El descubrimiento de las millonarias cuentas secretas de Luis Bárcenas en Suiza que ascienden a 22.000.000 de euros, hombre clave en las finanzas del PP al ser el tesorero del partido entre 1993 y 2008, así como los pagos en dinero negro a dirigentes populares que han ocupado cargos de relevancia dentro del gobierno, recibiendo éstos sobresueldos que iban de los 5.000 a los 20.000 euros mensuales. O los fraudes por valor de medio millón de euros que Hacienda atribuye a Iñaki Urdangarín, son sólo dos de los innumerables casos de corrupción nacionales que nos escandalizan e indignan a diario, sobre todo en estos tiempos complicados que estamos viviendo, en que el gobierno nos obliga a apretarnos el cinturón y nos priva y mengua en derechos tan vitales para el ciudadano como pueden ser la sanidad o la educación
Si comparamos estos casos con el que os voy a exponer a continuación, no menos escandaloso que los anteriores, me indigno aún más. Una joven de 28 años ha sido condenada a casi dos años de prisión por haber hecho uso de una tarjeta que encontró tirada en el suelo con 193 euros de saldo, “delito cometido hace ya 6 años” y dinero con el que adquirió comida y pañales para su bebé. Y eso no es todo, la condena se le ha rebajado al cumplir 6 meses de trabajos sociales, estando actualmente pagando una multa de 900 euros, cantidad que casi multiplica por 5 la cantidad de dinero que contenía la dichosa tarjeta. Y digo más, la propietaria de la antes citada tarjeta ha perdonado a la víctima considerando su delicada situación y ha ofrecido su firma que se ha unido a la de muchos vecinos y amigos de la condenada, sin servir esto absolutamente para nada.
Y ahora yo me pregunto señores lectores: ¿en qué país vivimos?, ¿qué “justicia” rige nuestro país y que leyes nos aplican?, ¿cuál es la cantidad de millones de euros que puede robar un corrupto desaprensivo, a pesar de la bancarrota en que está sumergida España, para que quede libre y sin cargos disfrutando de sus mansiones y cuentas en el extranjero?. Juzguen y opinen ustedes mismos...

---

<< Volver a Francisco J. Cabezas Chávez