18 de enero de 2017 | Joaquín Rayego Gutiérrez

Luna en los charcos

─ Por la ribera de tus sábanas vendré/ con un poema y un trombón/ a desvelarte el corazón”. (De “balada para un loco”)

Luna en los charcos
Luna en los charcos
¿Quién no se soñó colgado de los cuernos de la luna mientras el agua de la fuente desnudaba sus secretos sobre una taza de mármol?
¿Quién no suspiró por Pandora, la primera mujer a la que Venus prestó su belleza, y a la que el dios Helios concedió la irresistible fascinación del canto?
¿Quién no derramó una lágrima de emoción, oyendo interpretar un tango en las voces de Libertad Lamarque, Roberto Goyeneche, Julio María Sosa, o Carlos Gardel?
¿Y quién no se sintió atrapado en la tela de araña de esas melodías que fueron para nuestras vidas como un rayito de luz: Caminito, Nostalgia, Golondrina, El Choclo, Cambalache, El día que me quieras, Nonino, A media luz, Melodía de arrabal, Adiós pampa mía, etc…?
Nadie ha sabido con precisión dónde y cuándo nació el tango.
Unos dicen que en España, otros que su patria de origen fue Cuba; los hay que señalan a Francia, quien apunta hacia Alemania, y quien concede el honor a Argentina.
¿Qué más da, si las cosas del corazón no entienden de fechas, horarios, y límites?
Diremos irónicamente lo que el escritor Víctor Hugo cuando un conferenciante se empeñó en fijar el comienzo de la decadencia de la lengua francesa en el año 1789:

─ Por favor ¿podría decirme a qué hora?

El tango floreció como humilde flor de suburbio en un entrevero de culturas.
En las últimas décadas del siglo XIX, cuando el esplendor económico de la nación argentina no tenía parangón, un inmenso tropel de personas, de toda clase de lenguas y nacionalidades, buscó fortuna a orillas del Río de la Plata: españoles, turcos, polacos, gauchos de la pampa, campesinos del terruño, y negros liberados de la esclavitud, entre otros.
En los suburbios de las grandes ciudades se consumó el mestizaje en un aglomerado de lenguas que tenía un poco de todos, el lunfardo; un argot como el los proscritos o el de los marineros, que conformó la base de otras lenguas que en un principio fueran marginales, y rechazadas por las élites de la sociedad:

─ Por tu milagro de notas agoreras
Nacieron sin pensarlo las paicas y las grelas.
Luna en los charcos, canyengue en las caderas,
y un ansia fiera en la manera de querer.

Y así fue como las letras de las canciones nos trasladaron a una época en que la comida del pobre, la tradicional “olla podrida”, abundaba en granos de maíz (“choclos”), con la única finalidad de aliviar el hambre.
Cual extraño conjuro “de un amor hecho cadencia”, la terrible caja de Pandora se dejó el pecho en explosión de armonías, de acentos, y de ritmos, a los que puso un escorzo de funambulismo el baile de una pareja de hombres:

─ Al evocarte/ Tango querido
Siento que tiemblan las baldosas de un bailongo
Y oigo el rezongo de mi pasado
Hoy que no tengo/ Más a mi madre
Siento que llega en punta 'e pie para besarme
Cuando tu canto nace al son de un bandoneón.

Cierto es que en tan abigarrada multitud, “cuna de tauras y cantores/ de broncas y entreveros”, las pocas mujeres que hay malviven en la más dura escuela de la vida:

─ Malena canta el tango con voz de sombra,
Malena tiene pena de bandoneón.

Las “Madame Ivonne”, y sus coimas, dan vida al ajado terciopelo de los burdeles y de los “conventillos”:

─ Un telefón que contesta, / una vitrola que llora/ viejos tangos de mi flor,
y un gato de porcelana/ pa´que no maulle el amor.
Y todo a media luz/ crepúsculo interior.
¡Qué suave terciopelo/ la media luz de amor!

Sexualidad y erotismo, pero también dulces cantos de sirena para que los oiga un Ulises, oda a la amistad, esteticismo, y ensoñación de la belleza femenina, capaz de mover el mundo con un simple movimiento de párpados:

─ Acaricia mi ensueño, / el suave murmullo de tu suspirar,
¡cómo ríe la vida/ si tus ojos negros me quieren mirar!

Esplendente llama de amor viva liberadora de “cambalaches” y disonancias; que, cual Orfeo en las mismas puertas del Infierno, clama ante el dios Hades por el feliz regreso de la amada:

─ La luna, / ¡qué sabe la luna/ la dulce fortuna/ de amar como yo!
Mi sueño/ que tanto te sueña/ te espera, pequeña/ de mi corazón.

Nostalgia de pampa y de barrio humilde, llamados a desaparecer por mor del progreso:

─ Barrio plateado por la luna, / rumores de milonga / es toda mi fortuna.
Barrio…, barrio…/ que tenés el alma inquieta/ de un gorrión sentimental.
… perdoná si al evocarte/ se me escapa un lagrimón,
que al rodar en tu empedrao/ es un beso prolongao/ que te da mi corazón.

Como la escritora Iris M. Zavala tuvo el acierto de subrayar en un precioso libro, que lleva por título “Tango. Música, cuerpo y sensualidad”, el tango se inserta en una forma de lenguaje y en una cultura que transforma en cuerpo y alma al individuo:

─ El lenguaje transforma al individuo humano hasta en su cuerpo que transforma sus necesidades, y transforma sus afectos.
 
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