Entre los bienes heredados, que entraron a formar parte del "ajuar" familiar, figuran una vieja cama de madera, unas mesillas de noche, una cómoda, un tocador, una máquina de coser, un reloj de pared, objetos de loza, retratos, jarrones, un crucificado, y un Niño Jesús.
Son objetos que significaron para nuestros mayores años de esfuerzo, y meses de salario; objetos que encierran la verdad palpitante de una forma de vivir, de la vida cotidiana de antaño, del trabajo artesano y bien hecho, del paso del tiempo, de la belleza útil, de la laboriosidad, de la vida que puja con fuerza, y de la muerte irreparable.
Una cama que sería en su momento el escenario principal del nacimiento y muerte en familia; una máquina "Singer" que lo mismo serviría para un cosido, que para un remiendo; un reloj de péndulo que llamaría al trabajo mañanero a golpes de campana...
"Trastos viejos" todos ellos que hoy nadie querría acoger como herencia, y que para muchos revelan unas formas desfasadas, antes incluso de que nos colonizaran, a fuerza de talonario y publicidad, los inevitables asesores de imagen, los "Ikea", " El Corte Inglés", y otros tales.

En un día tan señalado como éste, en el que los cristianos celebran el nacimiento de un niño, y cada vecino presenta a la mesa lo poco o lo mucho que tiene, yo quisiera llevarte una imagen que a mí me resulta entrañable: es una figura de pasta de Olot, que ocupó un lugar destacado en la casa de mis padres.
Es la imagen de un niño mofletudo: la fiel representación de la belleza que brota con energía imparable; la verdad inviolable encarnada en sus ojos de niño; la tremenda fuerza de la humildad, y alegría de la reconciliación, plasmados en un desnudo, en unos bracitos acogedores.
FELIZ NAVIDAD!

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