5 de marzo de 2019 | Joaquín Rayego Gutiérrez
López Barneo, Medalla de Oro de Andalucía
Afortunadas las personas que, como el doctor Barneo, aman su profesión hasta el punto de superar toda clase de obstáculos
López Barneo, Medalla de Oro de Andalucía
─ “Nos preguntábamos qué debíamos seleccionar, cómo podíamos contrastar los partes del enemigo (…) con los informes republicanos, cómo podíamos traducir en hechos claros misiones y exposiciones oscuras, qué era lo verdaderamente importante en aquel cúmulo de zumbido de voces, qué lo defendible y qué lo determinante”.
Encallados en la arena del pesimismo, o embarcados en un mar de dudas, como el protagonista de “La estética de la resistencia”, el libro de Peter Weiss, fuimos muchos los que pasamos el día grande de nuestra “nación” en extrañas cavilaciones: allí el trasnochado concepto de tiempo en nuestros políticos ─ aquel “resistir es avanzar” ─; allí la consabida “reisiliencia”, que invita a los sufridores a superar los “malos tragos” de la vida; allí el dilema de optar entre una España en color, una España en colorines, o una España en blanco y negro…
Cual pretendida amante la política vino a traer el aburrimiento y la desazón entre sus apasionados admiradores, cansados de tan intensiva dedicación al “Diario de Sesiones”, de continuas conjeturas, de promesas incumplidas, de monólogos absurdos a los que únicamente ponen voz los intereses de familia, de su carácter impositivo ante cualquier autonomía, de su enrevesado lenguaje, de tanta causa y razón de quisquillosos dislates y de múltiples desdichas, que como diría Ortega y Gasset:
─ No hay majadero que no muera en su oficio. El tonto (…) no se sospecha a sí mismo: se parece discretísimo, y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se asienta e instala en su propia torpeza. El tonto es vitalicio y sin poros. Por eso decía Anatole France que un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio, jamás.
Pero demos de lado a todos esos malos sueños, y a tantas impertinencias que atormentan nuestro espíritu, y echemos a volar la esperanza y la ilusión, “que son las dos alas de la saludable felicidad que ni cesa ni aun se interrumpe”.
El pasado 3 de marzo, con el título de “Excelencia”, encontramos en “Diario de Sevilla” una fotografía de D. José López Barneo, acompañado del actual Presidente de la Junta de Andalucía, a la que ponía marco el siguiente pie de página:
─ En Sevilla hay una resistencia atávica al quejido y a no valorar, por desconocimiento casi siempre, lo que tenemos, que no es poco. Por eso conviene que muchas veces nos lo pongan delante de los ojos. Ha pasado este 28 de Febrero con la Medalla de Andalucía concedida al Instituto de Biomedicina de Sevilla en la persona de su director el profesor José López Barneo (…).
Como ya saben los habituales lectores de “Infoguadiato”, el jiennense López Barneo es uno de esos científicos que tanto bien hacen al mundo, y que merecen ser tomados como modelos de una sociedad trabajadora y honrada, y muy especialmente de nuestros escolares:
─ “No hay duda que si se duplican los laboratorios y se dotan mucho mejor, si se promete riqueza a los investigadores, puede pronosticarse, casi a fecha fija, la curación del cáncer y la tuberculosis, la invención de nuevas formas de energía que disminuyan el esfuerzo humano, etc, etc. He aquí un tipo de ciencia─ la técnica─ hacia la cual es honesto movilizar el entusiasmo de la muchedumbre. No se las defrauda, y se las invita a sacrificarse por lo que en efecto les interesa”.
Estas palabras de D. José Ortega y Gasset bien podrían servir de contrapunto a la abnegada labor investigadora del I.B.I.S., y de su director el Sr. Barneo.
Que no es totalmente cierto, como termina la nota del animoso y zalamero redactor de la noticia de “Diario de Sevilla”, en contradictorio diálogo con D. Mariano José de Larra, que “en Sevilla investigar no es siempre llorar”.
Posiblemente no leyera lo que, en el mismo periódico y unas páginas más allá, confiesa el catedrático de Física Teórica de la Universidad de Sevilla Luis Felipe Rull, quien de manera tajantemente afirma que en la Universidad Española los rectorados se heredan ─ “desde Pérez Royo el rector siguiente siempre ha sido un vicerrector del equipo de gobierno anterior”; si bien hace hincapié en que “hay gente buenísima, pero podemos decir que la Universidad española es un mar de mediocridad con islas de excelencia, que además no están bien conectadas”.
Afortunadas las personas que, como el doctor Barneo, aman su profesión hasta el punto de superar toda clase de obstáculos.
Afortunadas los emprendedores y creativos que, como él, no se limitan a “resistir” sin abrir nuevos caminos, y sin aportar nada nuevo en beneficio de los demás.
Afortunados quienes son capaces de cambiar una Medalla de Oro por la seguridad económica de ciento cincuenta jóvenes investigadores, preocupados en una labor eficiente y honesta.
Afortunados quienes encuentran en la familia un pilar en que apoyarse, un sillón en que descansar, y unas palabras de comprensión y estímulo.
Afortunada las almas nobles que atan su destino al de la Humanidad.
Afortunados esos héroes anónimos con los que topamos cada día; que héroe es, como diría el pintor Gutiérrez Solana, “quien quiere ser él mismo”, “esos hombres y esas mujeres que, con absoluta naturalidad, como si se tratase de algo que no tuviese importancia, caminan hacia la muerte, o la esperan impasibles”.
Afortunados quienes, tras décadas de frenazos económicos, son capaces de hacer cantera, y de proyectar sobre los más jóvenes sus ilusiones y esfuerzos.
Afortunada la tierra que vio crecer tan feraz y benéfica semilla.
Afortunados…
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