7 de julio de 2021 | Joaquín Rayego Gutiérrez

La visita de los chistes

─ “¿Qué es preferible abuelo ser de derechas o de izquierdas? Pues verás, antes que nada no ser gilipollas”. (Mingote)

La visita de los chistes
La visita de los chistes
En mis años de colegial era habitual compartir entre amigos algunos de aquellos chistes escatológicos que tenían por protagonista a Quevedo; como aquél en que nuestro hombre, acuciado por la necesidad, se acomoda tras una esquina para deponer ante los asombrados ojos de una chica, que sólo atina a decir “¿Qué vedo?”, con la consiguiente respuesta del interesado: “¡Joder, hasta por el culo me conocen…!”.
Del ingenio del autor de “La visita de los chistes”, era receptor el pueblo llano que, entre las múltiples anécdotas que atesoraba de él no podía faltar aquélla en la que D. Francisco hacía víctima a la reina de un imaginativo calambur:

─ “Entre el clavel blanco, y la rosa roja, Su Majestad es─ coja”

O aquella otra que tenía al rey Felipe IV por destinatario:

─ “Dadme el pie”, le decía al monarca, que previamente le había pedido la gracia de una ocurrencia. Y, para provocar el buen ambiente que hiciera más notable el chiste, el soberano no dudaría ni un instante en ofrecerle su pie, estimulando en el escritor la visión animal de su real figura:

─ “En semejante postura/ dais a comprender, señor
que yo soy el herrador/ y Vos… la cabalgadura”.

De cuentos y chistes como estos habrían de surgir los refranes, que no dejan de ser un epitimo ─ un compendio, o resumen de historias más extensas─, que pasarían a formar parte del patrimonio cultural de nuestro pueblo.
El hidalgo madrileño, cojo y miope por más señas, fue uno de los adelantados en el terreno del humor negro: un crítico mordaz, y un agudo satírico que hizo objeto de su afilada pluma a destacadas personalidades ─como D. Félix Lope de Vega, o D. Luis de Góngora ─, y oficios ─ médicos, escritores, jueces, funcionarios corruptos, etc…─.
A los ojos del lector, D. Francisco fue una personalidad de su tiempo: homofóbico, y antisemita; metafísico y espiritual; grosero y obsceno; enamorado y misógino…; una personalidad de todo punto inabarcable, e imposible de medir por un “cum laude” de pega, o por uno de esos “inspectores de parques y jardines” dedicados a pasear, para así justificar su sueldo.
Como gran parte de los españoles de hoy en día, Quevedo fue un esperanzado defensor de la grandeza de España, y un consternado espectador del estado ruinoso de su presente, por si acaso pensaban borrarle de un plumazo:

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salime al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

*******
Con motivo de la tan traída y llevada " guerra de las lápidas" me acaba de enviar un conocido un wassap con una de esas noticias "frescas" que ya huelen a podrido en Dinamarca, pues hace la friolera de 6 ó 7 meses que me la enviaron como primeriza.
Sabido es que desde arriba los pregoneros del Partido Único manipulan la realidad, y la tergiversan, con elipsis, supresiones, añadidos, y toda clase de emplastos, y barnices; "palabros" y neologismos cuya única finalidad es la de captar mentes vírgenes, como un nuevo "Tío del Saco"; provocar extrañas y viscerales reacciones; justificar sus malas acciones; y borrar las huellas del delito.
Como el caballo de Troya que los griegos dejaron abandonado, con "regalito sorpresa" en su interior, mientras esperaban escondidos en la isla de Ténedos.
Con el más agorero de los desparpajos a menudo se acosa al españolito de a pie con piropos como aquel que significa " rechazo de un hecho histórico o de una evidencia que consideran desagradable y crea malestar".
"Negacionista", es el nuevo palabro - ariete, que es tanto como decir que si votas lo contrario de lo que el dictador quiere, te condenas de por vida a las calderas de Pedro Botero: a ser un facha, un anormal, o alguien a quien Freud detectó un grave problema histórico que aún está por resolver.
Ya lo dijo André Malraux, uno de esos comunistas " panza al trote" que aplaudía a rabiar los crímenes de Stalin: hay que pertenecer al grupo de los perdedores, como él perteneció. Y servidor, que es muy cumplido, se hizo seguidor del Betis, el equipo del “manque pierda”.
¿Pues no dicen los muy pijos que el español no lee? ¿Y si no lee, es que ni entiende, ni sabe; ni siente, ni padece...? ¿Y siendo así cómo les puede crear malestar un "hecho histórico"; uno de esos capítulos que D. Cursi se encarga de escribir, y emborronar cada día a golpe de mentiras?
Y cómo entonces, me pregunto, niños de tan sólo doce añitos, están en condiciones de decidir un tema tan trascendental como es un cambio de sexo, prescindiendo de toda clase de opiniones autorizadas.
Será preceptivo que, de aquí en adelante, padres, profesores, y demás contribuyentes de la S.S., asistan a las clases de F.E.N. que se imparten en la O.J.E., como condición indispensable para poder asistir a los viajes del INSERSO.
Es de suponer que esta casta de dirigentes, de la estirpe de Pol Pot, será juzgada en su día por un Tribunal de Justicia, como se hizo con los nazis.
Mientras tanto nuestros hijos, seguirán viviendo en casa, a expensas de los viejos, que ya sólo son un trozo de carne picada para Hacienda; o bien, asumiendo de por vida la interminable hipoteca de un piso que, como donantes de sangre, se comprometieron a pagar a los usureros de marras.
Tantos años de democracia nos trasladaron la feliz impresión ─“feliz”, otra palabra usurpada por los “Promotores de Paraísos”─ de vivir en una dictadura, que ni es el reino de los mejores, ni siquiera el de los números; tan sólo lo es de unos cuantos, cómodamente apegados al sillón, que sólo piensan en medrar, y que se juegan al azar el futuro de nuestros hijos: toda una generación de buenos profesionales, sin seguridad en el empleo; de esclavos de su trabajo ─ tres guardias a la semana, y en permanente " estado de revista", que no es nada si se tiene en cuenta que lucharon contra el Covid embutidos en sacos de la basura─, sin vida que disfrutar, ni tiempo que dedicar al cuidado de los hijos; sin la capacidad de acceder a una vivienda, como hicieron sus padres con mucho menos conocimientos, a no ser mediante una patada en la puerta.
¡Que si esto no es de chiste..., que venga Quevedo y lo vea!
 
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