9 de enero de 2016 | Joaquín Rayego Gutiérrez)

Da bienes fortuna

“NO SÓLO LA FORTUNA ES CIEGA, SINO QUE HACE CIEGOS A AQUELLOS QUE FAVORECE.”

Da bienes fortuna
Da bienes fortuna
─ “HOY, AL CABO DE TANTOS Y PERPLEJOS /AÑOS DE ERRAR BAJO LA VARIA LUNA, / ME PREGUNTO QUÉ AZAR DE LA FORTUNA/ HIZO QUE YO TEMIERA LOS ESPEJOS.” (JORGE LUIS BORGES)

Por estas fechas en que la banca abre ya un prometedor balance de cuentas, y el narciso de la política está a punto de estrenar un babi nuevo; los niños hacen balance de qué hacer con tantos juguetes, cuando apenas si tienen tiempo de completar los deberes de clase; y los mayores, como yo, piensan ya en los pagos pendientes de hacer, y en las asignaturas suspensas que se quedaron en la fría oscuridad de un tintero.

─ “O Fortuna/ velut luna, / statu variabilis.”

Oh Fortuna, tan variable como la luna; que ahora creces, y luego decreces; y que nos conviertes siempre en perdedores, y en torpes prisioneros de tu juego.

Cuántos intelectuales no habrán sido tachados de locos, y cuántos sádicos y cretinos de intelectuales, cuando todos ellos eran sólo un juguete entre tus manos; y cuánta creatividad no habrá sido infravalorada por la cinta métrica de la ortodoxia, bien por falta de empatía, o bien por la incapacidad de ver más allá de un palmo, de quienes sólo somos tus fieles lacayos.

Cuántos bienes de fortuna mal repartidos por el mundo, que dijo mi paisano Luis de Góngora:

─ “Da bienes Fortuna / que no están escritos; / cuando pitos, flautas/ cuando flautas, pitos.
¡Cuán diversas sendas/ se suelen seguir/ en el repartir/ honras y haciendas!/
A unos da encomiendas/ a otros sambenitos. / Cuando pitos, flautas/ cuando flautas, pitos”.

¿Pero quién eres tú, ser alado, para que los más afortunados tengan que aprovechar la Ocasión, y cogerte por los pelos?

Los griegos te pintaron como la preferida de Zeus; la diosa a quien Mercurio enseñó a correr, para que llegara a ser más veloz que él mismo, y que todos los humanos.

Hacía falta alguien rápido, como tú, encargado de recoger el néctar y la ambrosía que destila cada día la fruta de cada árbol, y que mantiene a los dioses inmortales, antes de que les dañen los primeros rayos de sol.

Y porque atraparte no es fácil, ni hacerse con tus regalos, que dejaste caer al azar, es por lo que todos te perseguimos con no disimulada intención.

Desde las vallas publicitarias de los refrescos de cola, y de las multinacionales del “fast food”, tú Fortuna, Baraka, Ocasión, Suerte, Azar, o como quieran llamarte, no dejaste de proclamar esa extraña filosofía que da en echarle la pata al vecino, y en doblegar su virtud; y no hay día que pase que no nos asaltes con tus dudas, con ese sentimiento de desilusión y fracaso que no deja hueso sano, como ya nos hizo ver la genial María Zambrano:

─ “Una de estas religiones no declaradas de nuestros días, de las más actuantes y difundidas es la que pudiéramos llamar “Religión del éxito”. El éxito, elevado a rango de potencia máxima, de última instancia, ante la cual toda acción ha de justificarse. Toda acción y, lo más terrible, toda persona; la persona en su valor íntimo, esencial, con su historia tejida entre las circunstancias, de las que no se es responsable, con su intimidad y secreto, con sus razones y sinrazones que sólo ante la lógica divina podrían develarse. La persona humana, la realidad más valiosa de todas, portadora de un designio que la sobrepasa, tan inasequible y tan cercana y frágil; lo más invulnerable y lo más conmovedor; el mayor prodigio del universo conocido: la persona humana.
A este prodigio se le hace comparecer a diario —y casi sin darse cuenta— ante un frío juez que ni siquiera pregunta, displicente, como aquel otro: “¿qué es la verdad?”, sino “¿qué has conseguido?” Y si nada consigues, “¿a qué te obstinas?” “¿En qué?” Podría contestar el procesado: “En vivir quizá”. Pues puede llamarse vida a esa tensión continua entre dos polos helados, el cálculo para lograr el éxito y el azar..; el azar que extravía una carta, equivoca un nombre o, más totalmente, nos ha hecho nacer en determinadas circunstancias de tiempo y de lugar que, por cierto, no hemos inventado.”

Asomado al mirador de su inocencia de niño, multiplicada su tibia imagen en el reverbero del tiempo, ensimismado en el espejo de su dolorosa y, a un tiempo feliz experiencia ─que suaviza los recuerdos y aglutina voluntades─, lejos de extrañas luces de neón, y de la amarillenta mentira de anuncios de escaparate, vi a mi pueblo renacer en las rodillas de un cuento recién llegado de Oriente.

Con la pasión febril de una granada, y con la incomparable dulzura de un dátil, mi patria chica ha vuelto en estos días a reverdecer alegre, madura, y pujante, en la mirada de un niño, en la legendaria ternura de sus mayores, en la nostalgia de quien mira desde fuera, en la ilusionada redondez de un balón de fútbol y un caramelo, en las canciones de Tuna, y en la pompa de jabón de un ruidoso pasacalle.

Para otra ocasión las caries, los reproches al dentista, la “mala follá” del encargado de pinchar globos, y la ardentía de estómago que acompaña al rey que rabió por unos pimientos picantes.

Para este día la ilusión, el suave tacto de la piel, el abrazo de hermanos, la caricia de una mirada que va derecha al corazón, la sencillez de una sonrisa, la sabiduría del agricultor que planta nuevas semillas, y que tiene la paciencia y la virtud de regarlas.

Y que nos ayude a todos a reflexionar la frase que dijo Séneca, un cordobés de los de antes:

─ “No sólo la fortuna es ciega, sino que hace ciegos a aquellos que favorece.”
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