11 de noviembre de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez
La conjura de los necios
¡QUÉ GRAN MEDICINA AQUÉLLA QUE NOS PROCURA EL REMEDIO, DESPUÉS DE HABERNOS DADO LA ENFERMEDAD!
Imágenes de Eugene Zampighi
En el día de ayer la feliz jubilación de dos buenos compañeros congregó a su alrededor a un numeroso grupo de viejos profesores, aplicados como siempre a la tarea de compartir.
A los postres se habló del recelo de la pública hacia la nueva “política de incentivos”; de “la reaccionaria memoria democrática” según expresión literal del compañero e historiador Francisco Núñez Roldán; del Libro Blanco de la Enseñanza; y de tantas otras “batallitas” vividas desde la descansada silla de docente.
Por mi parte comenté que, en fechas recientes, la Delegada de Educación de mi provincia puso el dedo en la llaga de los terribles males que sufre la Educación en nuestro país:
─ “Estamos atrapados por una Ley Educativa injusta y retrógrada, desarrollada por el Gobierno central, que impide avanzar al ritmo que la Junta de Andalucía quisiera”.
La atrevida frase anuncio fue calificada por algunos de los comensales de atrabiliaria y falaz; e incluso hubo quien se atrevió a poner el colofón de que lo más probable sería que en el encuentro de Villaviciosa Dª Esther Ruiz se dispusiera a festejar con antelación la victoria del PSOE, como hizo su predecesora en carta a los funcionarios, partidarios o no de sus mentiras y eslóganes.
Porque, o la Sra. Ruiz mentía en la línea habitual de sus predecesores, o “no sabía lo que se frailaba”, que diría el bueno de Rodríguez Marín; que si la memoria no era nuevamente desvirtuada, desde el año 79 la vaquita y la leche pasaron a ser propiedad de aquellos íntegros reformistas y atildados señoritingos, que medraron, medran y medrarán con los ERES y con otros asuntos turbios que aún están por ver la luz, y por recibir el veredicto histórico que merecen. Son palabras textuales…
Que la música era la de siempre: la del consabido runrún de que todos compartimos un mismo deseo de cambio, de que “Nos une Pedro”, y de que con tan conspicuo dirigente lo que ahora se pretendía era reconstruir a España bajo “bases de justicia social, libertad e igualdad”.
Tan estúpido soniquete no contribuiría en nada, según mis doctos acompañantes, a paliar los males de la Enseñanza; antes bien, no tardaría en levantar de su tumba a los muertos, y aun acabaría por hacer menos insoportable a gente como Rajoy; e incluso más estomagante el cansino estribillo aquél que, a estas alturas, ya ni siquiera aguantaban“los de la ceja” ni el mismísimo Ramoncín.
Que “invertir en Educación” era un falso supuesto que manejaba la Delegada cuando, según las estadísticas, Andalucía era una de las comunidades que menos invertía en Educación.
Y que la gran medicina aquélla que procuraba el remedio, después de haber inoculado en vena la raíz de la enfermedad, era el más deleznable de los fraudes.
─ La Delegada de Educación de tu provincia decía uno de ellos no debe tener mucha experiencia en el tema, que eso es cosa de la edad; pero no te preocupes, Joaquín, que ya la tendrá cuando asista a cuatro o cinco congresos y las circunstancias se presten para que entre ellos mismos se regalen con esas célebres firmitas que engordan una mala memoria curricular, al modo de los Valenciano, Pajín, Urdangarín, o Bonilla; que en asunto de intereses, como diría Monedero, no todos los políticos son iguales “pero cagan parecido”.
Jubilados del “negocio “por el oportunismo de una ley que excluye a los “estatutarios”, mis compañeros “eméritos” se mostraban orgullosos en su nueva situación de animosos abuelos, y contentos de haber cambiado de un día a otro de profesión.
En mi caso particular confesaba que tan extraordinario cambio no había ocurrido así; que servidor se jubiló de lo que fue su vocación natural “por aburrimiento y asco” hacia esa extraña forma de manipulación en que algunos habían convertido la noble tarea educativa; que no recordaba haber faltado ni un solo día a mis clases, porque no había sido ésa mi intención; que juraba y perjuraba no haberme “escaqueado” nunca tras la pantalla de una mesa, o tras el engaña bobos de un ordenador; y que declaraba por mi honor haberme dejado la piel en defensa de mis alumnos, y haber sido testigo presencial de mil y una desvergüenzas,que siempre tuve el extraordinario valor de denunciar en claustro, y levantado la voz contra toda esa tropa de ineptos y vividores, renegados de la tiza a los que ya nadie cree.
Batallitas que sólo a uno mismo interesan, y que están aún por escribir, aunque sólo sean por restañar viejas heridas, y por no seguir siendo cómplice de esos viejos emisarios de la mentira.
Pregúntenles si no ustedes a los profesores de la pública, que asistirán silenciosos a tan burda representación pero que, según las últimas noticias, “ven con recelo que se evalúe su labor”, porque saben bien que hay gato encerrado en todo esto que maquina “el filósofo de cabecera de Zapatero”; y que con semejante estrategia verán un día de estos a la hermana del Sr. Delegado con idéntico currículum de quien fuera su profesor, o a la cuñadísima y a los amigos formando parte de una legación a Japón, o al hijo de un “figura” colocado a dedo, o al figurón de turno formando parte de una Fundación.
Y no es simple metáfora, ni una mala constatación de la realidad.
Tal vez merezcamos los docentes esta clase de comportamientos, que como dice Marina ─ principal intérprete de la asignatura “maría” de “Educación para la Ciudadanía”─ somos de lo peorcito que ha salido de las aulas de la Universidad.
Lo que se le ha olvidado decir a tan ilustre vendedor de libros ─ sin parangón en el negocio editorial, desde los tiempos inmemoriales de D. Fernando Lázaro Carreter ─ es que un gran porcentaje de nuestros políticos engrosó esa gran lista de enseñantes que abominó de la tiza; lo cual es mucho peor, dado el inmenso daño que hicieron a la Educación, necesitada de profesionales de tan elevada alcurnia.
Otro punto en el que insiste D. José Antonio Marina es el de la formación del profesorado.
Si formar a un profesor de Biología consiste en la obligación de asistir a un cursillo de Flamenco, donde los profesionales comienzan una hora más tarde de la asignada, para calentar la voz…; o si aprender a dirigirse a una clase conlleva pasear por el recinto con los ojos vendados; o si ser un profesor respetable conlleva no llevar la contraria a la cansina verborrea del Sr. Vázquez Medel… “¡Recoge ya, que nos vamos!”, que diría mi condiscípulo Juan Manuel Montoro.
Y un punto más a añadir por tan celebrado filósofo ─ que mejor haría en denunciar la situación en que ha quedado la Filosofía en los nuevos planes de estudio ─ es el “alejamiento” de la realidad en que vivimos los docentes, como ya dijo Cernuda cuando escribió aquello de “Donde habite el olvido”
Y lleva mucha razón el ideólogo del PSOE, que en el más absoluto olvido de la realidad vive aquel que tiene el estómago lleno, y más aún los intelectuales que, como es su caso, se dejaron engatusar por las mieles del poder.
Pero qué le van a pedir tan ilustrados gerifalte a estos pobres “maestritos”, que aún conservan la memoria histórica de haberlo pasado mal.
Pues eso, Sr. Marina, que usted a sus reflexiones, como Santa Teresa de Jesús; a perorar sobre la conveniencia o no de sus Fundaciones y proyectos. A servir a su país...
Y los demás a funcionar al estribillo que nos toquen.
Que el que se niegue a la foto, o se encastille, ya sufrirá el desprecio y el palmetazo del ninguneo, que al paso que vamos pasará por ser la más eficaz solución a tantos males.
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