9 de marzo de 2021 | Pepe Bernal
Vivir para ver
Pepe Bernal
Quiero pensar que no es miedo lo que siento, no tengo edad para ir al frente, y a estas alturas, lo mismo da morir de un tiro que de un infarto. Lo que me abruma, es pensar lo que me queda por ver, tras ir pasando por tantos momentos críticos de está maldita pandemia. Aún está presente en mi vida la cercanía con aquella generación que sufrió en sus carnes nuestra contienda.
El viejo Mao, sostenía que no había generación de más de 50 años que no viviese una guerra. La nuestra, la mía la ha superado y no me gustaría “vivir para ver”. Veo las pasiones encendidas propiciando la indignación, la ruina y el caos, que llegan de sujetos enfermos patológicamente, y esto no es nuevo, siempre en cada generación del tiempo el hombre lucha contra el hombre, a veces bajo el concepto del ojo por ojo y diente por diente, en otras volviendo la otra mejilla. Veo una especie de juego a la ruleta rusa con recompensa de poder si ganas o cielo si pierdes. La más antigua motivación para el guerrero. ¡Por Dios! ¿A estas alturas? ¿En esta civilización? Aferrado a mi formación como vínculo con la razón, he de remontarme a la filosofía primordial para comprender algunos comportamientos.
Platón creía que las causas fundamentales de la guerra residían en la corrupción de las almas. Porque superadas las necesidades básicas se pasa a una generación de lujo y de poder que lleva la codicia y la ambición humanas a matar por conseguirlo o mantenerlo.
En oposición está Lucrecio que aunque comparte con Platón la indagación por los motivos de los conflictos, sostiene que la guerra es una expresión del atraso económico y tecnológico. La falta de progresos técnicos engendra un individualismo feroz, que no llega a ser contrarrestado por la sociabilidad humana y la abundancia económica que Platón señalaba como causas del conflicto.
Una tercera teoría de las causas, más antigua aún que la de Platón y Lucrecio, fue la enunciada por Heráclito, quien creía que el progreso y la industria no motivan ni tampoco impiden la guerra y que ésta es, en cambio, básicamente una manifestación de la naturaleza.
Aunque me sienta pacifista militante, no me ciega la prudencia.
Las teorías de Marx convertidas en marxismo vulgar condujeron, no obstante, a una teoría poco matizada del desarrollo social fundada en las clases sociales. La presión ejercida para obtener mercados o zonas de influencia fue explicada con excesiva simpleza, atribuyéndola al móvil del beneficio de un puñado de financieros. Se ha explicado el imperialismo como una conspiración capitalista para incitar a los gobiernos a declarar guerras en interés de los grandes intereses o los grandes negocios.
Pero lo anterior no basta. La conciencia y la inteligencia humana deben desactivarse de ideologías, como único medio para desactivar el permanente peligro de la guerra. La desactivación de las armas pasa por la desactivación de las mentes.
¿Cuál es el futuro de las guerras? Algunos dicen que un mundo sin guerras, angustias, penas y dolor es imposible y utópico. La paz mundial es perfectamente posible. En realidad, la verdad es que dado el efecto de autodestrucción total que una guerra mundial puede hoy provocar, lo utópico es pensar que el mundo puede seguir indefinidamente sentado sobre la bomba de tiempo que las ideologías totalitarias han construido.
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