29 de septiembre de 2016 | Joaquín Rayego Gutiérrez
Réquiem por un político español
─ “¡POLÍTICA, QUÉ ESABORÍA QUE ERES!”. (EXPRESIÓN POPULAR)
Caravaggio
En el Diccionario Ideológico de la Lengua Española, de Julio Casares, el vocablo “política” presenta las siguientes acepciones:
─ “Arte de gobernar los pueblos, y conservar el orden y buenas costumbres / Cortesía, urbanidad / Por ext. Modo de conducir un asunto para conseguir el fin deseado / Habilidad, astucia para lograr uno su intento”.
Como forma de urbanidad y de cortesía la política encuentra su mejor expresión en el hombre de la calle, en su forma común de hablar y en el trato cordial con sus semejantes; verbigracia, los “Séneca”, los “Juan de Mairena”, las figuras del teatro de los Quintero; y para acotar la cuestión, tantísimos personajes que pueblan nuestro vivir cotidiano.
Nunca podré olvidar aquel pasillo de comedias de la que fueron destacados intérpretes el ganadero D. Félix Fuentes, y mi padre, apodado “El Grifo” por herencia familiar, y de la que un rebaño de ovejas y un niño de corta edad fueron privilegiados testigos.
Pugnaba mi progenitor con el aire, en ese simulado ir y venir de quien no está de acuerdo con algún término del compromiso, cuando D. Félix se dejó caer con una de esas expresiones que mueven a la simpatía:
─ Joder, Joaquín, qué complicado es tratar con usted; y qué poca “agua” que traen los “Grifos”.
Y rápido de reflejos, mostrando su buena disposición al diálogo, le respondía el comprador:
─ Pero hombre, D. Félix… ¿Cómo van a dar agua los “grifos” si la “fuente” no mana?
Habrá quien considere la política como el arte de birlibirloque; quien la pondere como una ciencia; quien la piense como el equilibrio necesario entre los distintos intereses e ideologías; quien la aprecie como una forma de obtener un beneficio personal; y , por último, quien la enfoque con un desinteresado espíritu de servicio a la comunidad.
En el transcurso de las pasadas fechas a miles de andaluces se nos hizo un pie agua cuando recibimos de Hacienda una carta certificada en la que se nos señalaba como “reus debendi”, o simplemente como reos y “culpables” de no haber declarado una nueva construcción al Catastro.
Por tal razón, y para evitar público descuartizamiento, se nos conminaba a pagar una mínima multa de sesenta y tantos euros.
Como servidor entendió que por construcción entendían ellos un raído toldo de plástico sostenido por cuatro hierros, no dudé en escuchar las mil y una melodías telefónicas de la espera, ni en patear los cuatro mil recodos laberínticos de tan kafkiana Administración.
Como quiera que yo soy un animal político, y que a menudo echo mano de la cortesía y de la buena educación en el trato con la gente, conseguí que amablemente la funcionaria de Hacienda me hiciera la confidencia de que aquello estaba “tan claro” que en su ordenador no había ni lejana noticia de mi “fraude”.
Después en otro lugar al que ella me envió un encantador funcionario, tras revisar las fotografías que aportaba como pruebas de inocencia, me aconsejó que pagara para evitarme líos, pero que en su momento reclamara los daños y perjuicios ocasionados por esos aviones de juguete, que controlan al ciudadano, y que echan fotos sin ton ni son para medro de un tercero, y sin que nadie atienda a la obligación de personarse “in situ”, para confirmar si la irregularidad existe.
Por eso mismo queremos tanto a los políticos, porque nos dejan vivir sin crearnos innecesarias tensiones; porque nos sacan la piel de contribuyente a tiras, sin que ello nos cause daño; porque no nos amenazan con lanzarnos cuchillos por un quítame allá esas pajas.
…
En 1984, y recién llegado al poder Rodríguez de la Borbolla, Presidente de la Junta de Andalucía, presencié un suceso que entonces me pareció inaudito.
Paseaba con un amigo, por el Puente de San Telmo, cuando desde la otra parte del puente vimos venir hacia nosotros a un individuo, barbudo y joven, que abría sus brazos hasta descoyuntarse, propinando a mi amigo unos fuertes y efusivos apretones:
─ ¡Enhorabuena, tío! Ya tenemos a “Pepote” en el Palacio de Monsalves.
Cuando después de hacernos partícipes de sus anhelos políticos nos dejó boquiabiertos tan convencido monárquico le pregunté a mi acompañante si el político de marras no sería algún biznieto de D. Pedro Rodríguez de la Borbolla y Amozcótegui de Saavedra, un conocido cacique del sevillano pueblo de Marchena, que al parecer hizo carrera comprando el voto de la pobre gente.
Mi amigo respondió a mis dudas con la más amplia de sus sonrisas:
─ Pues claro que sí. Ya sabes de qué va esto: todo el que entra en política lo hace por simple vocación de servicio.
Bien sabes tú que los individuos fantasiosos y falaces me producen sarpullidos, pero es que éste es diferente; a este pobre se le está pasando ya la edad de creer en nada n nadie, y él está convencidísimo de que yo soy de su misma cuerda política.
Como el hombre no hace daño, como somos amigos, y como en realidad no me gusta discutir con nadie de fútbol, de política, o de religión, pues a todo le digo que sí para que no se sienta triste.
La respuesta de mi contertulio me confirmó que en el hombre inteligente se transforman las ideas, pero nunca el ideal; que el buen marino no siente necesidad de cambiar de chaqueta a cada golpe de timón; y que en las más de las ocasiones es preferible una cremallera en boca, antes que crear con alguien cercano un conflicto de por vida.
En este punto es conocido es el asesinato que perpetró el escritor D. José Santos Chocano contra el publicista Edwin Elmore, al dispararle a quemarropa tras entablar una discusión.
Y más conocida aún la belicosa respuesta de D. Ramón J. Sender a Camilo José Cela. Y todo por la falta de tacto del camorrista Premio Nobel.
La trifulca la contó con toda clase de detalles el escritor aragonés a la poetisa sevillana Julia Uceda (“Diario 16”, 1991), y al periodista Ignacio Carrión, en entrevista realizada para el diario “ABC”, con fecha del 28 de agosto de 1977.
Al parecer el editor de “Los papeles de San Armadans”, mostraba por ese entonces un gran interés en conectar, y en sumar para su causa, a los escritores españoles en el exilio.
Con Cernuda a D. Camilo le fue mal, a pesar de haber invitado al sevillano a su casa de Mallorca, pues el finísimo poeta tachó “Los Papeles de San Armadans” de “papel higiénico”.
Y con el autor de “Réquiem por un campesino español” a D. Camilo le fue mucho peor aún.
Había invitado a cenar en su casa mallorquina a unos quince comensales, y a los brindis al engolado Marqués de Iria Flavia no se le ocurrió sino decir que confiaba en que algún día los tanques rusos entraran en Madrid.
Tan tremenda estupidez concitó la airada respuesta del aragonés quien, lleno de ira, tiró de un extremo del mantel con todas sus fuerzas, mandando la comida al garete, al tiempo que decía las cuatro verdades de Pero Grullo al bocazas de su anfitrión:
─ “Entraron en 1936, y los recibí yo. ¿Sabes lo que nos trajeron? Nos trajeron a Franco, a quien tú pediste humildemente que te nombraran delator de la policía. De la policía que mató a mi mujer.
(…) Y le dije que bajo un sistema comunista él no sería nada, que se callara. Yo vivo en Estados Unidos, y siento simpatía por este país. No permito que un loco y un cínico diga esas estupideces”.
El final de la historia es de las que pondría un buen nudo en la garganta a cualquier espectador, pues nuestro insigne exiliado llegó a amenazar al fornido judoca con meterle un tiro entre ceja y ceja, dejándole la cara blanca como papel de fumar.
Qué necesidad tendría D. Camilo de ejercer como un “ser humano despreciable”, como lo calificara Antonio Martínez Sarrión. Y de qué se podía quejar, si teniendo mucha menor talla literaria que el argentino Jorge Luis Borges, a él le dieron el Premio Nobel que el otro siempre mereció.
¡Ay, política, qué esaboría que eres!
¡Cómo a los hombres buenos los ignoras, y cómo en lugar de subirlos a los altares les buscas su perdición!
Con fecha de ayer, 28 de septiembre, al político Pedro Sánchez le condenaron a morir apedreado sus propios compañeros de partido.
Aseguran los menos cercanos a él que Sánchez ya huele a muerto, con ese olor a rancio que hacía huir a los gitanos del torero Joselito, y que su enfermedad terminal es de las que ya no tiene solución posible.
Sus partidarios, en cambio, dicen que Sánchez está vivo, que es un magnífico gladiador, la honra de su partido, y el primero en ser nombrado en votación democrática; que ya quisieran otros cuerpos ya corruptos; y que si le toca perder lo hará con la trágica energía del “Emplazado”:
─ Y la sábana impecable, / de duro acento romano,
Daba equilibrio a la muerte/ con la recta de sus paños.
…
En su libro de “Memorias”, el periodista cubano Alberto de Insúa hace referencia a aquel 12 de noviembre de 1912; de los hechos que rodearon la muerte de Canalejas, Presidente del Consejo de Ministros, cuando fue asesinado por el anarquista Pardiñas, frente a la librería San Martín, en la tan concurrida Puerta del Sol madrileña.
Aquel día Insúa sería testigo de cómo el cadáver de D. José era conducido en primer momento al Ministerio de la Gobernación, y posteriormente, al atardecer, a la Sala de Sesiones del Congreso, hasta el momento de las exequias, donde el periodista asistió casualmente al paso de los correligionarios de Canalejas por la Carrera de San Jerónimo, portando a hombros su cadáver. El periodista lo vio así:
─ “Y de todos aquellos señores enlevitados, cariacontecidos, temblorosos, y más de uno llorosos, no hago memoria sino del inolvidable Dionisio Pérez, que recibía las lágrimas en el bigote sin cuidar de enjugárselas. “¡Pobre Dionisio! ─ pensé─. La muerte de Canalejas es quizá el fin de tu carrera política, porque cuando cae una de estas águilas que empollan ministros y hacen diputados, ¡a cuántos arrastran tras de sí!”
Un relato similar, pero con ese gracioso “ángel” tan propio de Andalucía, es el que hace el escritor osunés D. Francisco Rodríguez Marín en el relato titulado “Duelo y risa en la muerte de Cánovas".
…
Pero caballo entre la risa y la tragedia, y pensando con simpleza en esa actitud cruel de condenar a un ser humano al ostracismo, la situación del Sr. Sánchez me sugiere las más capciosas preguntas:
─ ¿Y siendo el PP y el PSOE la misma cosa, y defendiendo los mismos cien puntos de la Ley, y compartiendo saludos, y momios intereses de casta,… ¿no le habría interesado a D. Pedro apuntarse al “sí” de Rajoy?
─ ¿Y con qué tácticas nos vendrán mañana: si encontrarán la salida del laberinto, si señalarán con el índice al apuntador, si se emplearán a banderazos unos con otros, si adoptaran, como el Sr. Carrillo, la moda del peluquín para despistar a los periodistas..?
Chi lo sa?
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