20 de febrero de 2020 | Joaquín Rayego Gutiérrez

Pregón marino

¡Algas frescas de la mar, / algas, algas!”

Pregón marino
Pregón marino
A unos días de la proclamación oficial del Carnaval de Cádiz una brisa de aire fresco ha vuelto a sacar a la luz la alegría de este pueblo, a poner sal en los labios de copleros y murguistas, a ventilar los problemas al sol, y a hacer de cada rincón un espacio para la tertulia, y la crítica.
Nuevamente la poesía ha vuelto a salir a la calle; la ciudad brinda al visitante su atenta hospitalidad; y el viejo “tutilimundi”, preñado de imágenes, devuelve al espectador a otros tiempos, y otras voces, a las que ni siquiera el progreso ha podido sepultar: padre, madre, hermano, amigo, biznaga, jazmín, jábega, palangre, trasmallo,…
El mar se convierte así en un enorme recipiente donde la vida se derrama a manojitos; donde los pensamientos van y vienen en oleadas; donde los mejores versos se escriben con tinta simpática sobre la arena, para que el agua los borre al instante, como diría Juan Ramón Jiménez en una imagen poética cargada de plasticidad:

─ “¡Ay fuga mojada y cándida/ sobre la arena perlada!”

El 3 por 4 de las chirigotas es un ritmo jovial, sin asomos de conflicto ─ al menos en lo que a la música se refiere─, y sin más pretensión que pueda tener un pregón, un piropo elegante, un tema “de circunstancias”, un justificado exabrupto, o una gota de agua en la arena.
Sin disonancias en la música la protesta se enmascara, dando paso al “diletantismo”, y a la “agudeza y arte de ingenio” que diría un tratado de retórica.
Imaginad, por comparación, a un gaditano cantando un tanguillo, y a un francés repitiendo el “¡ Marchons!” de “La Marsellesa”, con todas sus consonantes en pie de guerra.
Del mar, y de sus vivencias, hablan los gaditanos cada vez que se pone a tiro; que por algo llevan a gala ser la ciudad más antigua de Occidente, fundada por los fenicios.
Y del mar hablan también un sinfín de pregoneros, escritores y poetas, de los que esta tierra es pródiga; entre otros, el malagueño Manuel Alcántara:

─ Vine a la mar y me encontré en la arena /─ niño llevando cubos a la pena
y palas a la orilla del verano ─.
Me hice a la mar, estando hecho al recuerdo, / por perderme otra vez como me pierdo,
junto al que fui, cogidos de la mano.

Manuel Porras Alcántara, nacido un 10 de enero de 1928 en el barrio de la Victoria, fue uno de esos “niños de la guerra”, que vivió los desastres de la guerra a la tierna edad de ocho años.
Hasta entonces su infancia había transcurrido felizmente en un colegio de curas, del que escapaba cuando podía para alimentar su pasión por el fútbol ─ “jugábamos al fútbol en el Lejío, que aún no era El Ejido”─, y más en concreto por “El Malacitano”, el club al que estuvo “ligado” de por vida:

─ “No hay Alzheimer que me pueda olvidar la alineación: Pedrín, Chales, Juanele, Junco, Salazar,.., Entonces el dinero no lo era todo y quizás por eso las cosas se quedaban en nada, pero no podía afectar a mis sentimientos. ¿Qué me importa que ahora se juegue infinitamente mejor?”

Lo demás, lo sabido, que “en todas las guerras, quien muere primero es la verdad”, y que en ese periodo de postguerra, en el que el personal se disputaba hasta un trozo de piel de batata que llevarse a la boca, “la palabra que más sonaba era “estraperlo”:

─ “No se estaba ya en guerra aquel verano, / mi padre me llevaba de la mano, yo estudiaba segundo de jazmines”.

De esa época el poeta recuerda las pedreas entre niños; los viejos oficios, ya desaparecidos, como el de paragüero, afilador, lañador, recovero, corsario…; los pregones callejeros ─ “¡María la sal molía”!”─, pletóricos de poesía, y evocadores de personajes como aquel “Quijá, el florero”, a quien retratara Luis Montoto en una hermosísima prosa.
Con diecisiete años el joven marcha a Madrid, donde su padre ha sido destinado.
Allí colaborará en la radio, y entrará a militar en las filas del periodismo donde habría de escribir un total de treinta mil artículos; amén de su faceta poética, desarrollada en numerosos poemarios, y por la que se hizo merecedor de cuantiosos premios.
Tras su estancia en la capital, regresaría a su tierra natal para instalarse en el Rincón de la Victoria donde, según él mismo decía, “a falta de otros records, tengo el record de contar gaviotas”.
Falleció el 17 de abril de 2019, entre muestras de cariño de sus paisanos y amigos; entre otros del cineasta José Luis Garci, quien despedió a su “hermano electo” en un emotivo artículo publicado en la Tercera de “ABC”.
En su honor el municipio de Vélez Málaga ya había hecho instalar, allá por el año 2.006, unos paneles cerámicos, donde figuran algunos de los poemas que escribió.
Para quien los quiera leer, los encontrará reunidos en el Paseo Marítimo de Torre del Mar, en lo que se ha dado en llamar el “Paseo de los Poemas”:

─ “Sólo los poetas, que lo ven todo por primera vez, no están curados del asombro que produce la contemplación del mar”.

******

─ De mí, una guitarra. / Cuando yo me haya ido/ ─qué triste que me vaya─
de esta madera mía/ que me hagan una guitarra.

─ Me hice a la mar, estando hecho al recuerdo, / por perderme otra vez como me pierdo,
Junto al que fui, cogidos de la mano.

─ A la sombra de una barca / me quiero tumbar un día; / echarme todo a la espalda
y soñar con la alegría.

─ Cuando termine la muerte, / si dicen: "¡A levantarse!", / a mí que no me despierten.

─ Que por mucho que lo piense, / yo no sé lo que me espera/ cuando termine la muerte.

─ Que yo me conformo siempre, / y una vez acostumbrado/ a mí que no me despierten.

─ Para encontrarme conmigo/ vuelvo a salir a la calle, / calle del tiempo perdido.

─ Para encontrarme contigo/ estoy buscando en el suelo/ las huellas de su sonido.

─ Para encontrarme con nadie/ me pongo a mirar arriba,
¡Auxilio, que Dios me ampare!

─ Mis cuentas no están cabales: / me falta una golondrina/ y me sobran tres cristales.

─ Mira qué cosa tan rara: / pasé la noche contigo/ estando solo en mi cama.

─ En este día cualquiera/ párate a ver cómo canta, / antes que me vaya fuera,

─ Mi corazón en tu mano/ y tu boca en mi garganta/ por la mañana temprano.

─ Ponte a vivir como loco: / ama, ríe, bebe, olvida.
Puesto a vivir todo es poco/ por más que dure la vida.

─ Por la mar chica del puerto / andan buscando los buzos/ la llave de mis recuerdos.

─ El mar no puede morir, / se quedará navegando/ aunque no haya nadie aquí.

─ Si otros no buscan a Dios/ yo no tengo más remedio: / me debe una explicación.

─ No digo que sí o que no. / Digo que si Dios existe/ no tiene perdón de Dios.

─ No digo que no o que sí. / Digo que me gustaría/ que Él también creyera en mí.

─ Yo no le guardo rencor. / Si le encuentro alguna vez/ nos perdonamos los dos.

─ Mi pobre tierra no puede/ darme lo que estoy buscando. / Nadie da lo que no tiene.

─ Yo no culpo a Andalucía, / sé muy bien que a su esperanza/ le pasó lo que a la mía.

─ Averigua quién te dio/ esas ganas de morirte. / Ha tenido que ser Dios.

─ Ha tenido que ser Dios / un día que estaba triste. / No tiene otra explicación.

─ Yo no sé qué voy a hacer/ cuando se me vaya el tiempo/ y no pueda irme con él.
 
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