Con la que está cayendo, los alcaldes intentan salir adelante después de un año muy difícil, aunque la situación económica no puede ser una excusa con la que tapar la incapacidad o la falta de propuestas
HACE ahora un año de las últimas elecciones municipales. Esas que tantos sinsabores dejaron a algunos en la provincia de Córdoba -sobre todo a los socialistas- y que sorprendieron gratamente a otros, principalmente al PP y en menor medida a IU. En estas mismas páginas, comparábamos con algunas dosis de humor el aterrizaje de los nuevos alcaldes con la famosa frase de "¡ya están aquí!" que popularizó la niña rubia de la película Poltergeist. Si ya entonces nos referíamos a los fenómenos extraños que habían protagonizado algunos en el periodo de negociaciones previos a las investiduras de los alcaldes, no menos extraordinario es que hoy, con la que están cayendo, los entonces exultantes regidores se mantengan en sus puestos.
Casi siempre son malos tiempos para la lírica y peores aún para los ayuntamientos y para la política con mayúsculas, que no es otra que la de atender a diario al ciudadano. Así las cosas, en nuestra versión cordobesa de Poltergesist habría que cambiar el guión y decir de nuestros alcaldes y alcaldesas que, después de un año, "¡aún siguen ahí!", porque vamos, ganar de salir corriendo le ha dado a más de uno y más de una. Doy fe.
Recortes, despidos, ajustes, reducción del déficit, supresión de servicios, subidas de impuestos -podríamos seguir- son vocablos que forman parte ya del lenguaje diario de nuestros regidores y concejales, conscientes de que habrá que dejar para otro tiempo (ya veremos cuándo) lo del crecimiento, el bienestar social o los proyectos de futuro, entre otros.
Pero que nadie piense que la mala situación económica general puede convertirse en la excusa que tapa la incapacidad, que aunque es tiempo de vacas flacas, la obligación de nuestros gestores sigue siendo la de atender en la medida de lo posible a los sufridos vecinos, huyendo de la lamentación y del argumento falaz de la herencia recibida de los que estaban antes.
En el Norte de Córdoba, por ejemplo, las aguas bajan algo revueltas por distintas circunstancias. En el Valle del Guadiato andan a vueltas de nuevo con el Plan Miner, o más bien con lo que el Gobierno ha dejado del mismo, y que derivará en movilizaciones del sector minero. De poco ha servido en este caso la elección como senadora del PP de la alcaldesa de Peñarroya-Pueblonuevo, María Gil, quien tras una ascensión meteórica (barrió en las municipales a los socialistas y logró una mayoría absoluta histórica) ha visto además cómo el Gobierno central, de su propio partido, le ha rechazado el plan de ajuste municipal, lo que unido a otras cuestiones de orden interno, le han llevado a renunciar a la presidencia de la Mancomunidad de Municipios del Valle del Guadiato.
En la vecina comarca de Los Pedroches, el protagonismo absoluto se lo llevan los concejales socialistas de Cardeña, que tras elevar con sus votos a la Alcaldía a la única concejala del PP, ahora se enfrentan a un expediente de expulsión. En el camino, el edil díscolo Mario Torralbo, quien apoyó al PP, luego negoció con IU, después dejó en evidencia al PSOE y finalmente aceptó ser el primer teniente de alcalde de la regidora popular. Un lío que ha evidenciado además la torpeza con la que el secretario general de los socialistas cordobeses, Juan Pablo Durán, ha gestionado este asunto.
Mucho más calmados están los ánimos en los municipios de la ribera del Guadalquivir, donde hasta el alcalde de Palma del Río, José Antonio Ruiz Almenara (PSOE), y los suyos van encajando -o eso parece- lo que significa gobernar en minoría tras unos primeros meses de gestión demasiado tensos.
En las comarcas del Sur tampoco están para alegrías y en algunos sitios empiezan a pensar que va ser verdad lo de los poltergeist, sobre todo por las penurias económicas que atraviesan. En Baena, sin ir más lejos, la alcaldesa María Jesús Serrano (PSOE) insiste una y otra vez en dar carpetazo a la empresa municipal Promude, pero como quiera que la oposición de PP e IU no está por la labor, ahí sigue coleando el asunto.
En Priego, María Luisa Ceballos (PP) intenta recurrir también a los fenómenos extraños para compatibilizar la gestión de un Ayuntamiento tremendamente endeudado, sin posibilidad de inversiones y gobernado en minoría, con la presidencia de la Diputación, donde tampoco las cosas están siendo fáciles. Pocas alegrías han podido ofrecer Ceballos a su vecinos en este año más allá que llevar el nombre de Priego por todos sitios.
En Cabra, el popular Fernando Priego no anda sobrado en cuanto a proyectos nuevos y bastante tiene con intentar salvar una situación económica complicada, sobre todo por el cúmulo de facturas impagadas. Aún así, la estabilidad que ofrece su acuerdo de gobierno con el PA le ha llevado incluso a iniciar la carrera en la política provincial y en próximos días tomará posesión como diputado provincial.
Un pacto de gobierno estable está permitiendo a PSOE e IU gobernar el Consistorio de Lucena, donde los problemas de despidos y de reorganización interna tras el cerrojazo de la Gerencia de Urbanismo, han pesado mucho. Así, ya hay quien reprocha al alcalde, Juan Pérez, el excesivo papel que ha permitido a IU en el gobierno local.
Tampoco anda sobrado el regidor de Montilla, Federico Cabello de Alba (PP), que poco ha podido innovar en el Consistorio más allá del pago de la deuda municipal e intentar zafarse del férreo control de la oposición. En el ambiente hay expectación por ver si a los populares les puede pasar factura las responsabilidades del alcalde a nivel de partido y en el Congreso de los Diputados.
Mal están las cosas también en el Ayuntamiento de Puente Genil, donde Esteban Morales (PSOE) no sólo se han enfrentado a la penuria económica y los despidos de trabajadores, sino a la entente de cordialidad que han mantenido IU y PP en este primer año de mandato y que ha enojado a los socialistas en no pocas ocasiones.
En fin, que nuestros alcaldes y alcaldesas ¡aún están ahí!, que no es poco, con sus aciertos, con sus errores y con un vecindario cada día más preocupado (también cabreado). Un amigo propuso una vez que si el Gobierno puede crear un llamado banco malo para incluir ahí los activos tóxicos y miserias del sistema financiero, se podría hacer lo mismo con el paro y crear municipios malos con los que maquillar las cifras del desempleo.
Le respondí a su broma proponiendo crear una autonomía mala en la que poner a buen recaudo a los políticos torpes, vivales e insensibles. Lo dejamos ahí.

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