22 de febrero de 2015 | Joaquín Rayego Gutiérrez

¡¡¡Soy una mierda!!!

Francisco Ortego, Museo Cómic
Francisco Ortego, Museo Cómic
 “El sentido moral de estas coplas; su tono austero, grave y resignado…”
Comentarios de este calibre, repetidos hasta la saciedad desde un humilde pupitre, nos llevaron a algunos a la conclusión de que la literatura española es un asunto muy serio que no admite bromas, a menos que uno pretenda salir como salían el demonio y sus devotos en el Rosario de la Aurora:
─ El demonio como es tan travieso agarró una piedra y rompió un farol, y salieron los padres Franciscos y lo apedrearon en el callejón.
A no ser que te sientes a dialogar en las gradas de la catedral con nuestros insignes locos, con los pícaros, con don Francisco de Quevedo, con la gente llana del pueblo y con cuatro humoristas más, será muy difícil evitar que se te vengan encima los palos del sombrajo.
Porque si te atienes a la más amplia realidad pronto comprobarás que nuestra literatura está sobrada de mal humor, de niños faltos de cosquillas, de lances de honra y honor, de deseos de perfección, de sueños imposibles, y de sombras que corren tras la luna de un beso.
El reino de la perfección, de la frustración, del imposible,del pavo real y de las arañas de Murano, nos invita a reír sin complejos; que nadie, en los tiempos que corren, quisiera emular a aquellas señoras que se creían virtuosas porque no habían amado nunca a nadie, ni siquiera a sus esposos.
Porque, bien mirado, el humor cumple una importante labor terapéutica y social, esquiva al miedo, socava las estructuras de poder –como bien advirtió Jorge de Burgos en El nombre de la rosa─, es la distancia más corta entre dos personas, y un arma letal si se usa con método, como solía hacer don Jacinto Benavente.
Conocida es la anécdota en la que el conocido dramaturgo fue abordado por una señora que, poniéndole la mano en la frente, no se cortó un punto en decir:
─ Tu cabeza es hermosa, pero sin “sexo”.
Se refería, claro está, a aquella fábula que comienza:
─ Dijo la zorra al busto/ después de olerlo:
Tu cabeza es hermosa/ pero sin seso.
Y D. Jacinto, haciendo alarde de sus reflejos, le contestó impertérrito:
─ ¿Y por qué ha omitido el primer verso de la fábula?
Gracias a Dios el sentido del humor y los libros de autoayuda se han puesto de moda en nuestro país.
Hay quienes achacan el suceso al peso de la política:
─“Hemos hecho un acuerdo para estimular, para favorecer, para follar… para apoyar ese turismo”; “Mozart vivía en la miseria por no tener derechos de autor”; “Deseo que la Unesco legisle para todos los planetas”; “Yo he sido cocinera antes que fraile”, etc…
Otros críticos apuntan a que ha habidouna revitalización del Carnaval, por voz y gracia del pueblo; otros, al estreno de películas como “Ocho apellidos vascos”;a la presencia sobre el escenario de grupos como “Síndrome Clown”; al sentido del deber denuestros cantantes de la ceja; al don de la oportunidad de algúnconocido actor, como Fernando Fernán Gómez:
─ ¡Váyase usted a la mierda!¡A la mierda..!
─ Caballero, compórtese. Es que yo tengo un Mercedes. Y además, poseo un carné plastificado…
─ Pues es usted una solemne mierda con Mercedes y con carné.
─ ¿Es que no me va a creer? ¡Caballero, la duda ofende! Yo soy hombre de partido, y respeto la consigna de que antes “partío que doblao”
─ ¡Menudo pajarraco es usted! Debe ser una abubilla, por lo mal que huele; amén de que cuadriplica la tasa de alcohol,yde que pretendeengatusarme con un mitin...
(El aludido, poniéndose en guardia como si acabaran de dar las doce en el reloj de las Tendillas):
─ ¡Camarada, celebro que opinen las bases..!Es cierto cuanto usted dice, y pongo mi acta de Diputado a su más entera disposición.
Señorito,… le pido, por mis hijos, que me vote. Que Dios se lo pagará…
(Y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada).
 
Francisco Ortego, Museo Cómic
                           
 
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