15 de septiembre de 2019 | José Bernal Roldán
El político Frankenstein
¿Qué ha aportado la derecha española al pensamiento académico de las ciencias sociales en los últimos lustros?
José Bernal Roldán
Ya no se puede gobernar honradamente, porque nada se puede prometer honradamente. No se puede explicar políticamente porque no sucedieron las cosas como uno predijo, ni se pueden atender todas las necesidades. La política no es una religión ni sus profesionales juran honestidad. Convencer con la democracia es disimular ese poder que dan los votos para hacer lo que a uno le da la gana.
Cada uno ve a su rival como enemigo o como a su propio depredador.
Como dijo el viejo Borges, la izquierda dice que todo el que no es de izquierdas es facha, que es lo mismo que decir que todo el que no es católico es mormón.
En la derecha no existe la desorientación. Ni tampoco su opuesto. Simplemente hay una laxitud institucional. No dimite nadie a pesar, de las evidencias y la enorme magnitud de la financiación ilegal. Y ni falta que hace, les votan igual.
Tampoco existen en las tres derechas discrepancias ideológicas. Para ello debería de haber primero un sistema de valores éticos mínimos, que inspirara diálogos y controversias, pero más allá de la búsqueda de poder, poltronas y dinero fácil, no es posible encontrar más que desierto. ¿Qué ha aportado la derecha española al pensamiento académico de las ciencias sociales en los últimos lustros?.
En definitiva, la izquierda no está para tirar cohetes, está muy dividida, y no se ponen de acuerdo ni para centrar a sus votantes. Y la derecha tranquila en su gabinete del miedo llega hasta engendrar hijos en un centro democrático inútil.
Ya no se puede filosofar de política, porque han sucumbido principios nobles de Confucio o Aristóteles en aras de Maquiavelo.
¿Qué esperábamos de la ensalada variada que hemos elegido como desorientados electores del caos político actual?; ¿Un político Frankenstein hecho con retales de “líderes”?. Aunque cien veces nos llamasen a votar, tendrían que contar nuestros queridos gobernantes con una pequeña, o no tan pequeña, ración de minorías, llámense nacionalistas, radicales o como se quiera… Es lo que tiene tanto divagar y tanta demagogia que, al final, la gente está empezando a tener miedo.
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