29 de noviembre de 2019 | José Bernal Roldán
La invasión de los bárbaros
José Bernal Roldán
Esto de pensar, produce miedo, y aunque uno, a estas alturas tenga poco que perder, ya comienza a temer por los demás y por qué ve en riesgo valores fundamentales que siempre trato de defender.
Ahora, en este tiempo que se intenta dar a los demás, todo pensado, y que la gente se posiciona a tenor de unos principios basados en el bienestar por encima de las ideologías, es fácil dar argumentos para convencer de que lo contrario de bueno, es malo. Como un antónimo, sin mayor valor añadido ni reflexión argumental alguna.
La democracia, en su agotamiento, ha olvidado las garantías individuales a base de triunfos partidistas o nacionalistas, a base de imponer miedos o mentiras. Razones comparativas, podrían resultar odiosas, aunque para nada, descabelladas.
Rousseau planteaba que una democracia sólo funcionaría en un país pequeño, por los problemas de logística en el sufragio. Hoy día, con la combinación del DNI electrónico, Internet y el proceso tradicional de voto en persona podría solucionarse. Estas facilidades posibilitarían llevar a cabo referéndums sobre los temas realmente importantes: leyes orgánicas (sistema de autonomías, régimen electoral general, leyes que afectan al desarrollo de los derechos fundamentales y las libertades públicas), leyes sobre inmigración, educación, condenas del Código Penal sobre homicidios y otras aberraciones, la entrada en organismos internacionales (ONU, OTAN, UE) o la inmersión en conflictos bélicos.
El pensador francés también solicitaba igualdad en categoría social y fortuna. La clase media es la mayor en las sociedades desarrolladas, y un sistema progresivo de impuestos mejor elaborado disminuiría la diferencia de clases. Por último, Rousseau veía necesaria una sencillez de costumbres para “evitar multitud de cuestiones y discusiones espinosas”, un tema más complicado de abordar que debería someterse simplemente a la voluntad de la mayoría real.
Sólo de esta forma la democracia pasará a ser realmente el gobierno del pueblo (demos kratós), y no una oligarquía camuflada que contenta al ciudadano los meses antes de las elecciones para defraudarles durante cuatro años.
Los mitos y las alegorías occidentales sobre democracia, son desde siempre pompas de jabón. No sé si alguna vez existieron o sólo en la cabeza de los intelectuales, porque en lo práctico y real los poderes oscuros y oscurantistas siguen siendo la tónica de la política europea. La democracia es el circo de los pueblos o los más pobres. Esos mitos de la cuna de la civilización occidental, son discursos demagógicos hermosos pero irreales. La democracia europea está destruida, ya es historia, como le ocurrió al Imperio Romano. ¡Miedo me da! Una nueva invasión de los Bárbaros.
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