14 de octubre de 2022 | Joaquín Rayego Gutiérrez

Un huésped incómodo

─ “Ya no hay decencia en España/ justicia, ley ni opinión/ que sólo reina la estafa/ y se protege al gorrón”. (Pliego de cordel)

Un huésped incómodo
Un huésped incómodo
Adosadas a ambos lados del Quiosco de la Música, en la onubense Plaza de las Monjas, unas discretas escaleras dan paso a un espacio que la lengua bautizó como Urinario, Retrete, o Letrina, y que en la actualidad titula con las siglas de “W.C.”, o con el vago eufemismo de “Servicios Públicos”.
Pues hallándome a la sazón de cara a la pared, en forzada situación de alivio, oigo bajar a un mozalbete que, por los bocinazos que daba supuse que podría ser uno de esos guías turísticos que ilustra a sus acompañantes con su repertorio habitual, cien veces repetido:

- ¡Olé mi Huelva! ¡Los Urinarios gratis…! ¡Esto no pasa nada más que aquí! Anda que en Cataluña…! ¡Por eso no voy allí..! ¡Y por eso aconsejo a la gente que viaje a Cádiz, a Córdoba, a Huelva... o a cualquier parte de Andalucía...!

- ¿Y a Extremadura, a Galicia, y a Madrid..., no es aconsejable ir?, le pregunto al pleiteante con la intención de escuchar la continuación de la proclama, que en cierto modo me recuerda la leyenda de un cartel que menudea por la Avenida al grito de “¡Dios no existe!”.

Mi tentadora respuesta eleva el tono festivo del querellante al punto que, subiendo las escaleras, se me hace el teatrillo un remedo de un partido de fútbol:

- ¡Vaya donde le apetezca, amigo, pero al País Vasco y a Cataluña no se le vaya a ocurrir…! ¡Anda y que se meen en los pantalones...!

“Ya comprenderán ustedes que sólo hay un motivo para prohibir la libertad en este festival de la libertad”, que diría con fina ironía el británico G. K. Chesterton; que no es fácil disentir de quien anima el día con un vino, con un chiste compartido, o con una fingida protesta contra el espíritu supremacista de los Arana, los Pujol, y toda esa retahíla de inquisidores y convenidos, de apostólicos “malcontents” que ante la penosa situación de otras regiones sólo se les ocurre pactar con caciques y políticos para tener la “exclusividad” del negocio, la mano de obra barata, y el amor patrio del recluta, inocente defensor de intereses bastardos, como figura impreso en un Pliego de Cordel, editado en el s. XIX, y al alcance digital de quien tenga algún interés en leerlo:


─ Aunque tengas buena sangre/ estate quieto español
que no hay hombre en España/ justicia, ley ni razón.
El que parece más firme/ todo lo hace fingido
en dándole una peseta/ no reconoce partido.
(...) Cuántos valientes han muerto/ defendiendo la nación,
y protegen a usureros/ que se comen el turrón.
Ya no hay decencia en España/ justicia, ley ni opinión
que sólo reina la estafa/ y se protege al gorrón.

Y es que, como escribiera Balzac acerca del Sr. Grandet, y de su enfermizo afán de contar una y otra vez todo el oro acumulado, "los avaros no creen en una vida futura, el presente lo es todo para ellos. Esta reflexión arroja una horrible claridad sobre la época actual, en la cual, más que en ningún otro tiempo, el dinero domina las leyes, la política, y las costumbres".

***

Pasan las horas, los días, los pueblos y los individuos, y el calendario señala el comienzo de un nuevo curso…
¡Cuánto bueno que asimilar, y entender, al margen de las consignas!
Nuestros pequeños aprenderán a hacer sus primeros palotes, a distinguir conceptos tan cambiantes como arriba y abajo, a asimilar en el juego la idea de compartir, o a hacer frente al abusón que les roba el bocadillo:

─ Antón, Antón Pirulero,
Cada cual que aprenda su juego,
Y el que no lo aprenda
Pagará una prenda…

Los mayores descubrirán en los libros la aventura de reflexionar sobre conceptos abstractos; sabrán del auge y posterior caída de grandes imperios, y de “ciudades─ estado” como Troya; tendrán fehacientes noticias de culturas que cayeron en el olvido, y que hoy nadie conocería de no ser por rapsodas como Homero, o arqueólogos como Schliemann; estudiarán los secretos de una flor, la democracia de las abejas, o el espíritu de la colmena que muestra a las claras su inteligencia de grupo.
Si observan detenidamente y miran a su alrededor nuestros jóvenes podrán aprender que la paz no consiste en aniquilar al contrario, ni en proferir frases huecas rayanas en la distopía, como aquella de “¿Libertad para qué?”, que enarbolara un flautista ante la mirada atónita de D. Fernando de los Ríos; que la “política de puertas abiertas” es la que disfrutamos en casa, en pijama y zapatillas; y que nada tiene que ver con derribar a patadas las puertas, ni con forzar la voluntad con sobornos y falsas promesas, ni con perturbar la paz de los muertos, ni con confesiones post─ tridentinas que confirmen de qué equipo eres, ni con dar vía libre al cobrador del frac, ni con aguarle la fiesta al vecino, ni con proferir soflamas, y toda clase de ruidos.
 
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