11 de septiembre de 2017 | Joaquín Rayego Gutiérrez

Atavismo

Atavismo
Atavismo
Aquella tarde el paseante se percató de la presencia de una pareja de personas mayores que caminaba a su costado y discutía a grandes voces.
Unos metros antes de llegar a la altura de la calle Valparaíso─ precioso nombre para una calle─ la señora aceleró el paso, dejando atrás a quienes prestaban oídos a tan ruidosa disputa.
Y cuando aquel vendaval de mujer recorrió una distancia considerable paró en seco, giró su cuerpo en redondo, y haciendo un mohín de desprecio hacia su ofensor levantó su larga melena al aire con los dedos índice y pulgar, como quien lanza contra el auditorio una furibunda proclama:

─ "¡Hasta aquí estoy de ti, so leches!".

Y no contenta con tan singular aspaviento, volvió a repetir la escena recreándose en la pose.
El señor que minutos antes discurseaba con voz recia y campanuda observaba desconcertado aquel improvisado pasillo de comedias.
Como el bueno de Sveij (el idiota del relato de Hasek, empeñado a todas luces en defender el honor del Gran Imperio Austro ─Húngaro), aquel tipo impávido, abofeteado en lo más sagrado de su moral, no tuvo más remedio que abochornarse de su reluciente calva.
Normalmente ocurre que en circunstancias tan llamativas como ésta el espectador ocasional pone en marcha su magín para especular sobre “el caso”, y sus posibles consecuencias.
Y como la casualidad la pintan calva, más de un espectador se hizo eco de aquella noticia tan simple.

Hubo dibujante que dio a tan insignificante hecho una trascendencia mediática con unos trazos de humor “negro”, transmitidos al periódico vía Wassap, en los que una pareja de viejos arremetía entre ellos a palos, al tiempo que se dedicaban insufribles reproches.

Analistas políticos, y furibundos tertulianos, allí presentes, buscaban semejanzas entre aquella bronca monumental y la llamada a las urnas del Parlament catalán.

Educadores hubo allí que abogaron por una asignatura para la paz; donde el lechuguino de turno no saliera con sus consejas de siempre: el incentivar a los jóvenes a “hacerlo” con gusto, y a "abortar" inmediatamente después; donde se celebraran las gestas de D. Fernando Carrión, o de Melchor Rodríguez García, "El Ángel Rojo" de Triana, individuos que arriesgaron sus vidas por salvar las de sus vecinos, más allá de un ominoso baño de sangre, y de intereses bastardos.

Historiadores que hablaron de los héroes de Baler, a los que un empecinado “mochilón” quiso borrar del mapa de un oscuro plumazo; de las tonalidades horrorosas del “Guernica” de Picasso; pero también del bombardeo de Cabra por parte de los Katiuskas; del crimen de Casas Viejas, que por eso de la desmemoria histórica ahora llaman Benalup; de la represión llevada a cabo por la República en los pueblos de Baena, y de Villanueva de la Serena; de los privilegios medievales de catalanes y vascos en tiempos de Democracia; de los Juan Ajuriaguerra, y de los Sabino Arana, que vendieron a sus camaradas de trinchera para pactar con los nazis.

Cinéfilos que sacaron a relucir unas graciosas escenas de “La Vida de Brian”, con las continuas quejas y recriminaciones del pueblo judío hacia aquellos “locos” romanos, vapuleados a coscorrones por el insaciable Obelix:

─ “Y que de ninguna manera nos someteremos al chantaje. Nos han desangrado los muy cabrones. Nos han quitado todo lo que teníamos. Y no solo a nosotros, sino a nuestros padres. Y a los padres de nuestros padres… ¿Y a cambio, los romanos qué nos han dado?”.

Polemistas que opinaron que una faceta destacada del idiota es lo ruidoso de sus pleitos, a la manera de las cotorras que atiborran el ambiente con sus chillidos; y de espíritus recios, el talante comedido, y asertivo de quienes, “sabios como serpientes, y sencillos como palomas”, tuvieron la capacidad del diálogo, y la enorme sabiduría de “vencer” y de “convencer” a su próximo con la virtud del ejemplo, y el arte de la palabra.

Progresistas que defendieron que el sentido de la culpa ─ ya asumida en su origen por la religión judía ─, y la propiedad privada, eran la madre de los males, como subrayaran en su día destacados “mandilones”; o el insigne federalista, y Tenorio de pacotilla, D. Alejandro Lerroux:

─ “Penetrad en los Registros de la Propiedad y haced hogueras con sus papeles, para que el fuego purifique la infame organización social. (…) Alzad el velo a las novicias y elevadlas a la categoría de madres para civilizar la especie. (…) No os detengáis ante los altares ni ante los sepulcros. Luchad, matad, morid”.

Conservadores que, como Cambó, y en circunstancias tan especiales, se mostraron proclives a defender la llamada “ley de fugas”, aplicada contra aquel feísimo calvorota.

Racistas consentidos, como el poco honorable Pujol, que apuntaron sus pistolas matamoscas contra unos incómodos andaluces que por allí transitaban: “mentalidad anárquica y paupérrima”, decían, que desde hace siglos vegeta en un permanente “estado de ignorancia, y de miseria cultural, mental y espiritual”.

Espíritus positivos y esperanzados, prevenían al auditorio sobre ese pozo sin fondo que son las cloacas de poder; y propusieron, como solución, la limitación de cargos, y la esperanza, y la fe en el progreso moral del hombre, capaz de superar con creces cualquier conflicto “de familia”.

Genetistas resentidos advirtieron a los oyentes de la presencia de atavismos en las sociedad moderna, y en los individuos más civilizados; de la existencia de rasgos genéticos que ora alimentan la sonrisa de un lactante, ora tienen el don de impulsar a los pueblos más pacíficos a entonar un “Tomorrow Belongs To Me” preñado de muerte, ora a ondear unos genes de rebeldía, hasta entonces latentes, pero que se manifestaran de improviso en los peculiares rasgos de un cazador de cabezas del Amazonas.

Espíritus atávicos, también presentes, no dudaron ni un segundo en ondear a los cuatro vientos su banderita española, y en corear a gritos un “¡A la mierda!”, refrendado en off por la profética y ceremoniosa voz de D. Fernando Fernán─ Gómez; un “¡Hasta aquí estoy de ti, so leches!”, o un inaplazable grito entonado por el pueblo:

─ “¡Vendidos! ¡Que no tenéis vergüenza alguna!”

─ “¡Hasta los h. estoy de tanta estafa, de tanto político cínico, de tanta feria y zapatiesta, de tanto beato, de tanto pesebre, de tanto esquirol, de tanto usurero que, como razzia de lobos, sangran en vida a los pueblos!”

─ “¡Hasta los mismísimos de todos esos incapaces que se conceden a ellos mismos los títulos, los honores, los sueldos de por vida, las prebendas; que se soportan, y se malquistan; que se reparten el momio, que afrentan y enfrentan a los pueblos; que titulan de estadistas, asesores, economistas, universitarios, y financieros, sin más título que el de Caco, el de estraperlista, el de chupóptero, o el de cazador de elefantes…!”.

─ “¡La voz silenciosa del pueblo; la voz de esa mayoría, que les asignó el título honorífico de correveidiles del Reino, les teme como a las plagas de Egipto; pero ¡ay! si despierta, que tendrán que echar a correr con lo puesto: que les odia y les desprecia con un furor espartano, con razones más grandes que puños, y en lo más profundo y noble de sus más atávicos sentimientos!”.

Por último hubo también quien dijo aquello de que contra tales pleitos de familia, contra banderas y banderías, y contra ciegos atavismos, lo más conveniente para la tropa de a pie sería prepararse bien y aprender, cada cual en su propio campo, y en la medida de lo posible.
La lectura, la escritura y la música, avivan la llama de la imaginación, y son la mejor estrategia contra esta plaga de tunantes; la terapia ideal contra una historia, a menudo manipulada, y que a diario padecen los de siempre, pero que escriben "los sabios" con trazo serio y engolado, y con un voluminoso “Diccionario de Dudas” en el lado izquierdo de la mesa; ajenos al pan nuestro de cada día, a las luces y a las sombras de esa “buena gente” de las que hablaba Machado, a la poesía de un ángel que pasó por nuestro lado, y que puso en valor nuestras vidas, y a las atinadas preguntas de aquel parvulito rubio que se esmera en aprender.

P.D: Queridos Emma, y Pedrito, este artículo va dedicado a vosotros, los inocentes de Herodes que a tan solo unos días de nacer ya sois parte de esta guerra. Habrá que apretarse los machos, queridos niños, para ganar el futuro; con la fuerza de la sangre que nos corre por las venas, pero con la firme convicción de defender vuestra legendaria inocencia “pluma por pluma”: generosos con el débil, enemigos de injusticias, y contrarios a la soberbia y tiranía de estos poderosos monstruos. En la lid nuestro corazón niño estará siempre con vosotros.
 
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