11 de enero de 2023 | Joaquín Rayego Gutiérrez
El rey de la casa
─ “Hablo de cuando era un crío / y en mi casa se vivía la gozosa algarabía/ del más ansiado rocío.” (Carmelo Guillén )
El rey de la casa
Alguien dijo que la vida es “una ilusión, una sombra, una ficción”, o lo que es lo mismo: una gran mentira; que “monstruo de su laberinto”, cada individuo se erige en su propia proyección, la Esfinge de dos cabezas; una melodía encadenada, producto de la ensoñación:.
Como aquel Augusto Pérez, personaje unamuniano, que ante la cercanía de la muerte se rebela contra su creador, y en su desesperación le recuerda que también él es un ente de ficción, que reprocha a Dios la falta de sentido que tiene la vida.
─ “A caballo en el quicio del mundo/ un soñador jugaba al sí y al no…”.
En el duermevela de un mal sueño las imágenes se atropellan sin posibilidad de saber si son verdad o mentira, o de qué parte cayó el dado.
Era una noche de lluvia; el arroyo iba crecido, y aventurado pasarlo; en las crines del caballo se posaba el zumbido del viento. La noche, con su inocencia, fundía en un solo trazo a caballo y a jinete.
Con el agua a las rodillas, embutido en su gabán, y echando la vida a suertes, el caballista se aventuraba a rasgar el velo de las tinieblas.
Ni el calor de la majada, ni el conocimiento de los astros, ni el titilar de las estrellas, ni la magia del jazmín, se arriesgaron a acompañarlo.
Cuando entró en la cocina el calor del brasero ya caldeaba el ambiente, y el alegre brillo de unos ojos, y el fuego de la conversación le dieron la bienvenida. En el hogar hervía un apetitoso caldo; y antes de sentarse a la mesa el Rey Mago exclamó: “¡Vaya una noche de perros!”.
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─ Ya vienen los Reyes/ por aquel camino,
ya le traen al Niño/ sopitas con vino.
Para el niño del cuento aquél era un día bastante especial. Esa noche dormía oyendo los cascos de los caballos junto al umbral de su casa, lo cual no era inusual en un tiempo en que la ciudad era un anexo del campo, y la gente no viajaba en Falcon, ni Airbús; todo lo más en tren, o autobús.
Caballos, carros de tiro, asnos, y la voz cantarina de algún pregonero, daban a las calles su peculiar ambientación.
Por la mañana sus padres le despertaban a deshora, para compartir con él un momento de ilusión, antes de irse a trabajar.
Y ese día tan especial el niño se sentía transportado a los cielos como si le atrajera un imán
Posiblemente la luz, o lo intempestivo de la hora bruja le impulsaban a volar suavemente hacia el techo, para después caer en picado sobre el colchón.
Sobre la piel de cordero, que hacía las veces de abrigo, sonreían dispersas las joyas de aquel tesoro: una caja de lápices de colores "Alpino", un fuerte apache, y una espada de plástico que en el transcurso del día alguien había de romper con un palo.
Ya en tercero de Bachiller, cuando empezaba a verle la punta a las cosas, el niño pidió a los Reyes un juego de Anatomía para estudiar con aprovechamiento la asignatura de Biología; pero por más que " los pajes" buscaran ya había desaparecido de los escaparates.
Gracias a eso, a que las inyecciones le espantaban, el dentista le daba pánico, y la sangre, "repelús", nunca se planteó estudiar Medicina.
Que todo tiene su explicación...
Cambia el signo de los tiempos, y cambiamos las personas.
Nuestros Reyes eran individuos de los de "la palabra va a misa", aunque ellos no fueran, ni tuvieran tiempo de ir a otra parte que no fuese a trabajar; que a decir verdad, gente seria y formal siempre hubo:
─ Al chico de mi portera / hoy le han traído en camilla
Por pedir el aguinaldo / al tendero de la esquina.
El tendero de la esquina / ha tenido la atención
De tirarle a la cabeza/ un pedazo de turrón.
Cierto que nuestros Magos no eran tipos empalagosos de los que protestan airadamente porque a su niño no le aprueban, porque le anularon un gol, o porque no le enseñan informática en clase de parvulitos,; cuando algunos ni se preocupan en leer dos líneas de un libro, o en descifrar junto al hijo el sentido de la lectura.
Eso sí que es educar en el engaño y la mentira, como los actuales planes de estudio, o como lo de la “mano de Maradona”. ¡Menuda engañifa!
Aquellos, al menos, se conducían con la premisa que recomendó Galeno: la de causar al paciente el menor daño posible.
Alguien dijo que el amor es una forma de manipulación, y un exceso de confianza hacia el prójimo. Hay quienes piensan que en estos días el amor constituye el mejor de los regalos:
─ Todos le llevan al Niño,/ yo no tengo que llevarle;
Le daré mi corazón / que le sirva de pañales.
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