no era por motivos personales, era el peor destino de toda la provincia de Córdoba sin ninguna duda. La razón principal, eran los 80 Kms que nos separan de la capital, por la carretera N 432 que, en 1979, nada tenía que ver con la actual.
Hace tres meses, el diario de Tarragona, tuvo la gentileza de publicarme una carta de agradecimiento a todos los compañeros y alumnos que durante casi treinta años he tenido en el Instituto Campo Claro de la capital catalana.
Podría decir que cantidad y calidad son medidas distintas. Es obvio, pero es así, por eso, mis años de docente en Peñarroya, son sencillamente irrepetibles, incomparables, y en muchos aspectos inenarrables porque sencillamente, fueron geniales.
Y si hace tres meses agradecí a mis compañeros y alumnos de Tarragona todo lo que aportaron a mi enriquecimiento profesional y personal, no puedo por menos mostrar mi agradecimiento y mi recuerdo a los compañeros y alumnos que durante seis años maravillosos de mi existencia ocuparon muchos momentos importantísimos de mi vida docente. Si fuera de mi tierra, alcancé mi madurez profesional, fue en el Instituto de Peñarroya donde recibí el bautismo de fuego de la profesión y donde, gracias a compañeros inolvidables, no sólo para mí, aprendí los mil y un vericuetos que la profesión docente tiene.
Quiero por todo ello y con la ayuda inestimable de esta publicación, enviar mi más sincero agradecimiento a todos aquellos compañeros con los que compartí sala de profesores y claustro pero más aún si cabe, agradecer a todos aquellos alumnos el que me enseñaran a enseñar, la paciencia que todos tuvieron con este profesor y compañero bisoño que no por ello renunciase a ser parte activa en la vida del centro. Realmente no fueron años fáciles en la vida del Instituto, hubo muchos problemas y situaciones muy embarazosas, pero ahora, vistas en la lejanía y con el árnica que proporciona el tiempo, constituyen en conjunto un recuerdo muy grato con el que disfruto muy a menudo rememorándolo.
Siempre me quedó la ilusión de volver. Ahora ya, esa ilusión no se puede cumplir como funcionario docente porque hace unos meses me jubilé; por eso y aunque pueda pensarse que tarde, gracias por todo.
 
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Comentarios

..........¿?
12-04-2013 20:12:03
¿Rencoroso o quizás añoranza del régimen del innombrable?
 
Manolo Abril
12-04-2013 09:30:17
Gracias a ti Manuel Ángel, más que un profesor fuiste un amigo.
 
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