7 de junio de 2018 | Antonio Pintor Álvarez Miembro de EQUO y Colectivo Prometeo
La izquierda y el chalet de la discordia
Una izquierda que de acuerdo con la laicidad del Estado, traslade las manifestaciones religiosas al ámbito de lo privado sacándolas de lo público y actúe en consecuencia
Antonio Pintor Álvarez
“La vida es eso que pasa mientras estas distraído haciendo otros planes”, frase atribuida al genial músico John Lennon, que llevada al terreno político diríamos “la política es eso que pasa mientras estamos distraídos en otras cosas”, lo que parece ocurrirle a organizaciones situadas bajo el término-paraguas “izquierda”.
En un momento histórico en el que la denominación de “izquierda” en el terreno filosófico-político ha quedado conceptualmente debilitada, por el abandono o revisión de los viejos postulados (dictadura del proletariado, lucha de clases, clase obrera, etc.), resulta que el debate que trasciende, de manera intensa y apasionada, es acerca de la compra de un chalet.
Que esta anécdota se haya convertido en el centro del debate político ¡con la que está cayendo, tanto a nivel nacional como autonómico!, se explica por la miseria intelectual en la que estamos instalados que hace del chismorreo, junto con el futbol, el deporte nacional.
Algunos psicólogos evolutivos consideran que el fundamento de las creencias de la mayoría de la gente es, simplemente, porque otros las tienen. En nuestro país, la católica-derecha ha tenido éxito en inculcar maliciosamente a la población la creencia en unos estereotipos sobre el estilo de vida que corresponde a quien se define de izquierdas, equiparándolo a una especie de ermitaño, cutre y pobre.
La misma católica-derecha, que en su estilo de vida, aspira a ser próspera y rica sin reparar en medios. Y eso a pesar de que el Dios al que veneran y dicen obedecer les habló de no robar y les contó una historia sobre un camello, el ojo de una aguja y el reino de los cielos, dando a entender que no le caían bien los ricos. Curiosamente aquí no hay contradicción, para esos españoles, entre lo que se predica y lo que se hace. Seguramente porque asumen otra creencia, atribuida al clero, de “haz lo que yo diga pero no lo que yo haga” como medio para la salvación.
En el susodicho debate, grosso modo, se plantean dos opciones: los que piensan que “cada cual puede hacer con su dinero ganado honradamente lo que considere oportuno dentro de la legalidad” y los que recuerdan que los de izquierdas “como la mujer del Cesar no solo debe ser honrada sino también parecerlo” y tirando de hemeroteca recuerdan “tu decías…”.
Ambas opciones están mal planteadas, pues no todo uso lícito de nuestra riqueza es éticamente correcto, ni tampoco es deseable vivir instalados en las apariencias.
Así que, al margen de lo oportuno o no de la dichosa compra, este hecho pone sobre la mesa una cuestión no resuelta dentro de la izquierda, consistente en establecer de manera explícita el marco aceptable del estilo de vida para quienes lideran o participan en organizaciones con esta ideología.
Si queremos hacer pedagogía sobre otro modelo social tenemos que predicar con el ejemplo mediante “gestos” que muestren la coherencia entre lo dicho y lo hecho. Con ello no quiero decir que las personas objeto de esta polémica no sean coherentes, sino que existe un vacio teórico que es utilizado por propios y extraños para a través de la crítica personal atacar y desacreditar la ideología que representan.
Otra consecuencia del “debate” es un nuevo “anti” de la izquierda, así al anticapitalista, antiimperialista, antifascista, antiglobalización, ahora tenemos el “anti chalet”. De nuevo se le hace el juego a la derecha mediática que define a la izquierda por lo que rechaza, proyectando una imagen negativa, en lugar de una alternativa que intenta construir un mundo en el que se respeten los Derechos Humanos y se proteja al planeta y su biodiversidad.
La izquierda actual debe abandonar la comodidad de la descalificación entre sus miembros y ser tolerante con la heterodoxia intelectual, la disidencia y la crítica interna.
Debe debatir sobre el modelo de sociedad al que aspira, trasladando a la población las nuevas visiones y retos que defiende, como convertir en ley la solidaridad , que la fraternidad no sea solo un sentimiento sino algo que se impone en la praxis, hacer de la redistribución un instrumento para eliminar la desigualdad social que padecemos, que la cultura sea una exigencia y requisito del Estado y no un regalo o lujo, la protección social como elemento estructural y no como solución coyuntural ante las crisis, etc.
Una izquierda que se oponga a la apropiación por parte de las multinacionales de bienes vitales para la población: Agua, Aire, Tierra, Energía, Banca, Transporte, Educación, Sanidad, Vivienda…
Una izquierda que de acuerdo con la laicidad del Estado, traslade las manifestaciones religiosas al ámbito de lo privado sacándolas de lo público y actúe en consecuencia.
En definitiva una izquierda que diga la verdad como herramienta ética e intelectual sin camuflar sus dificultades en el camino hacia otro modelo social.
Este es el debate que nos tendría que apasionar.
Comentarios
Kojak
08-06-2018 23:48:39
Al servicio de lo que Europa mande y el resto del mundo imponga,AMÉN.
Juanjo
07-06-2018 20:14:59
Debería mirar en su ojo. Si, ahora ha tocado hablar del chalet, otras veces, la gente y los represen...
Kojak
08-06-2018 23:48:39
Al servicio de lo que Europa mande y el resto del mundo imponga,AMÉN.
Juanjo
07-06-2018 20:14:59
Debería mirar en su ojo. Si, ahora ha tocado hablar del chalet, otras veces, la gente y los representantes de la gente, han hablado de otras viviendas, otras celebraciones...
Sí, siempre se ha dicho que la envidia y el bla, bla, bla, son los deportes nacionales; por algo será. El refranero español es muy sabio y "cuando el río suena...".
Su última frase "una izquierda que diga la verdad como herramienta ética e intelectual sin camuflar sus dificultades en el camino hacia otro modelo social", es de una demagogia asombrosa. ¿Cuándo ha hecho eso que Ud. cuenta la izquierda? ¿En qué época? ¿En qué país? No hay más que revisar la Historia para comprobar que el comunismo ha sido y es miseria para todos, excepto para aquellos que son aupados al poder en semejante régimen; pero la Historia verdadera; no la que quieren sobrescribir y hacernos creer los populistas y predicadores laicos.
Eso es lo que se le reprocha a los políticos de la izquierda: se han llenado la boca de esas palabras que Ud. escribe, “solidaridad, fraternidad, redistribución”… critican a otros cuando ellos hacen lo mismo o peor, dejando a sus bases pasmadas con actitudes contrarias a sus palabras. Por ello, señor Antonio Pintor Álvarez, estoy de acuerdo con Ud. en que el intelecto de los españoles ha decrecido bastante en las últimas décadas; quizá, porque se amolda a aquello que unos cuantos que se creen superiores (y a quienes se han creído como dioses) dictan.
La sociedad no se cambia con ideologías, sino con ideas y con valores. No se ha de obligar a cambiar a la gente, sino cambiar uno mismo. Para lograrlo, hay que ser ejemplo. Hasta ahora, ¿cuántos representantes de los españoles han sabido ser personas al servicio de cada uno de nosotros, respetando ideas, creencias, valores, costumbres, etc.?
Gobernar no es atacar al que no piensa como yo, destruir lo que mi mente enfermiza no concibe ni tolera; utilizar la venganza, el odio y el rencor para enfrentar a familias y amigos con asuntos ya pasados. Gobernar es dirigir con buen rumbo, administrar con honradez, gestionar con control y ponerse al servicio de un país donde todos somos iguales y todos tenemos los mismos derechos y deberes. Así sí se construye una sociedad solidaria, fraterna, igualitaria, coherente, recta.
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