8 de julio de 2019 | Joaquín Rayego Gutiérrez

Alas

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Alas
─ “Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos”.

A finales de la década de los cincuenta el dramaturgo madrileño Edgar Neville se pronunciaba acerca del español de su tiempo diciendo que era “una especie de isla autóctona, con su legislación privada y su concepto particular sobre las cosas”; un individuo con “independencia de criterio”, a quien “no le gusta andar en manada como los borregos”; y que “sin ser orgulloso no es incondicional de nadie, sino condicional, y le aplaude sinceramente cuando aprueba lo que ese hace alguien hace y cuando no lo aprueba está muy lejos de aplaudirlo”.
Mucho ha llovido desde aquel entonces; y del insólito intento de españolizar a Europa a la unamuniana voz de “¡Que inventen ellos!” hemos pasado a ondear la bandera de Europa, de la globalización, de la tecnología digital, y a tomar a codazos “el tren del progreso” sin tener en cuenta al que viene detrás, o al que se siente heredero de un gen perdedor.
Y de ahí a la primacía de la máquina sobre el hombre, como muestran esas novelas de ciencia─ ficción que presentan al individuo como un trasto obsoleto, un pedazo de escoria de carbón, o un torpe desecho de un mundo analógico con fecha precisa de caducidad.
Para mi padre el mundo tenía las dimensiones justas de su pueblo y de sus ovejas. Lo demás, un pantalón de rayas para sentarse en el suelo, y para pegar la hebra con el primero que pasase.
Otro tal mi amigo Jacinto Jiménez, natural de Punta Umbría, que cumplió 82 años el pasado mes de abril, y que desde sus recién estrenados nueve abriles se lo ha pasado currando en lo que buenamente surgió.
Jacinto hizo las veces de padre, de madre y de hermano; trabajó de pescador; se echó a la mar bravía como cocinero; ejerció de guitarrista en los tablaos flamencos de Barcelona; y como él mismo dice convivió “con jugadores de cartas, con mafiosos, con drogadictos, con tahúres... y en todas partes entré igual que salí, como la Virgen de Fátima”.
Ahora el bueno de Jacinto se dedica a tareas de casa, a pasear a su mujer, atada a un respirador, y a ayudar a todo aquél que lo solicite; que allá va él, con sus andares sueltos, y sus alegres saltitos de pajarillo doméstico, para devolver al prójimo lo mucho que Dios le dio.
Qué lejos aquella forma de vida de esta otra que alguien definió como “¡Programa, programa y programa! (…) ¡Que los programas están hechos para no cumplirlos!”
“Ya no sé quiénes son los nuestros”, me confesaba un militante y fiel devoto del PC, a poco de inaugurarse la democracia en nuestro país.
Y cómo había de saberlo si de golpe y porrazo ya estaba en “el reino de la cantidad”, de la programación digital, y de los números precisos; de las estadísticas manipuladas, y del “corpus interruptus” de una trajeada ideología que poco tenía que ver con la realidad; de las jugadas publicitarias donde, por mor del dinero, salían juntos a pasear el lobo y el cordero, el asesino y la víctima, el explotado y el explotador.
A diario el periódico nos bombardea con la charanga "virtual" de los excelsos próceres de la política; a diario nos viste de fiesta, con traje de faralaes, o nos pone una nariz de payaso para hacernos partícipes de toda esa parafernalia que rodea a los animadores de circo.
A diario ríos tinta sobre la catadura moral de algunos “imprescindibles”; a diario los ostentosos dimes y diretes que nos sacan de quicio; y a diario las elucubraciones sobre si el Barça tirará la casa por la ventana, o si los nuevos fichajes de Zidane serán los más convenientes para su equipo.
España es un país para reaccionarios, para gente que sabe vivir y que gusta del chanchullo, decía Baroja en "Desde la última vuelta del camino".
El novelista de Itzea olvidó hablar de la “salsa rosa” y del esperpento televisivo como forma tendenciosa de manipulación, pero bien mirado saca uno la impresión de que lo que decía era verdad: que el espíritu del chanchullo y de la rapiña hizo mella en politiquillos que gastan su tiempo en locales de baja nota, y que tiran por la borda su honradez y dignidad subvencionando a sus allegados con dinero del común:

─ “Al español le gusta el chanchullo constante, el capricho, la postura.
Este sí, el otro no. De ahí no saldría jamás.
─ Este tipo tiene cinco destinos magníficos,
─ Y no trabajará ni irá nunca a la oficina.
─ Nunca, hasta los pagos se lo llevan a casa.
─ ¡Qué tío!
Y esto produce admiración.”

Y cuando tanto se desconfía de esa falsa ideología que sólo mira por el bienestar de unos pocos, pero que en nada atiende las urgencias y necesidades de la clase honrada y trabajadora, de quienes sufren el sin vivir de no llevar un triste salario a casa; y cuando tanto nos resbalan por repetidas la falsa moralina, la desvergüenza, el cinismo, y la moral altisonante de quien regala consejos sin aplicárselos a sí mismo, hay gestos que llaman a la confianza en el prójimo, y que nos reconcilian con el mundo.

En la versión digital del periódico “Infoguadiato” aparece en estos días la convocatoria de un concurso destinado a premiar la mejor propuesta empresarial de emprendimiento y desarrollo económico en la Cuenca Minera del Guadiato.
El mecenas y promotor de la idea es el empresario D. José Horrillo y López del Rey, natural de Peñarroya ─ Pueblonuevo, y residente en Madrid.
Desde niño escuché ese apellido, y hasta creo recordar que había un compañero en el colegio, estudiante de Magisterio, que ocupaba un aula vecina a la mía, y que se apellidaba así.
Pero poco han de importar las penurias pasadas, ni las galas familiares, si quien nos presta sus alas para volar es uno de los nuestros; y si quien ofrece su dinero lo hace con la mayor disposición del mundo, en la fe de los suyos, y en la confianza de lo importante que es una chispa capaz de alumbrar las buenas ideas, y la creatividad que esconde nuestra gente.
Verdad es que ningún beneficio nos vendrá que no procuremos nosotros mismos, con nuestro esfuerzo e inteligencia; pero si es con la ayuda y el empuje de benefactores como éste pues tanto mejor.
Tal vez en estas lides salgan a luz las pirámides de población de una España despoblada y envejecida; los nuevos trabajos; las nuevas necesidades de consumo; las armas de doble filo de un tipo de economía que nos obliga al derroche; pero es tiempo de vivir, y tiempo de solucionar los problemas inmediatos con los que el pueblo se enfrenta ; y en ello nos hemos de empeñar todos ─ de fuera y dentro, poderosos y humildes, confesionales e independientes, Hermandades y Asociaciones de Vecinos…─ sin que nada enturbie los fines.
La unión hace la fuerza. El futuro de nuestro pueblo no es cosa de un día, pero no podemos dejar pasar ni uno solo sin reivindicarlo ante las administraciones, y ante el “Sursum Corda” si preciso fuera.
En justa correspondencia por lo que fuimos, y por lo que volveremos a ser:

─ “Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos”.
 
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