6 de mayo de 2017 | Joaquín Rayego Gutiérre

La feria según te va

─ “Bien conozco que hablas de la feria según te va en ella”

La feria según te va
La feria según te va
Una vez pasada Semana Santa, y bien entrado el mes de abril, el Real de la Feria de Sevilla se engalana como cada año con sus farolillos de papel, y con sus luces de colores, volteando por todos los rincones de la ciudad un repique de campanas que celebra la Primavera.
Por circunstancias climatológicas este año no fue así, y a tan solo unos días de una de sus Fiestas Mayores la calle Asunción mostraba un aspecto plomizo, cual si un ángel exterminador hubiese puesto cerco a las nubes con su temible ejército de langostas.
Y como para alentar el espíritu de los paseantes un grupo de colegiales desplegó al aire unas pancartas de ilusión, en las que rezaba: “¿Me das un abrazo?”, “Abrazos gratis”.
En un intento de sortear tan agudo compromiso en un día gris como aquél, el caminante se dio de bruces con uno de esas figuras que sería la vanagloria un pintor de la talla de Johannes Vermeer:

─ Señor… ¿Le importaría a usted responder unas preguntas?

─ Por supuesto que no me ha de importar, señorita… ¿Y de qué va la consulta?

─ Si cree usted que sería posible un mundo mejor que éste…

─ ¡Pues claro que sí, que lo creo firmemente! ─ recitó con un “amén” el gustoso feligrés, como quien se deja llevar la voz por la encendida prédica de un oficiante.

En tan precisos momentos el desconcertado transeúnte caminaba con paso airado hacia el banco de Santander donde, desde hacía la friolera de un mes, un triste farolillo de papel le entretenía su jubiloso tiempo en la torpe y poco productiva lírica de la mentira, las medias verdades, el engaño, la desconfianza, y el disimulo.

─ ¿Y cuáles serían, a su parecer, esos posibles "ingredientes"? ─ volvió a consultar la joven.

─ Pues así, y a “grosso modo”, sólo se me ocurren unos cuantos: el amor a nuestros semejantes, la fe en los demás, la confianza entre los hombres, la consideración de la virtud de cada uno, el caminar por la vida con “tu” verdad por delante, el diálogo, el conocimiento, la amistad... Eso mismo que ustedes estáis haciendo: darle a todo el mundo un abrazo, y una buena dosis de cariño.

El aturrullado caminante se despedía así de la joven con la mejor de sus sonrisas, pensando en tales momentos que sobre la mesa de despacho de un rollizo oficinista lucía el laureado retrato de una niña tan espiritual como aquélla, junto a unas palabritas dulces:

─ "A mi gestor preferido. El mejor papá del mundo".

¡Ay, Señor! ¡Señor! ─ pensó para sus adentros─ Si no será aquella chica el familiar más cercano del pobre Gregorio Samsa, el comercial del que hablara Franz Kafka en “La Metamorfosis”, y que por un extraño suceso se transformó en un repulsivo insecto…

Que cuántos de estos acólitos de los Morgan, y de los Botín, no habrán trinchado con avidez de la flácida piel de los viejos, y de los inocentes; ocultado datos bancarios y Planes de Pensiones; promovido fraudes fiscales; triturado documentos comprometedores; blanqueado dinero negro; y descabalado por los suelos la palabra, la dignidad, y hasta el honroso “mote” de familia...

(“¡Ah, pobre Quintín! (…) Aquí no tienes que luchar con bolsistas, ni con políticos, ni con gente de mala fe. Es una chiquilla que no sabe del mundo más que lo que dice su corazón; la que te ha vencido, Quintín…”).

***

─ “Por el puente Triana, ¡“oui”!, pasa la reina.
No llevaba corona, ¡“oui”!, llevaba peina.
Pero llevaba un mantón de Manila, que le arrastraba”

Por los puentes de Triana, de San Telmo, y de Los Remedios, va Carmen “La Cigarrera” a ritmo de sevillanas; su vestido de lunares, como barco que navega la espuma de sus enaguas, va desplegando sus velas por calles robadas al mar: calle Betis, Santa Fe, Flota de Indias,…
La caseta de “Wifredo er Velloso” celebró en este 2.017 sus setenta y cinco aniversario; y al conjuro de la fiesta acudieron hasta allí sus más preciados bastiones:
A Dª Luisa Tamarit, la viuda de uno de aquellos socios fundadores, se le alegraban las pupilas de ver "un año más" a sus amigos; y es que, por propia naturaleza, Dª Luisa no escatima en dar apretones de manos, en estrechar entre abrazos sus recuerdos familiares, los dulces sueños vividos, y tantos otros galardones que le regaló el destino.
A D. José Chacón, su fina estampa andaluza, y su reconocida afición a la química de los perfumes, le hacían destacar entre todos como el Petronio romano, capaz de suscitar a sus noventa abriles las más floridas pasiones, y las más insanas envidias, como diría la graciosa canción que entonaban aquellos amigos de San Lorenzo:

─ “En la Venta de la Narda/ Curro mató a Rafael/ de un puñetazo en la espalda”

Para Jean ─Paul Goujon la Feria da siempre la impresión de ser un abigarrado mosaico de colores, un microcosmos de vida, en que a cada instante le brota una nueva pasión.
A Jean─ Paul le alegra la vida el sentirse entre los suyos, el traguito despacioso en los reflejos de un catavinos, el esbozar la elegancia de una gitana al carboncillo, y el plasmar sobre el lienzo todo un ferial de casetas, pañolones, caballistas y mantillas.

La feria de las vanidades, de los discretos, de las ilusiones, de la verdad y de la mentira, del lugar de encuentro para muchos, del sol que se encierra en una copa de vino, que diría el hispano─ belga Andrés Riaño:

─ Viéndola con ojos de “extranjero” es también un fantástico lugar donde se puede apreciar el espíritu del pueblo, resumido en su “folklore”; una ciudad de papel, y del pasártelo bien con la ayuda de los amigos; y también, un lugar donde se para el reloj del tiempo, aunque sea por unos días.
Que esto último no ocurre en ningún lugar del mundo. Ni tampoco en Francia, en los días 14 de julio.

Feriantes de la ilusión; trapecistas de medias verdes; protagonistas ilusos de viejas sombras familiares, que dan en resucitar bellos cuentos, y dudosas biografías; como la que llevo a D. Ramón Mª del Valle Inclán a sostener que, durante su estancia en Méjico, hizo su entrada en la catedral a lomos de un radiante caballo blanco.
Como la que me llevará, si Dios quiere, en uno de esos tórridos días de agosto, a merecer la gloria ser abuelo, meloso y consentidor, de la más preciosa de las niñas.
Que, como diría D. Jacinto Benavente, “cuando la mujer es poesía, el hombre, por muy vulgar que sea es también poeta”.

P.D: Los óleos que ilustran el presente artículo llevan la firma de Jean ─Paul Goujon, profesor de la Hispalense.


 
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