3 de agosto de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez

De banderas y banderías

De banderas y banderías
De banderas y banderías
Nunca dejaré de cantar ese aire tan festivo y tan amable con el que la Orquesta Mondragón, en la voz de su líder Javier Gurruchaga, nos invitaba a comprarla felicidad en cómodos plazos:
“Viaje con nosotros si quiere gozar. Viaje con nosotros a mil y un lugar, y disfrute de las hermosas historias que les vamos a contar.”
“Quien compra nuestro billete, compra la felicidad.”
Los científicos aseguran que viajar es una experiencia siempre nueva que estimula las células cerebrales del espíritu menos lanzado; un verdadero placer para quien guste de la tecnología, y de la cálida melodíade la señorita que está enlatada:
─ A ciento ochenta kilómetros coja usted la salida E- 5, pipirrana 25, con dirección a Madrid.
Viajar hoy en día es algo más que un regalo: es un enriquecedor diálogo con nuestros compañeros de viaje.
Porque aunque estuviese enfadadoy no se dignase usted a hablar con nadie, el diálogo seguirá vigente si tiene la suerte de que uno solo de sus acompañantes siga asomado a medio mundo, a través de de su Wassap.
Que no sé si sabrá que las neuronas ─ espejo se activan cuando alguien ejecuta una acción, creando entre sus congéneres unas ondas de simpatía, o de solidaridad “en la nube”, como bien anticipó Gustavo Adolfo Bécquer:
“Los invisibles átomos del aire/ en derredor palpitan y se inflaman…”
Y aquívan y rebotanesas pequeñas señales eléctricas en el interior de nuestro cerebro, como pelotitas de pimpón, con la increíble capacidad deencender cuando menos una bombilla, de generar unagenial idea a Einstein, e incluso de establecer una comunicación telepática con el extraterrestre de suvecino.
(¡Joder! Otra vez me he confundido de salida. Se nota que no me llevo bien con los cacharros…).
─ ¡Mushaaasho!¡Que la has vuelto a fastidiar!¡Que ya es la cuarta vez que te pasa!
Lo bueno del “navegador”, y de la amigable señorita, es que nunca reprochan nada a nadie y que siempre están prestos para ayudar:
“Salida Plaza del Duque. Departamento de Gestión del Usuario. Por favor, señores pasajeros, cálmense y tómense el viaje como una experiencia alucinante.”
…………
Conocer paisajes, personas y costumbres es una actividad muy recomendable contra el extendido virus de los localismos intransigentes que tiñen nuestro solar patrio; porque, coincidirás conmigo en que son preciosas las banderas y admirables los valores que cada una de ellas representa, pero esta guerras de egoísmos y banderías de “ahora te quemo, ahora te insulto, y ahora te silbo”, ni son el mejor ejemplo de armonía, ni empujan al individuo a actuar concertadamente con sus semejantes.
En este sentido debemos recapacitar, sentado cada uno de nosotros en el pequeño ámbito de su silla, o de su coche, sobre aquel chiste escatológico que de pequeños nos solían contar, y que terminaba con la hiperbólica reflexión de aquelindividuo que, a falta de colosales proyectos de ingeniería y de muchos metros de tela de los que presumir, confiaba el honor de su nación a un pobrey ridículo chucho:
─ Pues en mi país hay un perrito que se pasea por la carretera, se caga en el monte, y se limpia el culo con la bandera.
Porque, aunque por suerte no tengamos todos el mismo RH ─ lo cual, como muestran los Borbones, no es un buen síntoma de salud─ supongo que coincidirás conmigo en que una bandera es un trapo. Un vistoso trapo que ─ en el caso de Aragón, de Cataluña y de España─ tiene todo el colorido de esa típica paella valenciana, adornada de pimientos.
De banderas y de banderías supo mucho Vicente Rojo, que no salió de su país por la puerta falsa como tantos otros─ como “La Pasionaria”, o Negrín, por ejemplo; y de tantos que dejaron a sus camaradas atrapados con el balduque de sus mezquinos intereses, viéndoles partir en el puerto de Valencia ─, que no dejó de echar en cara a los “círculos viciosos” de honorables republicanos, de dirigentes del PNV, y de nacionalistas burgueses, que se lucrasen de las rentas en lugar de beneficiar al pueblo, hartito, como las vacas, de que les expriman las ubres:
“España, camisa blanca de mi esperanza,… quisiera poner el hombro y pongo palabras, que casi siempre acaban en nada…”
(Bajada de bandera).
En las playas de Colliourela intensidad del paisaje la ponen los profundos acantilados y toda una gama de trasparentes yazules. El alma de este lugar son las personas: los bañistas que hoy disfrutan de los embates del mar; los que lavaban sus heridas, con agua salobre, en este “campo de refugiados”, torpe línea “de permisión”, o “campos de concentración y exterminio”, que delimitó el pacto entre los Ribbentrop y los Molotov, entre los mafiosos del uno y del otro bando.
En el cementerio de Colliure hay un río derramado de sangre sevillana, gaditana y gallega a granel, que alimenta la sombra de un ciprés: es la tumba de don Antonio Machado, de donde siempre brotará un agua fresca de romance: la triste historia un hombre, extraviado en la búsqueda de su Dios, que denunció el “cainismo” de sus compatriotas, las absurdas lacrasdel poder, y la pequeña felicidad del caminante más humilde.
Bien merece el poeta una sencilla oración, y un minuto de silencio en su memoria.
Con el paso de los años he vuelto también a Cambrils, el lugar donde trabajé unos veranos en mi etapa de estudiante. No encontré allí a mis compañeros de antes. Al saleroso “Canario”, o al cocinero cordobés que casi se amputa un brazo, por beneficiar al patrón. El restaurante “Casa Matilde” ha pasado a ser “El Faro”. Ya no es aquel achaparrado payés de Tortosa su propietario. Ni espero que el actual pague en negro, ni siga vejando a los trabajadores, como lo hiciera aquelcon quien me trabé porque andaba pateando a una chica de Jódar, encargada del aseo, y de lavar y planchar una ingente cantidad de trapos. Las últimas palabras que me dijo nunca las olvidaré, por lo que tenían de cierto:
─ Gitano, que eres gitano. ¡Andaluz tenías que ser!
He vuelto a abrazara los Abásolos, nuestros queridísimos vascos que veranean en Salóu, y que nos acogieron como familia durante nuestro año de estancia en Guipúzcoa. Renovamos la ternura de unas miradas, el ardor de las palabras, y la firme promesa de volver a visitarnos.
En Tarragona estuve cenando en un bar de la Placa de la Font.
En un balcón, un lorito ensayaba toda suerte de melodías (“La muerte tenía un precio”, “La Marsellesa”, etc…). Un solista de una vez. Me recordó al propietario del bar “En la otra esquina”, de Los Remedios, que unas veces silba un bolero, y otras se arranca por un rock, o bien se luce con una melodía clásica.
En algo mejora el loro al conocido restaurador: en que, al no tener conocimiento de las leyes, el animalito, que se me figura estar más caliente que un chocolate recién salido del horno, se lanza a piropear a las mujeres que pasan.
En los pueblos de Cataluña hay muchas cosas que ver; sobre todo si te paras a charlar con la gente, o si tomas asiento en un velador, o en un banquito del parque.
En el parque de Granollers hay sesenta especies de árboles, tantas como esos grupos humanos que forman un altísimo “castellet”. Aquí unos “angelitos negros”, de esos que canta Machín, revolotean cual mariposas y se expresan en español:
─ ¡Sámbara tiene miedo de los perros! ¡Cobarde!...
Otro grupo de vecinos centra toda su atención en la actividad de sus canes, y en actos protocolarios de besos y de saludos.
En el “Casino de Baile”, que está a dos pasos de allí, los socios bailan ritmos latinos de un marchoso español. Nada impide que te sumes a la fiesta, si previamente adquieres tu entrada.
La Plaza de España, con sus cafés al aire libre, tiene un aire de democracia que es difícil que comparta uno de esos capitalistas, aferrado al “interés económico”, que proclama el independentismo de su país como cosa de conveniencia, y el derecho a no compartir con extremeños, castellanos, murcianos y andaluces, “que son una tribu de aprovechados”: en una mesa, sentadas, una joven de larga melena y otra que cubre su cabeza con un negro pañuelo, comparten el burbujeante refresco de la conversación; en otro velador unos jóvenes árabes, de aspecto europeizado, echan cuenta de uno de ellos que se expresa mediante gestos, y con la sutileza y melodía de su voz; el más joven prescinde de sus zapatillas, para exponer sus pies desnudos al viento, apoyados sobre el asiento de una silla, para seguir las pinturas que esboza aquel orador, y “segundo Castelar”.Y nadie se las tiene tiesas con nadie.

─ Son años de vacas flacas. Los tiempos no son los mismos. Esta misma mañana me visitó una pareja de franceses, que viajan con el dinero muy justo. La señora compró una tacita de cinco euros. El señor quería aprovechar para regalarse un mechero. La mujer se adelantó, para impedir esa clase de lujos.
Son historias que te cuenta el propietario de un establecimiento situado a las espaldas del Museo de Dalí, en Figueres.
La que le contaba yo tenía un aire reivindicativo, muy difícil de aguantar por quienes no hayan leído el larguísimo poema de La Atlántida, de Jacinto Verdaguer:
─ Pues un servidor se extraña de que a este pueblo venga a visitarlo nadie, con lo difícil que lo ha puesto la Señora Alcaldesa, y encargada de Urbanismo.
Al entrar la otra noche me topé con unos increíblestoboganesen las vías del tren, con las luces deslumbrantes de un semáforo, y con una absoluta falta de iluminación en las señales de tráfico. Un auténtico delito.
Aunque no iba a más de treinta me dejé atrás el cárter, pues lo suyo habría sido parar en seco el vehículo, antes de iniciar la maniobra de subida al tobogán.
Inmediato al gran ruido de los bajos me salieron al paso unos vecinos. Con los nervios del momento pensaba que era un atraco, por lo absurdo de la situación.
Al final vine a saber que esta clase de incidentes era algohabitual aquí, y un problema para los vecinos, que llevan un tiempo luchando porque arreglen el desaguisado.
Que no era cosa que pasase a los de allí, que ya estaban bien advertidos por haber vivido la experiencia de tan triste situación; ni a los deportivos del Honorable, que no circulan por aquí. Al parecer, la cosa va con el forastero, y con vistas a hacer de este precioso pueblo un cantón. Como los que animaba el ministro Palanca, en tiempos de Salmerón.
Denuncié la situación en la policía, y se me advirtió que debería pagar la limpieza en caso de haber dejado aceite en el suelo. No sé si era una amenaza, o solo una frase hecha, para exonerar a la alcaldesa de todo tipo de reclamación.
Que en detalles como éste se me vienen a parecer el algodón de fregona y el trapo de las banderas, en que ambos se prestan a limpiar las manchas de mugre que los políticos dejan, y lo que una alta burguesía insolidaria y “liberal”, va dejando hechos unos zorros, con el concurso de las izquierdas, que ni creen en la igualdad, ni en la solidaridad, ni en otras viejas virtudes que ellos tanto pregonan. ¡Arribistas!,¡Demagogos!
“A Vietnam se fue mi amor/ ye, ye, ye…/ Y se ha pasado al Vietcong.”
Absurda cursilería. La verdadera revolución va por dentro, y sale siempre a la luz vestida con formas nuevas; y no con la repetida palabrería del lorito de nuestro cuento.
Historias de ahora y de siempre que cotizan menos que “una perra chica” en los medios de “manipulación”, y que resultaríancasosinsólitos para aquella gente de bien, como Carmen, Elena, Jordi, y Julita; o como don Vicente Rojo, y donAntonio Machado, que en gloria estén.
─ Me gustaría visitar su tierra; pero viendo la televisión no me explico cómo aguantan el calor.
─ Pues lo aguantamos, entre otras cosas, porque vivimos allí. Porque además hay primaveras, otoños, veranos e inviernos de ensueño; porque hay gente y lugares tan espectaculares como los que se disfrutan aquí, y que han hecho un país de leyenda la tierra de nuestros padres, ya se llamen Ronda, Toledo, Alcalá de Henares, o Villarreal de Urretxu.
(Fin de trayecto, y bajada de bandera).

P.D: De haber nacido poeta, más que una tontería de aquellas de “Al Sur, al Sur. ¡Viva el PSUC!”, habría preferido escribir “Mediterráneo”, de Serrat; o una oda sencillita a ese mullido sillón, que tan paciente me espera.
 
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