23 de abril de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez

La noche del pescaíto

Manuel Cabral Aguado Bejarano
Manuel Cabral Aguado Bejarano
Si la sardana fue la genial creación de un andaluz, la feria de Sevilla se debió al impulso de un catalán ─Narciso Bonaplata ─ y de un vasco ─José Mª de Ibarra─, pues fueron ellos los que fijaron los días de celebración de esta feria de ganados, que degeneró en lo que es en la actualidad: una estructura temporal de lona, chapa y madera, engalanada con farolillos venecianos de papel.
Desde mediados del s. XIX hasta el año 1973 la feria estuvo enclavada en el Prado de San Sebastián, junto al Quemadero de la Inquisición, ubicada entrelos jardines de Murillo, el Parque de María Luisa y la antigua Fábrica de Tabacos, escenarios adecuados para que florezca un idilio entre el apuesto don Juan y la gentil doña Inés:
─ La luna en los Jardines de Murillo/ nuestros besos alumbró.
Y luego n las murallas del Alcázar/ al volver de madrugá.
Y como boquifloja y envidiosa/ al volver se lo contó
Al Puente de Triana/ que se encarga/ de lanzarlo a la ciudad…
A partir de esa fecha la feria pasó a Triana, hasta la otra orilla del puente; y se vino a instalar en Los Remedios, barrio que se convierte, en estos días, en una extensión del ferial.
No está plantada la feria de Abril en medio de un erial desangelado, reservado para la ocasión. Hasta aquí puedes llegar, dándote un cómodo garbeo desde el centro de la ciudad, sin tener que pisar el barro ni desligarte de la magia del neón y de los encantos de la urbe.
Si te dejas acompañar de la aterciopelada voz de Paco Palacios, “El Pali”, podrás incluso imaginar que te salen al encuentro personajes de antaño, como Vicente “el del canasto”, quien te ofrecesus almendras,al tiempo que da bandazos de un lado a otro de la calle:
─ Dando bandazos, mare/ Dando bandazos
Quién no ha visto a Vicente/ dando bandazos
Por Arfe o por Varflora/ con su canasto,
La de Vicente es la historia de un amor “como no hay otro igual”. Su esposa le dejó en el mayor de los abandonos, para compartir ilusiones con un inglés; razón de más para que Vicente, con su canasto del brazo, aborde a la gente rubia para solicitar de ella sabe Dios qué explicación.
Sales de La Campana, desde San Lorenzo, o desde La Alameda de Hércules y llegas en un plisplas hasta la Plaza Nueva, donde te saluda el antiguo convento de San Francisco, convertido en Ayuntamiento de estilo renacentista, gracias a la primorosa labor de Diego de Riaño.
Sigues por la Avenida de la Constitución ─que aún recuerdan los azulejos con el viejo nombre de Génova─, y puedes imaginar el gran tráfago de sacerdotes, de napolitanos, de genoveses, de alemanes, de pícaros, y de toda una tropa de vividores que pobló la ciudad en el siglo XVI; te maravillas con el estilismo almohade de La Giralda ─“¡oh, palmera de luz!”─, y con la gracia de la catedral ─“una tal y tan buena que no haya otra igual”─, plena de tintes lorquianos:
─ La catedral ha dejado/ bronces que la brisa toma
Luego que llegas hasta la Puerta de Jerez, en un extremo de la calle San Fernando, puedes sentarte un ratito para disfrutar de la alegría de la gente y del colorido de los trajes de gitana ─ "de faralaes", que diría el cursi─, o fantasear sobre la gitanería de las cigarreras que pintara Gonzalo Bilbao.
“Ya no se ven cigarreras por la calle San Fernando” ─ se escucha cantara “El Pali”─, pero quién nos impide soñar, que “l´amourestun oiseaurebelle”, como rezala habanera de Georges Bizet, capaz de batirle palmas a las mismísimas palomas que anidan en la Plaza de España:
─ Va Carmen la cigarrera/ presumiendo por la calle/ con flores en su pechera/ y el manto cruzao al talle,…
Pasas el puente y dejas que tu mirada navegue por la corriente del río que, en ocasiones, rezuma la sal que rebozan los esteros de Sanlúcar; con tantísimos reflejos no habrá nada imposible de imaginar:
─No llores Sevilla mía/ No llores Giralda guapa/ No llores Torre del Oro/ Que te voy a hacer un río nuevo/ Con lágrimas de mis ojos
Después le envías un saludo a la Torre del Oro, para no ser descortés, y abordas la Plaza de Cuba. Desde este redondel tan taurino ya estás viendo la Portada. La espaciosa calle Asunción te invita a disfrutar del paseo, o a sentarte en sus bancos de madera, para ver el discurrir bullicioso del personal.
En todo este recorrido no hemos tenidoque sufrir la estridencia de los coches, tan sólo "papar" el aire y dejarte arrastrar por la "insoportable levedad del ser", que te lleva en volandas a ritmo de vals.
Este año la Portada se inspira en el Museo de Bellas Artes y en las torres que se alzan en el edificio de La Telefónica, en la Plaza Nueva.
Cada año la ciudad se mira en su propio espejo, se pinta y se acicala para enamorarse, y al mismo tiempo seducir hasta crear en el “forastero” la extraordinaria ilusión de ser arte y parte del invento.
Para quienes, como yo, tengan contraído un débito con otras gentes y paisajes siempre quedará la solución de “tirar” de soneto; de aquél dedicado “A Córdoba”, con el que D. Luis de Góngora respondió a un paisano que le preguntaba si la belleza de Granada le había hecho olvidar a su Córdoba natal:
─ Si entre aquellas rüinas y despojos
Que enriquece Genil y Dauro baña
Tu memoria no fue alimento mío,
Nunca merezcan mis ausentes ojos
Ver tu muro, tus torres y tu río,
Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!
 
Joaquin Turina
                   
 
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