10 de junio de 2022 | Joaquín Rayego Gutiérrez
La Cofradía de la Pirueta
─ “Aplaude siempre, aunque la representación no te haya complacido”. (Rabelais)
La Cofradía de la Pirueta
Apretaba el paso para asistir a una misa de difuntos cuando alguien con luces rojas de urgencia se interpuso en mi camino:
─ ¡Deme algo, caballero, por el amor de Dios! Necesito cinco euros para ir al pueblo. Tengo a mi hija de cuerpo presente en el hospital.
En ocasiones la mera repetición de una misma jugada, la parodia, la falsedad, o las notas lúgubres de un relato, empujan a reaccionar de un modo airado incluso a quienes acostumbramos a pegar la hebra hasta con el gorrilla del semáforo:
─ ¡Vaya usted con Dios, amigo. Llevo prisa!
"La cara es el espejo del alma", refiere una frase hecha que los andaluces simplificamos con el calificativo de “ángel”, aludiendo a la gracia, la marca, o “el sello”, que hace a una persona visible y diferente a las demás.
En ocasiones desde el título de un libro, a la personalidad de quien se aproxima, nos advierten de la calidad del tejido en que están hechos; si bien hemos de esperar a leer y analizar el contenido, para ver las hilachas con las que se manifiestan las medias verdades, y la mentira.
Un mal hilván lo tenemos todos, y antes que demonio Lucifer ya lucía angélicos brillos; que como diría D. Manuel Bueno, el personaje unamuniano, vaya usted a saber dónde se esconde el culpable.
Hay tanta verdad en el hombre, y tanta inocencia con la que defendernos...
Es el caso de Pedro Barrantes, un bohemio leonés, tan "malote" que dos de sus "amigos" le endosaron la paternidad de un bebé, de la que era responsable uno de ellos. Sin dudarlo, el atormentado escritor de “Delirium tremens” aceptó la paternidad de la niña, y le ofreció su apellido en el Registro Civil.
Nada especialísimo aporta a la asignatura de Ciudadanía la biografía de un rufián, de un pedagogo dinamitero, o de un renombrado escritor, si está salpicada de asesinatos y sucesos luctuosos, como el que describe a Pedro Gálvez ejerciendo la mendicidad con una caja de zapatos, en cuyo interior se escondía un cadáver de alquiler.
En nada se enriquece un currículum, y menos la “memoria histórica”, si la verdad es parcial, o se cuenta del revés; si no se potencia el diálogo, y si no acabamos de conocer al vecino, la desconfianza, las fronteras, y el miedo, señalarán con el dedo a un potencial enemigo.
Verdad es que hace falta valor para hablar, y expresarse sin ataduras, que como diría Ana de Tejas Verdes: “No es agradable profanar nuestros antiguos ídolos, aun cuando los hayamos abandonado”.
Por prescripción sanitaria nos acostumbraron a obedecer la voz en off de una careta, que a menudo se desdecía; a taparnos el rostro con mascarilla, y a prescindir del pan, la sal, y los colores de la vida.
Nos lo arrebataron todo, como vulgares ladrones.
Nos hicieron creer que un buen día el Padre Estado premiaría nuestros servicios, y colocaría a nuestros hijos en el vértice de la pirámide. Todo consistía en medrar, y acallar tus opiniones.
Parásito, hampón, boquiflojo, y chapucero, el Poder seguía insistiendo en sus trece del “caiga quien caiga”, mientras la Cofradía de la Pirueta siguiera estando en pie. Y se fueron inflando las cuentas, y se empobrecieron más los de siempre: los que las pasan canutas con mil euros al mes.
Ellos solos se montaban sus relatos; desenterraron con higiénicos guantes los fantasmas del pasado; bautizaron las calles con funestos nombres de enterradores; se recrearon en referir cuentos de espías; enfatizaron los nuevos dogmas de su religión, etc…
Mientras quedara un solo euro en el “fondos de reptiles” no habría quien escapara a la magia de sus encantos: cantantes, actores, tertulianos, y periodistas, pasarían por ventanilla para cobrar su nómina de horticultor, barrendero, ama de cría, o diseñador de campanas, según al Tesorero sw turno se le ocurriera.
“Todas las fuerzas vivas del país están muertas” que escribió Emilio Carrere para describir toda una panda de capigorrones, demagogos, y narcisos, que según él conformaban la Cofradía de la Pirueta.
Lo curioso del caso, y lo que más llama la atención, es la coyunda y sumisión que hay entre ellos, a pesar de lo mal que se llevan.
Es algo que ya se aprecia en mirada retrospectiva, cómo los Araquistáin, Negrín, Lerroux, “El Campesino”, Enrique Lister, y Largo Caballero, se echaban las culpas unos a otros de haberse cargado a la República.
¡Que haya quien se enamore de tan siniestros “evangelizadores”, y que además justifique aquello en lo que ya nadie cree! ¿O no hay quien piense que comunismo y fascismo son hermanos siameses?
Qué vería Alcestes, el misántropo de Moliére, para enamorarse de Célimène y su lengua viperina; qué vio Meri Laurencic para prendarse de Alfons, su marido, un artista de postín en el museo de los horrores que fueron las checas; qué el poeta uruguayo Felisberto Hernández para caer rendido a los pies de una espía con licencia para matar.
La bohemia del siglo pasado, con toda su carga de trapacería, de mendacidad, y de vicio, no deja de ser una tibia referencia al panorama político, que a mi entender se resume en una larga procesión de incapaces, y aduladores, que llevan por lema aquél de “quien no está conmigo, está contra mí”.
Presiento que la tan cacareada "cuestión social" de ladrones, y culpables, no la va a resolver un juez, ni un diseño en 3 D, ni los votos emitidos en el funambulismo de "la cuerda floja".
*****
Esta tarde, al regresar a casa, una joven daba saltos por la calle, evitando con su gracia la dureza del adoquín; ora se quitaba las zapatillas para correr descalza, ora se las volvía a poner para mecer su cuerpo con aires de brisa…
Su joven acompañante parecía no echar cuenta de aquella forma de arte, de una elegancia y singularidad merecedoras de aplauso.
El tiempo, que en algún caso nos cierra los ojos a la contemplación del paisaje, y nos atrapa en la nostalgia de lo vivido, en otros nos hace amar la vida, y anudar lazos a nuestro alrededor, en sutil tela de araña.
Al paso, y en aras de la fraternidad, una chica nos ofrecía una hoja informativa del Partido de los Jóvenes. Tan expresiva ella, que no la echaban para atrás ni la edad, ni las canas, ni el sexo...
Es la clase de personas que nos hace agradable el instante, y que se esmera por los demás: el sostén de la sociedad, y la esperanza de futuro.
Por ellos luchamos los padres. Para ellos, la confianza, y el voto.
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