3 de abril de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez

¡La gloria mareá..!

Mujer ante el sol poniente
Mujer ante el sol poniente
“Estos días azules y este sol de la infancia” (Antonio Machado)

A la hora de retirarse de una tertulia mi padre solía usar, indefectiblemente, una simpática expresión:
─ ¡Señores, soy de ustedes pero me retiro..!
Que traducido en "Román paladino" vendría a ser aquello de “aunque me voy, no me voy…”
Y cuando en las mañanas de domingo las casas se vestían de limpio, y nuestras madres espumaban el cocido, alguien se lanzaría a mostrarles su agradecimiento en tan preciosas ocasión:
─ ¡María, qué bien huele ese cocido! ¡Es la gloria mareá..!
Hoy nadie dice esas cosas, para que no nos malinterpreten y nos tachen de acosador.
Es complicada la comunicación desde el momento mismo en que empleamos palabras y expresiones cargadas de subjetividad, que resultan incomprensibles para el común. Razón de más para los buenos escritores tengan por norte la idea primordial de agradar a otros reconocidos plumillas.
Que no hay mejor “voz” que la de uno mismo, aunque suene con el desgarro de lo vivido; ni mayor “eco” que el plagio repetido hasta la saciedad, por brillante que resulte:
─ La falta de conocimientos la puede suplir la Retórica, como haría un publicista o un político. Al fin y a la postre todas las personas somos vulnerables a las palabras dichas con afecto.
No siempre se podría presentar esa idea como axioma. Que ofrecer un pastel a un diabético tiene, en la actualidad, la consideración de un delito.
En estas fechas, en los cines, se proyecta una película que es la mejor representación de lo que acabábamos de decir.
En “Calvary”, el padre James es amenazado de muerte por uno de sus feligreses. La inepta actitud del clero, y la brutalidad de los fieles, ensimismados en sus problemas, son los difíciles escalones de un calvario que movería al escepticismo a cualquier hijo de vecino.
En un ambiente tan depresivo se comprende que rusos, suecos, ingleses y alemanes tomen el primer vuelo y se vengan para Málaga.
Dice Antonio Banderas que “Málaga, que ha olido siempre a after sun, empieza a oler a cultura”. No creo yo que esa tierra huela a recinto cerrado, a tinta china, a pintura al óleo, o a librería de viejo, pero si es por opinar...
A otro artista destacado, de talla internacional, España le huele a ajo, para mayor gloria del pueblo de Montalbán; y al cantautor Benito Moreno su país le huele a queso, que es tanto como encarecer las bondades de Cabrales, e Idiazábal, y meter una cuña publicitaria en pro del turismo francés.
Los grandes artistas, como los buenos escritores, hablan para no hacerse entender.
Que en la opinión menos prosaica del españolito de a pie nuestro país huela a naranjo florecido; a quintaesencia de jazmín; a la leña quemada de los espetos; a la sal de los esteros; a la pasión de la cera; al humo del incienso…
─ Nadie sabe cómo ha sido, pero ya lo está viviendo usted: la primavera está aquí. Y Andalucía, en estas fechas, desborda sexualidad.
─ Pero, hombre de Dios, no confunda. Sensualidad, habrá querido usted decir...
─ Que no señor, que lo dicho. ¿Acaso no ha visto usted que los novios, los pájaros, y las mariposas le hacen palmas a Cupido? ¿O no se le ocurrió pensar que todo aquí es volandero?
─ Es una conclusión bastante razonable la suya, que en los rizos de las palmas proclama a Cristo la multitud, y adorna el arco de triunfo que da entrada a Jerusalén. Con plumas blancas se visten los “armaos” de la Macacarena; los costaleros mueven el paso de palio de la Virgen en alas de colibrí; y hasta el propio pasodoble, con capote de paseo, es una invitación a bailar en los rojos atardeceres.
─ Que ya lo dijo el poeta: “Juntos, en la tarde tranquila/ vuelan notas del Ángelus, / murciélagos y golondrinas”.
─ ¿A que no ha visto usted en ningún museo un cuadro más colorista que éste? Y además de todo, gratis. En la fiesta de los sentidos no hay nada que pagarle a Hacienda, ni al Labradores, ni al Mercantil...
─ ¡La gloria mareá, señores! Es la hora de dormir en este auténtico desmadre de los sentidos…
─ Si ya lo decía la santa ─ “El morir venga ligero/ que muero porque no muero”─; y ya lo repite el pueblo en su filosofía tan peculiar:
”Cada vez que considero/ que me tengo que morir
tiendo la manta en el suelo/ y me harto de dormir”.
─ ¡Séneca, en el sentido más estricto..!
─ ¡Usted mismo lo ha dicho! Pues viniendo de esos sabios estudiaremos la posibilidad...
 
El descanso de los campesinos
       
 
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