31 de octubre de 2021 | Pepe Bernal
Memento de difuntos
Uno de los valores ancestrales de la humanidad, implícito a cualquier credo, es el respeto a sus antepasados
Memento de difuntos
Pienso que el respeto debería ser una virtud teologal, pero no es así, no es ni siquiera un don.
El paso de la vida a la muerte es un momento emblemático que ha causado admiración, temor e incertidumbre al ser humano a través de la historia. Por muchos años, en diversas culturas se han generado creencias en torno a la muerte que han logrado desarrollar toda una serie de ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso para burlarse de ella.
Uno de los valores ancestrales de la humanidad, implícito a cualquier credo, es el respeto a sus antepasados. El culto hacia los fieles difuntos supone un hito en la historia de nuestra fe además de ser una de las obras de misericordia por excelencia.
Con la nueva, y para mí acertada, decisión del Vaticano de volver a primar el terreno santo de los cementerios, por encima de la extendida moda de esparcir las cenizas de los difuntos, cobra de nuevo relevancia la tan elemental y respetada fiesta de Día de los Difuntos con su tradicional arraigo popular que va desde las flores y el acicalado de las tumbas a esa veneración que el repaso a nuestra historia sagrada supone... Aún recuerdo, con cariño de mi etapa de sacerdocio el evangelio de S. Lucas sobre la resurrección: “El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús".
Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: "Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día". Y las mujeres recordaron sus palabras.
De ahí mi respeto igualmente hacia la mujer en su excelsa dedicación del culto a los difuntos. La Beata Ana Catalina Emmerick decía, hablando de sus visiones, que muchas almas difuntas se sentían aliviadas al ver gente orante en los cementerios porque Dios les permitía beneficiarse de esos rezos. Por lo tanto, enterrar a los muertos y orar por ellos es, siempre, un acto de inmensa caridad.
Sólo he querido, dejar mi impronta en este día tan especial.
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