18 de noviembre de 2019 | José Bernal Roldán

Retroceso

Retroceso
Retroceso
El mundo retrocede. Tal vez sea razonable dar un paso atrás cuando se está al borde del abismo. Aquello de divide y vencerás no se pensó para el imperialismo ni para los países poderosos, que añaden asegurada la libertad a la grandeza y a la unidad. La disgregación de los miembros de un cuerpo, es propia de los momentos de crisis, de la necesidad de cortar por lo sano. Nacionalismos y regionalismos son frutos del árbol caído, a los que se accede con más facilidad.

Cuando no se sustenta la economía, las carteras de los ministerios se quedan vacías y no hay fondos para pagar el rescate de la libertad que despilfarraron los hijos pródigos, que regresan ahora a que el padre los convide, en detrimento de sus hermanos.

En otro tiempo, la palabra ruin, no era sinónimo de codicioso y mezquino, si no de pequeño y desmañado. De igual modo algo está alterado en nuestra escala de valores porque lo débil y desprotegido se ha vuelto ruin para los que gobiernan, por ello lo castigan a pagar todas las deudas del estado



Se trata de la desaceleración mundial (que hace nada se llamaba globalización) y hasta los países mas ricos la padecen, y los ricos también lloran y empiezan a barrer para casa. Porque si se le quita a las personas pudientes o a las naciones pudientes la posibilidad de ejercer la caridad, tienen que quedarse con la justicia y eso no suele gustarles.

Para ellos desacelerar no es retroceder si no aflojar el ritmo que llevaban –que les gusta menos-.

En este orden de cosas no me extraña que la gente esté loca por hacer ejercicio, por invadir los gimnasios y combatir el colesterol que hace una década almacenó a base del sedentarismo del estado del bienestar. Que los políticos estén corrompidos de acudir a favores y los sindicatos defrauden en los cursos de formación de desinformados. El barroco decadente de una sociedad de consumo de chucherías y del chocolate del loro, de la mentira repetida hasta ser verdad, de la aceptación de “lo malo conocido” y de la corrupción compartida a todos los niveles. Ya los valores están devaluados. Estamos deshumanizados. Como decía mi padre, cuando apreciaba alguna sinrazón: “Vamos para atrás, en lugar de ir para adelante".
 
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