3 de agosto de 2017 | . (Joaquín Rayego)
La memoria en llamas
─ “Creemos que la historia no está sólo en los museos, sino también en las casas de las gentes”
La memoria en llamas
Con esas palabras el coordinador del proyecto “Europeana 1914─ 1918” ha hecho pública la creación de una biblioteca digital en la que tienen cabida, amén de un rico material fotográfico y documental, las historias vividas, y un amplísimo epistolario de los soldados que intervinieron en la I Guerra Mundial, ya sea en un bando, o en otro.
Ya era hora de que hablasen los verdaderos protagonistas de la Historia sin temor a equivocarse, o a que sus palabras sean mal interpretadas, o usurpadas por intereses bastardos.
También la semana pasada tuvo lugar en Sevilla el 13º Congreso del Partido Socialista Español en el que, amén de incurrir en algunas contradicciones, que según dice que el partido nunca fue nacionalista, Susana Díaz tuvo el acierto de echarle el resto al Secretario de su formación:
─ “No me hagas nunca elegir entre las dos lealtades”.
Se sobreentiende que la Presidenta de los andaluces sobrepone el amor a su gente ─ “hombres de luz que a los hombres/ alma de hombres les dimos…”─ a las consignas de partido.
Y esas son palabras que nos llenan de alegría a la gente de esta tierra: personas trabajadoras, nacidas “entre guitarras” y que, como dijo Blas Infante, quieren “volver a ser lo que fuimos”, y sembrar “paz y esperanza/ bajo el sol de nuestra tierra”.
Que en la Declaración de Granada, de 6 de julio de 2013, el Partido Socialista suscribió como propia la idea de “federalismo asimétrico”, que con tanto ahínco defienden el actual Secretario Pedro Sánchez, y su Presidenta Cristina Narbona.
Y con ese trabalenguas publicitario de la “desigualdad”, y de la asimetría entre las diversas “naciones”, lo único que consiguen es disfrazar la realidad, poner una pica al Gobierno, y “coto” al estado de latrocinio y frustración en que se encuentra la democracia española:
─ “La sociedad española hoy cree menos (…) en el funcionamiento de las instituciones democráticas, y cree menos en la capacidad del sistema autonómico para resolver el problema de los ciudadanos”.
Que por si no fuera suficiente escobillar las cloacas del poder hasta arrancar la suciedad que asola a esta chusma─ la burocracia, la ineficacia, la corruptela, etc…─, lo único que se le ocurre a D. Perlimplin es disfrazarse de rojo, y largarle a su infiel amada el rollo de siempre: “los hechos diferenciales”.
Enhorabuena al galán de galanes, al publicista de los grandes camelos, al gran gestor de las desigualdades, que en modo alguno enamoran a los espíritus libres.
─ “¡Remember the Maine, to hell with Spain!”, gritaba el tío Sam, de ceño arrugado, con su índice admonitorio de bucanero y trapisondista.
Y la burguesía catalana, ajena a las amenazas de Mr. William Random Hearts prefería oponerse con firmeza a toda clase de reformas, y a la supresión de aranceles, en una cerrada defensa de sus intereses comerciales.
Así se perdió la isla de Cuba; y así se escribe una gran parte de nuestra historia, como subraya el escritor J. A. Maldonado en un libro que lleva por título “Mi memoria histórica”:
─ Entre los más fervientes defensores de la causa española, están los aguerridos Batallons de Voluntaris Catalans (que tienen su paralelo en los “Batallones de Voluntarios Vascos” por igual causa), siendo el grito de ¡Visca Espanya! uno de los más proclamados en esta guerra de intereses.
─ “¡Remember Hytasa!”, “¡Remember Hispano Aviación!”, grita el pueblo sevillano al comprobar en propias carnes que intereses foráneos hunden hasta las trancas su tejido productivo.
Y los declarantes de Granada miran hacia otro lado; que “más se perdió en Cuba”.
Sin pedir ni siquiera perdón al contribuyente, ellos que tanto lo exigen; sin decir “esta boca es mía” acerca del viejo vicio que asola su formación; sin decir ni “mu” de lo de la mano en la hucha; ni de la pertenencia de Zapatero al exclusivo Club Bilderberg; ni de las funestas consecuencias de su reforma laboral; ni de la ley de memoria histórica, rebozada en grandes dosis de demagogia, oportunismo, y mala milk…
Que si a los funcionarios les diera por hablar de la quema de documentos, en los días de fiesta, y de guardar…; si les diera por sacar a flote lo de la memoria histórica, aquí no se escapaba ni uno, que como dice Jardiel Poncela:
─ “El conocimiento de la historia, en lugar de servir de enseñanza, sirve tan sólo para despertar odios dormidos”.
“¡Viva la República de Motril!” “¡Arriba el Cantón de Cartagena!”, “¡Viva el Cantón de Sevilla!”, gritaba con energía la República Federal de 1873, ondeando con orgullo la bandera roja y gualda.
Y una vez metidos en faena los Figueras, Pi y Margall, y Salmerón, dejaron al país hecho unos zorros.
Con semejantes salva patrias, que echan a correr a las primeras de turno, y con tan singular cadena de favores, habría que clasificar la Historia como una rama del Diseño Publicitario, de la Infamia, de la Neurastenia, o de la Manipulación de Masas.
Que lo más inmoral de los libros de Historia lo escribe gente de tal condición que no sabe qué hacer para huir de la quema, o para agarrarse al sillón: intereses miopes que, con su carga de moralina, ponen mote al enemigo, y exhiben sofisticados instrumentos de tortura ─ “las razones” del débil ─ para quienes no estén dispuestos a proclamar tan feliz “Día de la Victoria”.
(“¡Viva Fidel!”, “¡Viva Maduro!”...)
Porque a nadie en su sano juicio se lo ocurriría negar que esas “gentes que danzan y juegan, cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra” tiene su particular visión de la Historia, que en poco, o nada, coincide con la estética circense del Gran Dictador, ni con el libro de texto de los Grandes Sectarios y Manipuladores.
Que a la gente simple, como usted y como yo, tan sólo les resulta admirable ése que va por la vida por derecho, y con sutil educación; el que no alardea de ortodoxo, ni de heterodoxo; el que se deja el pellejo por su prole; el no traiciona a los demás, y tampoco a sí mismo; el que afronta estoicamente los vaivenes de fortuna, con un sueldo mileurista…
Que luego vendrá el Conde Lucanor ─ o Stalin, o Lenin, o Hitler, o los chorizos de turno… ─ justificando sus desmanes y corruptelas, arropados por la filosofía de los patronios de turno, y por el fuego graneado de sus devotos.
─“¡Remember El Jarama!”, “¡Remember Casas Viejas!”, “¡Remember Katyn!”…
***
De entre los grandes sonetos que dan brillo a la lengua castellana hay uno que, por la pasión que derrocha, los críticos califican como el más hermoso de nuestra literatura.
Se trata de “Amor constante más allá de la muerte”, que en la edición del profesor Blecua dice así:
─ Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera:
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Pues bien, el autor de este texto es de un español que estuvo en guerra con media España: D. Francisco de Quevedo y Villegas; de quien se conocen anécdotas que contamos como chistes; como aquel juego de palabras que tomó por diana la cojera de la reina:
─ Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja.
Bufonesco y mordaz, elevado y ruin, carnal y metafísico, jesuita y anticlerical, oficialista y crítico, realista y soñador, misántropo y enamorado, hidalgo y pícaro, zafio y político… son algunas de las expresiones que servirían para trazar la psicología del más contradictorio de los españoles.
Pero nos haría falta un hombre de estos que, en lugar de largar estúpidas consignas, pusiera en un brete los avatares de la Historia, y de la Política.
Que cuántos de estos islotes hay de inteligencia desbocada que, sin decir “esta boca es mía” suscriben con su propia sangre los hitos más importantes del día a día y que, pasado un breve tiempo, ni su propia familia recuerda.
Así se escribe la historia: la “memoria histórica” de los humildes, que no figura impresa en ningún libro.
─ “¡Remember a tus vecinos!”, es el grito de amistad con que nos regala en sus artículos el bueno de Daniel Solano, sin más pretensión que la de iluminar unas vidas, que ya de por sí tienen lustre; hablar de pequeñas gestas deportivas, que para muchos son grandes; y estrechar la mano de sus innumerables amigos.
Postales en blanco y negro, impresas por la Asociación “Desde la Cima”, que un enamorado Manuel Montes Mira se encargó de reunir y documentar, con sucinto pie de foto que nos evoca el paraíso perdido de un tiempo que ya se fue.
Vivencias que nos acogen en la umbría de una sombra, y que cada uno interpreta, sin la “tutela odiosa” de que nos habla aquel himno que escribiera Eugene Pottier.
Tormentas de verano que despiertan la nostalgia de gente sensible, como aprecia con su arte el escritor Ismael Yebra─ Sotillo:
─ Son muchos los que después de emigrar tienen más, pero no son más felices. Por eso cuando el verano trae el calor y con las noches de insomnio las cabezas se obnubilan, de la forma más freudiana, la mente regresa al lugar de origen, a la infancia, esa época que, aunque no lo fuera, tendemos a recordarla feliz.
Viejas vivencias de la patria chica, resonancias freudianas como las que hace unos días resucité en un sueño, con sus bien trazados personajes, sus nombres, y sus apellidos.
Aquel precioso día, y en el piso alto de una Academia, un pequeño grupo de alumnos disfrutaba de la gozosa libertad de no estar tutelados por el profesor, el “chivato”, o la palmeta, y de los apasionados piropos que el más galán de los humanos dedicaba a una encantadora musa: una joven muy risueña, unos años mayor que él.
Y en el culmen amoroso, nuestro febril condiscípulo va y le dice a la chica con su sugerente voz:
─ Isabelita,... ¿me das un beso?
Y abundando en chiribitas, que combatían cual las olas sobre azulados ojillos, aquella impresionante belleza va y le suelta a nuestro amigo un sonoro beso en la mejilla, levantando entre los presentes la consabida admiración.
Y por si fuera poco el premio, aquella preciosa mujer haría extensivo su gesto a cada uno de nosotros, encendiendo para siempre la incombustible llama de la pasión.
Un beso por el que merecería la pena no perder nunca la memoria.
A todos nos regaló con su anillo la princesa.
Miento, que a todos no; que el más estudioso de la clase se había de poner tan nervioso que le dio por echar a correr hasta el otro extremo de la sala, manteniéndose a cubierto tras de una de aquellas bancas que, embutidos en la madera, contenían voraces chinches, y tinteros de hierro fundido.
Y en el interior de aquellos pequeños recipientes alguien recordará a un simpático compañero, de cabello rubio y rizado, haciéndose un pis.
Lo que el amor, y lo que es la cruel necesidad, mi querido M. R…
Aquel día, como tantos, estábamos castigados por no memorizar la lección “de corrido”; e imagino que tú, delicado angelote, te mearías en los tinteros por no poderte aguantar, por no molestar a quienes estaban comiendo abajo, habida cuenta de que eras un joven de esmerada educación.
Lo que desconozco es si aquel día a algún pendolista de Magisterio le dio por pensar si la tinta china era negra o, por el contrario, amarilla.
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