27 de marzo de 2022 | Joaquín Rayego Gutiérrez
En concierto
─ “El verdadero espejo de nuestras razones es el transcurso de nuestras vidas”
Concierto de aves
Con cera y miel construyen las abejas sus colmenas en compleja armonía de colaboración y altruismo; de igual modo el ser humano ofrece a sus congéneres lo más depurado de sí mismo, con la única diferencia de que la voluntad contrarresta su instinto, y le hace ser menos “básico”.
Que los insectos sociales tengan alas, antenas, ocelos, y otros muchos atributos que el humano no posee, no induce a pensar que sus mecanismos mentales sean más o menos complejos; el hombre, en cambio, disfruta del beneficio de la palabra; de una espiritualidad que trasciende su realidad; que le mueve a sublimar los sentimientos, a honrar a los vivos, a rendir culto a los muertos, y a repudiar la mentira…
A mediados del siglo XVI Michel de Montaigne advertía en sus “Ensayos” de la susceptibilidad del individuo ante ese vicio moral que arruina todo “relato”, por muy vendible que sea:
─ “Sé bien que los gramáticos distinguen entre decir mentira y mentir; y dicen que decir mentira es decir cosa falsa, mas considerando uno mismo que es verdadera; y que la definición de la palabra mentir (…) implica el ir contra la conciencia y por consiguiente sólo atañe a aquellos que hablan contra lo que saben”.
Y avanza así en su discurso hacia un completo rechazo de ese monstruo de mil caras:
─ “En verdad el mentir es un vicio maldito. Sólo somos hombres y sólo creemos los unos en los otros por la palabra. Si conociésemos el horror y el peso de la mentira, la perseguiríamos hasta la hoguera con más justicia que a otros crímenes”.
Para extraer una conclusión de lo que el francés dice habríamos de preguntarnos por la estatura moral de esa clase de ideología que nos invita a disimular, a mirar para otro lado como quien tiene estrabismo, a jugar con las cartas marcadas, o a negar los “triunfos” del enemigo como si de una timba de tahúres se tratara.
¿Qué ideología es ésa de tener que "fichar" para hablar sin el dogal del miedo, de pedir permiso al guardián cual si de un perro feroz se tratara?
De lucir tan negras tintas mal pronóstico tendría la personalidad, la superación personal, la libertad de pensamiento, o la posibilidad de escoger, como escribiera el nicaragüense Ernesto Cardenal en el “Salmo I”:
BIENAVENTURADO el hombre que no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta en la mesa con los gangsters
ni con los Generales en el Consejo de Guerra
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
Ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
Ni escucha sus radios
Ni cree en sus slogans.
Será como un árbol plantado junto a una fuente.
Si cualquiera preguntara a quien se encierra a estudiar frente al muro sin salida de las páginas de un libro, es probable que diga que el " bono cultural" que el Gobierno regaló a los jóvenes en edad de votar es un insulto a los padres que se matan a trabajar; a quienes apuestan por su futuro; a quienes le animan a progresar en la cultura del esfuerzo.
Ni donativos "coyunturales", ni carnada caciquil, que son dádivas trasnochadas que rebajan al individuo.
***
Con las lluvias de marzo y el fertilizante polvo del desierto la ciudad es una eclosión de energías y fuerzas primaverales que pugnan por salir a flote.
Por el Costurero de la Reina, en disciplinada formación, una larga hilera de camiones hace su entrada por las Delicias, a los sones de una marcha que el público escucha con admirable atención.
Son aquellos que lucharon hombro con hombro junto a los médicos, y otros profesionales de riesgo, en los duros tiempos de la pandemia; los mismos a quienes la modorra y la desvergüenza no alcanzan a desmerecer, porque no insulta quien quiere, y porque “el verdadero espejo de nuestras razones es el transcurso de nuestras vidas”.
Un concierto para claxon que alguien debiera anotar sobre papel pautado para las grandes ocasiones, como las partituras compuestas para trompa, fagot, o repiques de campana.
Ajenas al desaliento las cotorras proclaman su chillona algarabía; desde las ramas del plátano las abubillas ensayan su discurso trisilábico, monótono, y repetido: Up, up up.
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