20 de enero de 2021 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Tela de araña
- " Cada vez más historias virtuales ocupan el lugar del mundo real en nuestro imaginario"
Tela de araña
"La naturaleza imita al arte", decía Óscar Wilde; y no le faltaban razones para mostrar la influencia del arte en nuestro particular modo de ver la realidad.
Que bien visto a cuántos de nosotros no habrá " civilizado" el conocimiento amable de una cultura distinta; a cuántos no habrá arrastrado a la acción la lectura de un buen libro; a cuántos no habrá hecho más sociables el ejercicio del baile; y cuántos no se habrán dejado llevar por la impronta que dejó en ellos una música, o una poesía...
La llegada del cinematógrafo, a comienzos del s. XX, vendría a dar más razones al referido escritor.
El apoyo de la técnica, el uso de nuevos códigos, y la relación interdisciplinar con las restantes artes, dotarían al cine de un dinamismo hasta entonces desconocido.
De lo particular a lo colectivo, el llamado "séptimo arte" se habría de convertir en un fenómeno de masas; en un espacio virtual consagrado a la ficción, el documental, la estética, o la propaganda...
De su mano vendrían las grandes transformaciones sociales del siglo.
La pintura, y la escultura se harían más dinámicas con las aportación de los Marinetti, los Rodin, y tantos otros artistas de vanguardia que desarrollarían en sus obras una nueva interpretación de la línea, el símbolo, el color...
La música degeneraría en cacofonía, según la interpretación subjetiva de Virginia Wolf:
- " De repente la música se detuvo (...) La música cambió; se cascó; se rompió; se melló. ¿Sería un foxtrot? De todos modos, lo cierto era que el ritmo coceaba, se encabritaba, se quebrada..."
El arte mostraría así los mil y un recovecos de la sensibilidad moderna, y los tics de una sociedad desorientada, y neurótica.
Gregorio Samsa, el protagonista de "La metamorfosis", de Kafka, despertaría de la noche a la mañana convertido en una especie de insecto; en una monstruosa cucaracha, sin un mañana que soñar y compartir:
- " La aurora llega y nadie la recibe en su boca/ porque allí no hay mañana ni esperanza/ posible".
Y así las cosas, entre vergonzosos holocaustos y aniversarios de guerra fría, en el espacio que media entre un "No- Do" y una película de cow- boys, en 1968 habíamos de asistir a lo que se ha dado en llamar "el mayo francés".
La música ocuparía entonces un lugar privilegiado en la agenda juvenil, y los "movimientos contraculturales" - hippies, beatniks, rock, y revolución sexual- dejarían oír su proclama antibelicista - el repetido eslogan de "Sexo, drogas, y rock & - roll"- con la maravillosa pretensión de hacer visible un mundo de paz, de amor, y de armonía.
Woodstock, y la Isla de Wight serían escenario de un nuevo modo de vida, y punto de encuentro de unos
jóvenes coloristas y melenudos.
En España el rumano Valerio Lazarov se convertiría en la avanzadilla de esta nueva "cultura", mediante el uso desproporcionado de la psicodelia, y el zoom.
El hombre, ser utópico y contradictorio por naturaleza, encierra lo mejor y lo peor de sí mismo en esa etapa creativa de su juventud: una enseñanza que es necesario aprender, para no caer en los mismos errores.
Lo que aquéllos pretendían era mostrar su descontento ante tanta falsedad impostada, zarandear a una sociedad acomodada y pazguata, y chutar en vena toda su carga de amor; de olímpica, y desinteresada rebeldía.
Por desgracia, aquel remedio homeopático sólo quedó en agua de borrajas, y tan brillante energía devino en desilusión, en falta de voluntad, y de compromiso, en una mística de la casualidad y el azar, en una depreciación moral de "lo bueno conocido", y en ganancia de pescadores.
Con el tiempo el cine, dejaría paso a a la televisión, a "los números sin arte" - que así también se construye la democracia- y al uso compulsivo de Internet.
La psicodelia se había de convertir en un arma de destrucción masiva: en un esperpento a medio camino entre " lo políticamente correcto", y el cuento de la buena pipa; en tara ideológica, o anagrama de partido vencedor.
Y aquí ya nadie sabrá a ciencia cierta si pertenecía a un bando, o a otro; si está vivo, o si murió; si tiene dinero en caja, o si en realidad es un rollo de papel; si conviene bozal en boca, si camelo azucarado, o si cabra de la legión...
Allá en su poltrona de espumas seguirá mandando D. Nadie, como se puede apreciar: dictadores, hipócritas, reyezuelos, buscavidas, chaqueteros de arruga a lo Adolfo Domínguez, pasteleros, ineptos, "la voz de su amo" en formato elepé...
Conviene saber que en el ánima de un cañón hay estrías, en forma de círculo, que dirigen la implacable trayectoria de un proyectil.
Cual araña tigre, izquierdas y derechas disputan la presa, apuntando siempre a un mismo objetivo: la víctima muelle, atrapada en su tela invisible.
¡Que Dios nos libre del veneno de araña, y del tósigo infame de los populismos!
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