Así afirma un himno que canta la Iglesia en tiempo de Pascua de Resurrección, y que es a su vez reflejo de un texto del Apóstol San Pablo en su carta a los Efesios; y así, un grupo de miembros de la comunidad parroquial de Fuenteobejuna, es lo que afirmamos, proclamamos y decimos ante el cuerpo sin vida del que durante treinta y tres años fue nuestro párroco, padre, pastor, amigo, hombre entrañable y cariñoso... todo esto ha sido para los mellarienses nuestro querido Don Ángel.
Que esa luz que irradia Cristo Resucitado, sea la que envuelva ya para siempre a este sacerdote, a este “otro Cristo”; esa luz que durante años sus ojos no han podido apreciar, esa luz viva y permanente que simbólicamente recibió con la fe en el bautismo que en ésta población de la ribera del Guadalquivir, le hizo hijo de Dios al inicio de su vida; esa luz que irradió con su voz, con su vida, con su acción ministerial y que supo imprimir en tantos y tantos hijos de Fuente Obejuna y de todos aquellos lugares por donde dejó la fragancia y aroma de los que son continuación en el mundo del amor de Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida.
Si hoy, la Iglesia Parroquial de la Asunción de Lora del Río, cuya alta torre proclama el misterio sublime del triunfo definitivo de María Santísima; acoge hoy el cuerpo exánime de Don Ángel, envuelto por el amor y cariño, así como por las súplicas ardientes de quienes le amábamos y queríamos; le pedimos a la Virgen Gloriosa y triunfante en el cielo, abra las puertas del reino definitivo a éste hombre, a éste sacerdote, a este hijo de María Santísima de Setefilla, siervo por tanto de la que fue llamada por el Ángel “Llena de GRACIA” (como la llamamos los mellarienses).
Lora del Río y Fuente Obejuna, unidas hoy y por siempre por la presencia siempre entrañable y querida de Don Angel. Que el Señor le reciba en su reino de luz, de amor y de paz. Así lo pedimos, así lo rogamos...

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