16 de febrero de 2023 | Carlos Serrano
¡Quiero vivir!
Leyes para proteger la vida, no para destruirla
“No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana” (Papa Francisco).
¿Están justificadas unas leyes que, en defensa de la libertad de la madre, puedan poner en peligro o destruir el derecho a la vida del feto? La discusión empieza desde que valoramos si el ser humano puede tener disponibilidad sobre otra vida humana o si vale más la vida de la madre que la del niño. Ahí está la discusión, pero
que el embrión es vida humana no es discutible, realmente lo es.
Hace poco saltaba la noticia:
“El Congreso aprueba la reforma de la ley del aborto”, (190 votos a favor, 154 en contra y 5 abstenciones), promovida por PSOE y Podemos. En ella, entre otros, destacan dos capítulos:
libertad para abortar hasta la semana 14 de gestación y, a partir de ahí y hasta la semana 21, podrá realizarse lo que se conoce como un aborto terapéutico por malformación del feto o peligro para la vida de la madre; y por otro lado la
decisión autónoma de las mujeres de 16 y 17 años, con independencia de la autorización de los padres.
No pongo en duda, ni en discusión, la libertad de los seres humanos, hombres y mujeres, a la hora de tomar sus decisiones, pero, como se suele decir, “mis derechos terminan donde comienzan los derechos de los otros”, y aquí aparece un enfrentamiento entre la sagrada libertad de la mujer y el sagrado derecho a la vida del feto. ¿Cómo solucionarlo? ¿Cómo respetar ambos derechos?, ¿eliminando una vida, la más indefensa?
En algún momento hubo discusión acerca de cuándo existía vida humana en el feto, pero por mucho que los abortistas digan lo contrario, hoy existe evidencia científica de que la vida humana comienza en el mismo momento de la concepción, con la aparición del cigoto (resultado de la unión de dos células germinales). El feto es un ser vivo en evolución hasta que logre su plenitud al salir del vientre de la madre y,
por lo tanto, amparado por la Constitución y la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La Constitución Española, en su artículo 15 es tajante: “Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes. Queda abolida la pena de muerte”. Como, igualmente, se recoge en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos que, en su artículo 3 afirma: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”
¿Acaso el derecho a la vida no se tiene
durante todo el proceso vital? El nacimiento es un hecho accidental respecto a la existencia del ser humano. La existencia del individuo comienza desde el momento de la concepción, momento en el que se forma un nuevo ser vivo de la especie humana, distinto tanto del padre como de la madre. ¿Quién tiene derecho a destruir esa nueva vida, buscando artilugios legales para justificarlo? ¿Dentro de qué capítulo encuadramos esta ley, por motivos económicos, políticos o ideológicos? Todo ello sin tener en cuenta las creencias religiosas de la mayoría de nuestro país, de mayoría cristiana, para los que
Jesús es sacrificado en cada ser al que se le priva de la vida, en este caso el feto.
¿Y ahora, todo un
TC nos viene a afirmar que “el nasciturus no es titular del derecho a la vida”? (Diario El País 6 febrero 2023)
Si el feto no es titular del derecho a la vida y, por el contrario, la ciencia nos dice que es un ser vivo, humano desde el momento de la concepción, ¿cómo podemos abandonarlo, indefenso total, a su suerte, sin la protección jurídica universal a todos los seres vivos?
No solo desde el punto de vista ético y moral, incluso desde un punto de vista meramente práctico, se debe proteger la vida de cualquier feto humano.
España es un país envejecido y muy necesitado de juventud, con muchas más defunciones que nacimientos, lo cual, en un futuro no muy lejano, podrá acarrear serios problemas. Según cifras oficiales, durante el año 2021 sufrimos 450.744 defunciones frente a los 337.380 nacimientos (el 42% de los abortos son de jóvenes de 20 a 29 años), lo cual arroja un decrecimiento demográfico prácticamente similar al número de interrupciones voluntarias del embarazo que se situó en 88.269. Incluso estos datos deberían mover a nuestros políticos, si tienen visión de futuro, a una defensa a ultranza de la vida de todo feto.
Por favor, promulguemos leyes que protejan ambos derechos, de la mujer y del feto. En el caso de la mujer, vayamos a una educación sexual sana, pongamos a su disposición todos los medios necesarios para evitar el embarazo, medios económicos suficientes para sacar adelante a su bebé o, en su caso, hasta el momento de darlo en adopción. ¿Cómo hacerlo?, para eso pagamos muy bien a nuestros políticos, para que busquen soluciones a los problemas planteados, respetando el derecho a la vida y el de libertad personal.
“Cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de sus padres, los tiene atrapados para siempre” (Gabriel García Márquez). Por el contrario, la madre que no llegó a sentir la mano de su hijo sobre las suyas, que no llegará a ver los primeros pasos de su bebé, que no disfrutará de su sonrisa y primeros balbuceos, que no sentirá el placer de darle su pecho…será un peso que la acompañará toda su vida, y que, en numerosos casos, llegará a producir trastornos psicológicos y sentimientos que la acompañarán durante toda su vida al pensar en el hijo que privó de la vida, y del que muchas veces le parecerá oír el grito desgarrador: ¡quiero vivir!.
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