De verdad debemos de ser muy comprometidos con nuestros paisanos y amigos, que en su vida dejaron esa huella difícil de olvidar, nuestro pueblo puede presumir de grandes mujeres y grandes hombres, eso quedó muy demostrado a lo largo de su historia, historia muy amplia que mide todas esas profesiones y que fueron parte importante en la vida cotidiana de nuestro Belmez.

Que feliz nos podemos sentir al escuchar tantas bonitas y agradables historias de personas, que por su forma de ser, hicieron pueblo por donde pasaron, hoy quiero hacerle un reconocimiento a una de ellas, que siempre supo estar a la altura de ese compromiso familiar, un padre entregado en la educación de sus hijos e hijas, una persona que en ese duro trabajo de la mina, jamás tuvo alguna queja, una persona que en sus tertulias en esas nuestras tabernas de este bello rincón, siempre hacía pueblo, una persona que siempre estaba en esa ayuda a quien se la pidiera, este hombre siempre le recordaremos, por su entrega, como trabajaba en ese cometido de Utillero de nuestro RECREATIVO BELMEZANO, como lo tenía todo, él y su querida mujer trabajaron mucho por ese equipo, como dejaba esas camisetas después de esos partidos lleno de barro y agua, ese cajón se le acercaba a su casa y para el domingo siguiente esa elástica belmezana relucía cuando ya estaba puesta en el cuerpo de esos muchachos que defendían ese maravilloso escudo, que dos personas, esa calle Tesoro, en esa casa se vivía este equipo y desde ahí, desde muy pequeñito él veía esas camisetas tendidas al sol para secarse y ese niño que correteaba esa casa, le decía a su querido padre, papá, un día seré yo Presidente del Recre, y claro que lo consiguió y con un largo periodo de éxitos y también disgustos propios de lo que todo ella conlleva el cargo, pero su pabellón lo dejó en lo mas alto, mas de dieciséis años, fueron los que estuvo ahí, y esos años nunca lo olvidaremos por su eficaz trabajo, junto a esa directiva que estuvieron siempre a su lado.

Hoy este reconocimiento es en la memoria de sus padres Valentín Cano y su mujer, Eugenia Jódar Blanco ambos en ese tiempo que le dedicaron ese cariño y respeto a este club, supieron trasladar ese amor a estos colores a su hijo JOSE ANTONIO CANO JODAR, y la verdad que lo hicieron fenomenal, ya que aún sigue el día a día y su mente está puesta sin dejar un día en esta camiseta blanca y azul.

La vida pasa y pasa, y todos somos herederos de todo esto, Valentín Cano, era esa clase de belmezano autentico, entre sus amigos, tenía dos muy importantes para él, esto me lo comento una noche en una barra de un bar al que los dos íbamos y nos encontramos muy a gusto, en las tres RRR, ese bar de FRASCO, en esa nuestra calle Santa María, que Valentín visitaba, cuantas tertulias y cuantos amigos charlaban ahí, problemas de la mina, compromiso con esas siglas de las que se sentía completamente identificado, y esas risas que en esos ratos el amigo Raúl, ese carpintero que era una delicia como persona y un amigo excepcional, ahí en esa lugar entrañable, cuantas amistades se formaron.

Hoy los tres ya están en ese lugar juntos, y me consta que protegiendo a sus familias y a todos esos paisanos suyos, esto ya lo hicieron en la vida terrenal y seguro que desde ahí arriba, seguirán pendiente de todo lo que ocurre en este su pueblo, ese lugar que ellos tanto querían.

Hay momentos en la vida, que es muy confortante pensar y hablar en voz alta de todos esos buenos belmezanos que ya nos dejaron, pero que siguen muy vivos entre nosotros, sus recuerdos son los nuestros y eso nunca lo olvidaremos.

Ya sólo me queda agradecer de todo corazón ese enorme trabajo que realizaron todas estas personas a favor de BELMEZ y que son muy dignos de unas palabras con todo cariño hacia ellos.
Desde Madrid, un abrazo para todos.

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