27 de abril de 2017 | Joaquín Rayego Gutiérrez
¡Que llegan los drones!
─ “Raza de Caín tus entrañas /aúllan hambrientas como un viejo can…”
¡Que llegan los drones!
“¡Cada día un problema!”, solías repetir en voz alta con esa sonrisa tan tuya; tan pictórica, y especial, que englobaba en un solo trazo ojos, nariz, orejas, y dientes.
Atento al tráfico que invadía la calle nuestro buen amigo Antonio Berdugo te solía advertir:
─ ¡Cuidado, Alfonso, que ahora te sale un camión por la derecha!¡Stop!
Y tú, cachazudo, seguro y eficiente, brindando tu sonado triunfo al sol con tu legendaria sonrisa:
─ ¡La rampa! ¡La rampa! ¡No os preocupéis! ¡Es lo que mejor me salió en el examen!
Y así, hasta llegar a la Era Verde, donde algunos de tus alumnos parecían mayores que tú, que tal era tu alegría y tu efusivo talante.
Cuántas veces me acordé de ti, mi querido Alfonso, en este tráfago aberrante y cansino del “Cada día un problema”.
Y de Antonio, de Aurora, de María José, de Rafael Salas, de José Antonio,..; y de tantos chicos divertidos y estudiosos; y de las empinadas cuestas de Estepa; y de las monjitas de los dulces; y del blanco caserío,…
¿Un problema decías? Uno no, cientos. Cientos de estúpidas historias que, como el pueblo proclama, no nos dejan “de joder la marrana”, y el pan nuestro de cada día…
─ Primero de mes, el catastro. Va un cacharro volandero, al que un cursi llamó “dron”, y ¡plim!, ya tienes la fotografía de aquella malla de plástico viejo que hacía las veces de protectora techumbre. ¡Bingo!
“¡Si me dijera que me sancionan por “cagada arquitectónica” hasta me parecería bien!”
“¡Pues que conste en acta, caballero, que es usted un defraudador! ¡Lo que usted ha construido es poco menos que una plantación de hachís, o un fumadero de opio!”
“¡ Sí, vamos… ya lo único que le faltaba a usted es acusarme de blanqueo de cocaína, de lavar dinero negro, o de tener escondidos los cuartos en un paraíso fiscal..!”
¡Magnífico invento el dron, que sólo ve lo que quiere!
¿El chocolate del loro, o el cuento de la buena pipa..?
¿Y a quiénes piensan engañar?
─ Día segundo de mes, van y te roban la casa. ¡Las quejas se las da usted al ladrón! ¡Y si él mismo no se atrapa, a los tres días prescribe el delito!
¡No se le vaya a ocurrir molestar con problemas que nos fastidien las estadísticas!
¡Que España va bien, coño..!
─ Día tercero de mes, por fin una gran noticia: ¡Rajoy nos ha subido el sueldo, y ya tenemos para una sopa de caldo Starlux, con tropezones fritos!
Qué manera de enredarnos, para que después nos llevemos como el perro y el gato, para que nos señalemos unos a otros con el dedo torcido del chivato de colegio…
─ ¡Pues usted no es demócrata, ni moderno!¡Si lo fuese se montaría en un dron que lo llevaría hasta Marte! ("Marcianita... blanca o negra...")
─ ¡Pues se siente, camarada, que servidor es de un rojizo azulado que supera con mucho cualquier tipo de consideración; e incluso le doy sopas con ondas a la amplia gama de colores del Arco Baleno!
Que en eso de la propaganda del “un, dos, tres, responda otra vez” los hay que mienten mucho más que podría mentir D. Ramón del Valle Inclán; y que son unos verdaderos linces.
¿Linces he dicho? Linces, y lobos, y chacales; los descendientes de Caín, que reparten el botín a partes proporcionales; que se conocen, y se temen; y que nunca se llevan la contraria.
(“Raza de Caín tus entrañas /aúllan hambrientas como un viejo can”)
El nombre de las calles, incluso, no es un problema vital para tan pulido clan: un día lo proponen, otro lo ponen, y al siguiente lo quitan, según brille el sol sobre sus tejados; pero… ¿cree usted que ciudades como Sabadell, Galicia, Bilbao, Santander… denunciarían a uno solo de aquellos bancos de su mismo nombre por malas prácticas bancarias, o por apropiamiento indebido de su “honorablllle” identidad? ¡Permítame que me ría..!
(“¡Raza de Abel, tú creces y paces /como las mariquitas de los bosques!”)
Muchos años de aprendizaje en el arte de la manipulación ─“¡No levantarás falsos testimonios, ni mentirás!”, decía la Biblia─ ha forjado entre ellos una nutricia alianza de compadres, de la que afirma la gente de a pie que “cuando pilla cacho no suelta bocado”.
Usted y yo los hemos visto pulular por bancos y Cajas de Ahorros, lanzando las campanas al vuelo de la más pragmática de las religiones.
Y vimos cómo su dinero “untaba las manos” a esquiroles y a políticos; a gerifaltes, sindicalistas, papafritas, e iletrados, que ordeñaban las ubres de la Vaca del Pueblo, para consumo propio y familiar. Dígalo el Sr. Pujol, y tal y tal…
E incluso es fama que algunos decían: “De aquí no me echan ni con agua hirviendo”.
¿Y dónde estaban en ese preciso momento los drones?
¡Vigilándonos a usted y a mí!
¿Y ahora se van a poner estupendos los chicos de “El Confidencial” afirmando “ex cátedra” que Peñarroya ─ Pueblonuevo es un pueblo de defraudadores?
¡Mindundis!
Me encantaría saber qué intereses insanos, o qué “saneada” entidad, puso precio a sus palabras, y a lo injusto de estas mentiras.
Haría falta un Diego Valor, “El Piloto del Espacio”, para ponerlos a todos ellos en fuga; para entender, con un mínimo de empatía, que cuando se sirve la ruina en frío siempre acude al quite la esperanza.
Esperanza, e ilusión, como para rebuscar por el campo espárragos y tagarninas; como para poner de comunión la negra fachada de casa; como para hacer con cuatro hierros un gallinero; o para echar unos remiendos a calzoncillos, toallas y calcetines.
¿Y por eso nos quieren cobrar más impuestos todavía este hato de lobos, bocas flojas, y malandrines..?
─ “¡Rosario, échales un cubo de m… a esta gente!”
O tal vez sea demérito nuestro, por la desconfianza, la indolencia, la falta de fe en los demás, la poca prisa en cultivarnos, y el miedo a perder el Rocinante y la adarga en desigual combate contra los drones, y los pesticidas de una fatal desinformación.
Y el mérito suyo, por esa “tenacidad aragonesa” que persigue un objetivo, sin más moral que el Becerro de Oro, con el que sueñan cada día los Tíos Gilitos, y los Nabucodonosores:
─ “La cabeza de la estatua era de oro puro, el pecho y los brazos eran de plata, el vientre y los muslos eran de bronce, y las piernas eran de hierro, lo mismo que la mitad de los pies, en tanto que la otra mitad era de barro cocido”.
Pues a aprender de los demás, y a ser tan tenaces como ellos: a empujar brazo a brazo, diente a diente, hasta echarles de patitas al barro; con la alegre constancia a la que alude el simpatiquísimo cuento de Sbarbi:
─ Resultó que San Pedro, que viajaba con Jesucristo, preguntó a un aragonés:
─ ¿Adónde vas?
Respondiéndole:
─ A Zaragoza.
─ Hombre, di “si Dios quiere”.
─ Que quiera, o no, voy a Zaragoza, añadió el habitante de las orillas del Ebro.
Jesucristo convirtió al aragonés en rana, y lo echó a un charco.
Pasaron muchos siglos; Jesucristo volvió al aragonés a su primitiva forma, y al preguntarle otra vez el Apóstol:
─ ¿Adónde vas?, contestó sin vacilar:
─ A Zaragoza, o al charco.
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