15 de octubre de 2021 | Joaquín Rayego Gutiérrez
El Día de la Cabra
─ “Yo también tenía una cabra que se llamaba Asunción…”
El Día de la Cabra
Me encanta hablar con los amigos porque, como supongo que me conocen, pienso como respiro, sin necesidad alguna de echar mano de subrayados, correcciones, y anotaciones al margen.
La jubilación me permite en no pocas ocasiones el ejercicio de despertarme a deshora, y mirar alrededor, algo que no siempre tuve oportunidad de hacer.
Después de año y medio de obligado encierro, y colmado de sensaciones, Triana me pareció una de esas lunas grandes que cantaba Lorca, una brisa marinera, un reflejo de cerámica y de cristal, y una intimidad de corral de vecinos, aromada de flores.
Aquel entusiasta grupo de médicos, compañeros de promoción, festejaba con alegría la llegada de dos queridos colegas, de regreso transitorio de las selvas de Perú, a donde su contrastada humanidad les había llevado a ejercer por espacio de año y medio, y con falta de medios, la generosa y desinteresada labor de luchar a diario por la salud de los más necesitados.
Con el apoyo económico y moral de sus condiscípulos, fervientes colaboradores en la distancia, los referidos galenos consiguieron no sólo hacerse de aparatos, y crear un banco de sangre “in situ”, también hicieron de guías de jóvenes cooperantes, y se implicaron en la formación del personal auxiliar.
Referían estos amigos que en aquellas regiones selváticas del Perú, a siete horas en barco de Iquitos, es frecuente que el enfermo abandone el hospital y la medicación cuando le parece bien, posiblemente por falta de medios, y porque nadie se ha de preocupar de abastecer a su familia si a ellos les falta al trabajo.
Y que otro día hubo necesidad de curar a un señor que acudía a la consulta cosido a machetazos porque su mujer lo había encontrado haciéndole la cama con otra; que luego resultó que la propia agraviada, y enérgica defensora de su honor, a falta de personal auxiliar fue ella quien hizo las veces de enfermera; todo lo cual se realizó con la misma naturalidad que imponen las leyes de la Naturaleza: sin necesidad de abogados, sin echar mano de un triste pliego de denuncia, y sin el amparo de unas leyes que regulen esta clase de “tropiezos”.
De aquella ciudad de cuyo “ánimo y grandeza" ya hablara Cervantes salieron un día los dos amigos, fiados a la ventura, sin más prenda en las mochilas que el tesoro de sus conocimientos, su trabajo, y su experiencia; como aquellos navegantes que tuvieron narices de ponerle guindilla a la vida, o jugársela al tablero, al envite de las olas, y en frágil cáscara de nuez. Lo mismo que hoy en día sucede con los emigrantes; como les acontecerá a nuestros hijos cuando, obligados por las circunstancias del paro, tengan que abandonar su país; como quienes fueron a la Luna en busca de “El Dorado”, sin ánimo de contaminar, ni crear problemas de basura.
Que la partida es el mayor de los miedos con el que el viajero se enfrenta, el porta gayola de quien recibe al morlaco a las puertas del chiquero.
Que otros vendrán después que se encarguen de contar la historia desde la tranquilidad de un sillón, desde la elucubración, las prédicas, las mentiras, y los intereses del dos más dos, y me llevo una…
Lo mismo que hoy pasa con las eléctricas, y con las “verdades” del Gobierno:
─ “Y así dixo muy bien Epicteto, que este mundo era una Comedia, que en él todos somos Farsantes; unos hacen papel de Reyes, otros de esclavos; unos de tullidos, y otros de ricos; unos de sabios, y otros de ignorantes…”.
Animados por el golpe de pecho del Papa ante el Licenciado López Obrador todos, comenzando por Adán, continuando por el tío Sam ─ que robó a los mejicanos una extensión de tierra equivalente a Alemania y Francia juntas─, y siguiendo por Putin ─ suministrador de gases “nerviosos” para exterminar chinches─ deberíamos pedir perdón, humildemente, y de rodillas; que a la postre el hombre es una sucia plasta de barro, un dechado de ignorancia, y de tinieblas, como escribiera el sevillano Miguel de Mañara:
─ “Arroja el Mercader sus riquezas al mar, y si después le viene la tranquilidad, con mayor ansia busca los fardos, que nadan sobre las aguas; con que se conoce que si no fuera por el peligro (según su voluntad lo muestra) no lo echara de sí”.
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Con motivo de la Fiesta Nacional, el pasado12 de octubre tuvo lugar en Madrid un desfile militar.
En el día de la patria, sin mano en el corazón, que la procesión va por dentro, con la dolorosa visión de un volcán que vomita lava ardiente y lapilli, y con la rabia y tristeza de un futuro que no acaba de llegar, el españolito de a pie asistía impotente a una comedura de coco que, cual ceniza volcánica, se colaba por la mascarilla, por las rendijas de su casa, por la ventana del televisor...
Pocos le hacían a nuestro españolito el honor de compartir una lengua que resultase agradable, de una cultura que no fuera una figurita de mazapán horneada en los fogones de la propaganda oficial, y de un espacio donde sentarse, jóvenes y mayores, a charlar “sin reparos”, y a tomar un fresco del atardecer, o una cerveza; donde admirar la belleza, y honrar a los que se fueron con los recuerdos más dulces de quien agradece estar vivo; aunque se desconociese la letra, y la melodía se redujera tristemente a un murmullo de sílabas.
En el día de la patria al pueblo lo azuzaban sus “pastores”, cual perro de presa, con gritos y gaitas…
De una banda los que opinaban que la cabra de la Legión era una ofensa de hondas raíces franquistas. “¡Recordad El Álamo!”, decían…
De otro lado los “cabreados” que silbaban, e insultaban al Presidente de Gobierno. Los que veían en toda demostración una “ceja”, y berreaban como cabras…
Por ambos lados se derramaba fluida una leche que calentaba las entrañas: leche a cántaros, mala leche, leche fresca, leche en nata…
Para los unos se hacía indispensable echar al suelo las placas, estatuas, y cruces que recordasen al enemigo; reescribir los libros de Historia con tinta invisible para que nadie se molestara. Su objetivo prioritario era perseguir al enemigo hasta su tumba, fusilarlos, y esparcir sus cenizas como abono de la “memoria histórica”.
Todo un cuadro surrealista de fuertes trazos picassianos, que para nada era plato de buen gusto: el Día de la Bestia, en versión distinta a la de Alex de la Iglesia, con publicidad de carteles de cine: ricachones, vaqueros, jugadores de timba, espíritus evangélicos, evasores fiscales, artistas del cuento, subvencionados de la causa, cocainómanos, corruptos, pistoleros, moralistas, etc…
La máxima expresión del arte: el Ojo Vigilante que todo lo ve.
Mi opinión es que la peña (politólogos, asesores, cineastas, creativos…) se equivoca, que la expresión del pueblo español no es ni la ceja, ni la rosa, ni la cabra, ni el pollino, ni tampoco el lechuguino del anuncio de “Pescanova”; como máximo el sillón, el cómodo sillón de funcionario, el sillón del hartazgo, el sillón del silencio de los corderos, el sillón de quien se aburre del espectáculo que los políticos nos ofrecen, de la soberbia, y de los chistes de Cristobalito Gazmoño, y adláteres: “Soy un niño más listo…”.
Nota: El Papa dice que vendrá a España “cuando haya paz”.
¡Pues mire usted qué disgusto..!
Yo le diré que mi dinero es calderilla, que ya va sobrado con lo que tiene…
Viendo lo que veo me digo que " el cristal con que se mira" a veces nos hizo estar ciegos…
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