11 de junio de 2019 | Joaquín Rayego Gutiérrez
La pregunta está en el viento
─ “A caballo en el quicio del mundo/ un soñador jugaba al sí y al no”
La pregunta está en el viento
Decía D. Francisco Giner de los Ríos que es en las cabezas donde verdaderamente se hace necesaria la revolución.
Y algo así han debido de pensar los rectores de La Victoria, localidad cordobesa donde estos días está teniendo lugar el VI Festival de Arte Contemporáneo ArtSur con la participación de artistas de distintas nacionalidades, y muy diversas disciplinas, dinamizadores de un sinfín de talleres, conferencias y proyectos, como la “performance” que con el nombre de “Terrible” presentan los peñarriblenses Jacinto Lara y Antonio Monterroso.
A tan dinámico pueblo le cabe el mérito de colgar una de las esculturas más representativas de Antonio Monterroso, que desde este sábado 8 de junio comparte espacio con otras muchas obras, en un museo al aire libre destinado a ser un notable referente en el mundo del arte, amén de un atrayente destino para un turismo cada día más en boga: el turismo cultural.
El poema escultórico que lleva por nombre “Du─ dar” sugiere una arquitectura tan sencilla y esencial que nos recuerda el barril en el que se pasó media vida Diógenes de Sinope, el filósofo de quien cuentan que cuando Alejandro Magno lo fue a visitar, ofreciéndole su hacienda, lo único que le pidió a tan excelso monarca fue que no se interpusiera entre su persona y los vivificantes rayos de sol.
“Du─ dar”, o el “Cubo de Monterroso” es un hueco con vistas a un universo de estrellas; una arquitectura sin muros donde la Naturaleza presta su fondo a un cúmulo de interrogantes que quien guste de paladear el buen arte se habrá planteado alguna vez :
─ ¿Qué nos quiere dar a entender la mordaz sonrisa de la Gioconda?
─ ¿Qué la mirada de la “Virgen con el Niño y San Juanito”, de Bernard van Orley, ensimismada en calibrar la armoniosa arquitectura de una pera que sostiene entre sus dedos?
─ ¿Qué el equilibrio gestual que no altera el ánimo de “Santa Bárbara” ─ la tabla es de Robert Campin─, encerrada con llave entre cuatro paredes, y en la que el espectador puede ver la apacible serenidad de la mujer fuerte, artífice de su propio destino, concentrada en la lectura de un libro.
Al otro lado del ventanal el paisaje que pintan Robert Campin y van Orley nos dejan la misma impresión, la que nos sugiere el esplendente colorido de los campos, el armonioso trino de los pájaros, la melódica rima de una fuente, la cantarina sonoridad de un arroyo…
Más allá de la mirada el artista, la naturaleza, y hasta el propio espectador, cuelgan su cómica y trágica balanza en el fiel mismo de la vida;
─ “A caballo en el quicio del mundo/ un soñador jugaba al sí y al no.”
La cultura y el arte nos muestran muy a menudo unas fórmulas repetidas.
Lo mismo da que sea una pintura prerrafaelista, que un grabado de Durero, que una tabla de los primitivos flamencos, que el “Dado de Monterroso”, cuya estructura misma ya encarna el vuelo del pensamiento, el azar de los acontecimientos, el juego de la ironía, la comedia, la tragedia, la duda…
Como diría el cantante “la respuesta está en el viento”. Geometría exacta del cubo. Geometría renacentista que busca concentrar en un punto la armonía y la perfección. Contraste de fuerzas entre los cuatro barrotes de una cárcel interior, o armonía de plumas que flotan al viento cual desenfadada pregunta.
Situada en plena naturaleza la obra de Monterroso probablemente le hará preguntarse a algún caminante que por allí pase: ¿Es esta obra de arte una invitación a la poesía, la sonrisa curva de una Madonna renacentista, o el madero en el que un Cristo ─ "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" ─ se debate a diario en un mar de dudas?
─ “Flores de sí/ Flores de no”, que diría Gerardo Diego en el vaivén de un “Columpio”.
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