12 de enero de 2023 | J. L. Mohedano
La resaca del 2022
El ambiente que rodea la llegada de 2023 no es muy proclive al optimismo
La resaca del 2022
El pasado día 22, mientras casi todos los españoles estábamos distraídos con el popular sorteo de la lotería de Navidad -apenas a una semana de que los científicos de un laboratorio californiano diesen la noticia de haber conseguido desatar la “ignición” esto es, que la energía resultante sea mayor que la empleada en obtenerla, el primer paso para alcanzar la producción de una energía limpia, barata e inagotable pudiendo abrir el camino del proceso de la Fusión atómica en un plazo de un par de décadas- el Ministerio de Transición Ecológica abría el proceso de información pública para la Declaración de Impacto Ambiental de una actuación destinada a garantizar la acogida de los residuos radioactivos procedentes de la actividad de las centrales nucleares y los que se generen tras sus respectivos desmantelamientos previstos hasta 2035 y que requerirá una inversión de 182 millones de euros. Para ello se hace imprescindible la construcción de una nueva plataforma con 27 módulos de almacenamiento de residuos de baja y media intensidad que completaran a las 28 celdas existentes en la actualidad, de las que están ya ocupadas algo más de sus tres cuartas partes. Y, tras descartar otras opciones, ENRESA considera que los riesgos medioambientales son bajos (especialmente para ellos que no viven en sus cercanías) y no afectan a los espacios protegidos que rodean El Cabril, aun recordando que el plazo de vigilancia y control de estos residuos es de ¡300 años!. Y su director niega el que se reciban en estas instalaciones residuos de otras europeas sin hacer ninguna mención a dónde van a recogerse los residuos de alta actividad procedentes del desmantelamiento de las centrales españolas.
Es una creencia muy extendida entre los habitantes de los pueblos que rodean El Cabril el que las administraciones públicas obstaculizan el normal desarrollo socioeconómico de la zona para conseguir el envejecimiento de la misma y la posterior despoblación que evite una oposición más efectiva a sus proyectos como las vividas en la primera década de este siglo cuando se llevaron a cabo masivas manifestaciones anti Cabril en el Valle del Guadiato, los Pedroches y en la Campiña Sur pacense protagonizadas por ecologistas y partidos de izquierdas apoyados por buena parte de la población solicitando la clausura de las instalaciones del cementerio nuclear existente en la Sierra Albarrana del término municipal de Hornachuelos. Si se considera el tiempo transcurrido entre la inauguración oficial de las nuevas instalaciones en 1992, ignorando que las anteriores no habían sido autorizadas legalmente hasta finales de octubre de 1975 habiendo sido ilegales los almacenamientos de residuos realizados en bidones hasta la fecha e incluso hasta la después de la constitución de la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos y ciñéndonos a las cuatro poblaciones más importantes demográficamente de nuestro Valle del Guadiato, es fácil comprobar la certeza de esta sensaciones atendiendo a al siguiente cuadro:
Población Nº de habitantes 1992 2022 Diferencia poblacional
Peñarroya-Pueblonuevo 14035 10419 -3616 (-26% aprox. )
Fuente Obejuna 6366 4462 -1904 (-30% “ )
Belmez 4344 2862 -1482 (-18% “ )
Espiel 2423 2601 +182 (+9,3% “ )
Pérdida total de habitantes - 6820
Por no hablar, además, de la inexistencia de ninguna empresa productiva de gran o mediano calado en la zona; la inexistencia del menor interés por parte de las diferentes administraciones públicas en aumentar adecuadamente la potencialidad de la red eléctrica; de la recuperación del trazado ferroviario entre Córdoba y Badajoz o del desarrollo de una prometedora planta de hidrógeno verde a cuyos promotores se les está poniendo multitud de trabas para tratar de realizarla.
Aunque sea un poco menos evidente la relación causa efecto entre la existencia del cementerio nuclear de El Cabril, la penosa situación sanitaria que ofrece el Hospital de Alta Resolución de Peñarroya-Pueblonuevo -que cada vez se aproxima más a un desmantelamiento controlado tras la desatención y la infra gestión a la hora de recuperar la cartera de servicios existentes con anterioridad, ya que parece haberse olvidado definitivamente la prometida potenciación tras haber pasado a ser gestionado por el SAS de una manera deplorable y bastante injusta para los usuarios de esta subárea del norte de la provincia, que han provocado una concurrida manifestación de los vecinos de la comarca en favor de la Sanidad Pública y contra de su cada vez más evidente deterioro, respondiendo a la convocatoria llevada a cabo el pasado mes de noviembre por Izquierda Unida-Los Verdes.
El memorial de agravios se puede resumir en que:
Para las mujeres se señala la larga avería del mamógrafo, que no ha sido sustituido por las visitas de uno móvil prometidas. La necesidad de desplazarse a Pozoblanco para el cribado de cáncer de mama o el que tan solo existan visitas ginecológicas una vez por semana.
Para todos los pacientes la cirugía estable se ha vuelto ocasional dependiendo de la eventualidad de poder encontrar los cirujanos precisos. Ha desaparecido el radiólogo para las urgencias y las pruebas generales de este servicio tienen que ser informadas por los del hospital Reina Sofía, donde también -y con el de Pozoblanco- se hacen cargo del servicio de traumatología tras ser evaluados por el rehabilitador.
Los pacientes del programa de cribado del cáncer rectal son parcialmente derivados a centros de la sanidad privada capitalina como ocurre con los de oftalmología, y ambas listas de espera siguen creciendo.
En el plano laboral, el cese de muchos de los trabajadores del centro hospitalario, a pesar de tener una experiencia consolidada por años de trabajo, por no hablar de las dificultades añadidas para el uso sanitario por la inexistencia de una comunicación pública regular entre las dos comarcas que conforman el Área Sanitaria del Norte de Córdoba que facilite los desplazamientos de los usuarios de estos servicios.
El ambiente que rodea la llegada de 2023 no es muy proclive al optimismo. Seguimos enceguecidos creyendo que el desarrollo solo es posible por el binomio más producción igual a progreso indefinido prefiriendo ignorar que los recursos del planeta no son infinitos. Nos resulta difícil no mirarnos en los que vemos, mirar más allá de estos tiempos delirantes y convulsos que han enrarecido el ambiente humano, social y económico, amenazados por los miedos a las crisis de salud, la energética -movida por tantos intereses espurios – que amenazan no solo al planeta, sino a nuestros propios y egoístas intereses de miembros integrantes del exclusivo club de la sociedad del bienestar, por no olvidar otros temores colectivos como los derivados de la guerra en Ucrania con su repercusión tan directa en nuestras vidas por aquello de su europeidad, nada que ver con las repercusiones de otros conflictos como el de Yemen, Siria, el Congo o el de la región del Sahel en las que se producen miles de muertos y millones de refugiados que al no ser caucásicos y ser simplemente asiáticos o africanos apenas gozan de una atención muy vaga en nuestros noticiarios y menos en nuestras preocupaciones, hasta que intentan atravesar el con sus pateras el Mediterráneo y pedir asilo en el paraíso que ellos creen existe en nuestros países y el problema se nos hace tangible. Pero ya están en marcha para “ayudarnos” los expertos en el arte de la evasión, esos tecno milmillonarios, tan ajenos a los modos de soberanía de los estado-nación más o menos liberales, que nos quieren convencer de que la futura realidad a vivir por los humanos -por lo menos para los de la sociedad del bienestar- será la del del Metaverso o en su defecto, la del SpaceX para unos muy pocos escogidos la posibilidad de largarse a otro planeta para empezar a destruirlo sistemáticamente como el que abandonaron ya inhabitable. No hay más que recordar los buenos propósitos que nos hicimos sobre el antes y el después de la sociedad al iniciarse la pandemia del Covid-19 -que, por desgracia, se ha disparado brutalmente en China- y sobre la necesidad de un profundo cambio de nuestro modelo social, y a lo que se han visto reducidos.
Sé que habrá rayos de sol que atraviesen el nublado, que la vida será capaz de abrirse paso pese a nosotros, pero hoy el optimismo no se ha posado en mi mesa de trabajo. Aún así, me obligo a pensar que 2023 será, por lo menos, un poco mejor que su antecesor. Feliz Año Nuevo.