3 de mayo de 2016 | Joaquín Rayego Gutiérrez

La historia de una amapola

─ “DICEN QUE LA VIO UN ALMENDRO/ DICEN QUE LA VIO EL OLIVO/ DICEN QUE LA VIO LA LUNA/ A LO LEJOS DEL CAMINO.”

La historia de una amapola
La historia de una amapola
El Coto de Doñana, con su exuberancia, representa el milagro de la vida. Aquí se hermanan las provincias andaluzas de Sevilla, Huelva y Cádiz.
Ya el investigador Schulten, en su obra “Tartessos” afirmaba la existencia de una colonia prehistórica ubicada entre los pueblos de Hinojos, Bollullos del Condado, Villamanrique, y Almonte.
Semejante teoría se vio reforzada por el hallazgo de una piedra neolítica en el lugar denominado “La Pedrera”, junto al Rocío, y que, al parecer, es el tercer hacha de piedra neolítica encontrada en el brazo septentrional de la laguna de Santa Olaya.
Quince kilómetros separan el pueblo de Almonte de la aldea de El Rocío; atrás quedan el arroyo de Santa María, Los Tarajales y el Pinar de Espinar. Y en tan blanca y luminosa aldea un alegre santuario acoge la imagen de una imagen pequeña y morenita, con un niño en brazos, que responde al gusto del último periodo del gótico.
Al parecer la encontró un vecino de Almonte en el paraje conocido como La Rocina, allá por el siglo XV.
La leyenda dice que aquel cazador recató la imagen de entre los espinos, que emprendió el camino de regreso a Almonte, pero que rendido por el cansancio se quedó dormido. Y cuál no sería su sorpresa cuando, al despertar, ya no estaba la imagen allí. Afligido, regresó al lugar donde la había hallado, y la encontró de nuevo, conociendo de este modo que la Virgen quería aquél fuera el lugar en donde se le rindiera culto.
En sus espaldas la imagen llevaba una inscripción que la señalaba como Nuestra Señora de los Remedios, versión que recoge una canción popular recogida por la folclorista gaditana Cecilia Bohl de Faber, “Fernán Caballero”:

─ Ay madre de los Remedios/ madre de los afligidos.
Los trigos se van secando/ manda tu santo rocío.

Y a esa inscripción también alude aquella antigua sevillana, con su correspondiente “metidillo”:

─ La Virgen del Rocío/ tiene en los hombros/ una salamanquesa
de plata y oro.
Y en las espaldas/ un letrero bordado/ en oro y plata.

Y refiere la tradición que en la primera túnica que se le bordó a la Virgen grabaron una salamanquesa, como símbolo de fuego y de amor.
La disputa de los hijos por el amor de la madre es una constante en El Rocío, al punto de que cada Hermandad quiere “llevarse la palma”:

─ Que llueva, que ventee/ que “jaga” frío/ las carretas compuestas/ van al Rocío.
Nadie se pique/ que se lleva la palma/ Villamanrique.

Y el “metidillo” de las sevillanas resume el espíritu de la referida confrontación:

─ Calla, embustero: / la gala se la llevan/ los sanluqueños.

Contestada, a su vez, por aquella otra que dice:

─ Eso es mentira. / La gala se la llevan/ las palmerinas.

Como diría el filósofo rondeño D. Francisco Giner de los Rios. “la originalidad de un pueblo depende de la continuidad de la tradición y de la firmeza para mantener la vocación que la inspira”. Y ello es tan así que, a partir de un ritmo y de unas letras ya conocidas, el cante se va reinventando de continuo, como sucede con algunas melodías,

─ En el Real del Rocío/ ha nacido una amapola
con un letrero que dice: / ¡Viva la Blanca Paloma!

En las que se aprecian las posibles conexiones con otras coplas de gran repercusión en su tiempo:

─ En el barranco del Lobo/ ha nacido una amapola
Con un letrero que dice/ ¡Viva la sangre española!

De los pueblos del Aljarafe sevillano, y de toda la Baja Andalucía, parten los romeros un jueves de mañana.
Tras la misa de romero, salen las blancas carretas, precedidas de un guión que porta un jinete, apoyado el varal sobre el estribo de su caballo:

─ El almanaque señala/ que el Rocío cae en mayo.
¡Ay, qué caló, qué caló!
Y por más caló que haga/ yo me voy en mi caballo…

Tras la presidencia de la Hermandad va el Simpecado, en carreta tirada por bueyes. Detrás, acompañando a la Virgen en promesa, caminan a pie los romeros.
El pueblo despide a su Hermandad con una gran algazara de cohetes, campanillas, flautas rocieras, y con el clásico tamboril, hecho con piel de zorro:

─ Ya se van acercando/ las hermandades.
Una por cada pueblo/ del Aljarafe.
Con todo orgullo/ con su Virgen bonita/ viene Bollullos.
Viene la de Sanlúcar, / y Benacazón.
La de Pilas y Umbrete/ y Carrión.
Por Olivares/ vienen carretas blancas / como azahares.

El camino, la carreta y los bueyes juegan un gran papel en el folclore mariano; pero no dejemos atrás a los boyeros, encargados de guiar a los bueyes, y de sortear toda clase de obstáculos:

─ La carreta y los bueyes/ son de mi padre.
El carretero es mío/ ¡Dios me lo guarde!

Por mitad de los verdes pinares no faltarán las calidades cromáticas: las “paradas” de personas y animales para reponer fuerzas alrededor de una chisporroteante fogata, y las declaraciones amorosas inspiradas por el mosto del terruño:

─ La carreta y los bueyes/ van al Rocío./ Siéntate a la culata/ moreno mío.
Siéntate enfrente/ que aunque no eres mi novio/ me gusta verte.

Tampoco faltan las “chuflerías” de quien declara que “se casó con un enano/ por jartarme de reír”; o de aquél que amenaza a su compadre con hacerle una broma cuando más a gusto esté:

─ Durmiendo lo vi/ a mi compadre Alonso/ en el brocal del pozo
y le dije así:/ Alonso, Alonso/ mira que te arrempujo/ y vas al pozo.

El calor de mayo lo amortiguan los cortijos de paso y la presencia del agua que corre por los arroyos. Al caer la noche aparecen las estrellas, y en medio del campo hacen alto las carretas para que bailen los romeros, y para que se hermanen al calor de las hogueras.
Antes de que cante el gallo el tamboril levanta el campamento a toque de diana rociera.
Tras pasar el puente del Rey comienza a divisarse el Rocío. Atrás queda la Raya Real y el puente de madera sobre el rio que atraviesa el cortijo de Quema, del que habla la canción:

─ Salpicones de agua/ del rio Quema/ llegan hasta la cara/ de mi morena.
Quién fuera agua/ para poder besarte/ tu linda cara.

Y, nada más entrar en la aldea, los pueblos del Aljarafe hacen su ofrenda de alegre luz a la Virgen morenita:

─ Besa el rocío. / El sol de la mañana/ besa el rocío.
El sol de la mañana/ me ha “sonreío”.

Cuando llega el domingo todos los pueblos asisten a misa, y rezan en la madrugada el Rosario Mayor, en una letanía de piropos a la Blanca Paloma.
Y tras el Rosario de la Aurora saldrá la Virgen, llevada en andas por los celosos almonteños, ante un mar de gente:

─ La Virgen del Rocío/ como es tan alta/ se le ve por abajo
la enagua blanca.
Y por arriba/ se le ven los collares/ de perlas finas.

Y el martes, prietos los barbuquejos de los sombreros para aguantar el calor, empieza el camino de vuelta.
La voz del boyero, y hasta el sonido de los caireles y de los acicates de las espuelas, se escuchan ahora más lentos:

─ Bonito y triste el camino/ cuando se viene de vuelta
Se cantan las sevillanas/ poquito a poco, muy lentas.

Atrás queda ya el olor a yodo de la playa de Matalascañas, el resplandor de la sal marina, los olores a albaca, yerbabuena y almoraduj, y la alegría de una fe resumida en cuatro palabras: ¡Viva la Blanca Paloma”:

─ Bonito y triste el camino/ cuando se viene de vuelta.
Se cantan las sevillanas / poquito a poco, muy lentas. (…)
Y el eco de estos cantares/ en la marisma se queda,
Y a la Virgen se le pide/ salud “pa´que” otro año vuelva…

Nota: Este trabajo fue realizado por un grupo de alumnos de Bachiller del IES “Lucus Soli”, de Sanlúcar la Mayor, en el curso 1982─ 83; en un tiempo en el que no contaban con la ayuda del Sr. Google, ni tenían noticias del “Rincón del Vago”). Va por ellos, como muestra de cariño.
 
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