12 de abril de 2012 | Por J.L. Mohedano
Adiós, Maestro
HAY UNANIMIDAD DE RECONOCIMIENTOS, INCLUSO POR ENCIMA DE LA HABITUAL EN ESTOS CASOS
Adiós, Maestro
Parece que todavía hay esperanza, cuando en mitad de la que está cayendo, y no me refiero a esta lluvia tan necesaria -pero tan inoportuna casi siempre para los urbanitas- que encharca las calles y limpia el polvo mientras repiquetea al caer desde los tejados. Sí, hoy que se han presentado las diferentes partidas de estos tan temidos y restrictivos presupuestos, de que haya salido de la cárcel un violador tras cumplir la mitad de su condena, de que sigan ardiendo las fragas gallegas y los montes asturianos, incendios iniciados por interesadas manos criminales, hoy que los diferentes partidos redescubren la necesidad de pactar tras los resultados de las elecciones del 25 M, unos pensando en lo sabio que es el pueblo que los votó y los otros pensando cuanto se ha equivocado en esta ocasión. Hoy, como digo, todos estos temas se han visto relegados a un segundo término y ha sido primera noticia de todos los informativos la muerte de un nonagenario entrañable: la de D. Antonio Mingote, Alcalde del Real Sitio del Retiro madrileño, escritor y académico de la Lengua y genio en activo con su viñeta diaria durante seis décadas, que en tantas ocasiones mereció la portada, en el centenario diario ABC madrileño, al que llegó habiendo sido uno de los integrantes de la inmortal revista de “La Codorniz”, cuya leyenda se cimentó en su lema << la revista más audaz para el lector más inteligente>>.
Hay unanimidad de reconocimientos, incluso por encima de la habitual en estos casos, aunque ya se sabe que hay especialistas en dejarse llevar por el viento en la dirección que este sopla. Pero es que D. Antonio Mingote siempre fue un cronista lúcido, inteligente y educadamente mordaz de la sociedad española en la que le tocó vivir: sus dibujos eran muchas veces todo un editorial. Sus protagonistas eran aquellos señores de luto, o los peludos trogloditas, orondos y calvos burgueses, enjoyadas damas de curvas generosas, hippies de enmarañadas greñas alegres y vitales jóvenes, escritores, artistas… Ahora recuerdo una de sus viñetas con dos personajes en un despacho: uno de ellos se dirige al otro diciéndole:
- Voy a escribir un artículo elogiosísimo sobre usted.
El otro personaje muestra una satisfacción beatífica en la cara porque, naturalmente, no puede conocer lo que está pensando en realidad el primero tras su verbalización:
- ¡En cuanto se muera!
Habríamos de poder ver por un agujerito, a semejanza de lo que dicen los castizos madrileños, pero al revés, ese Parnaso al que llegará D. Antonio, y su reencuentro con los Tono, Mihura, Serafín, Gila y demás humoristas gráficos que me han de perdonar por no citarlos aquí y ahora, y poder disfrutar de la revista que necesariamente publiquen, porque no podrán estar mano sobre mano, aunque estén en la Gloria.
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