22 de noviembre de 2012 | José Manuel Madrid del Cacho
¿La muerte?….!sólo Dios lo sabe!
Pues ahora, además de Dios, parece ser, según una noticia publicada en “elconfidencial.com”, que también lo saben los científicos de la Universidad de Anglia en EE.UU, y es que estos “dioses” humanos han desarrollado un método para saber a qué velocidad envejecemos, por lo que, según aseveran, ya es posible pronosticar la esperanza de vida de una persona. Parece como que a medida que avanza la Ciencia, Dios va dejando en manos de los hombres los secretos que hasta ahora le pertenecían. Al fin y al cabo, si como dicen los textos sagrados estamos hechos a “su imagen y semejanza”, más tarde o más temprano la evolución intelectual nos llevará a un conocimiento sin límites.
¿Qué cómo se sabe?. Pues no es nada complicado (¿?); sólo hay que someterse a un análisis de sangre, de la que se saca el ADN, y a partir de unos cromosomas denominados telómeros, que son los encargados de la división de las células, se puede llegar a determinar el envejecimiento del individuo. Y no es caro…, ¡por 500 euros te joden lo que te queda de vida!.
Esto tiene muchas ventajas. Por ejemplo, si conocemos más o menos la fecha de nuestra muerte natural (no por accidente), podemos elegir el lugar donde deseamos estirar la pata, anticipar ese viaje que siempre hemos deseado realizar, ponernos a bien con nosotros mismos y con los demás para irnos con la conciencia tranquila, decirle a alguien lo que a lo mejor se hubiera quedado en el tintero, y sobre todo, disfrutar de cada segundo de la vida que nos queda hasta la fecha, más o menos determinada, en que diremos adiós a nuestra vida . Desde el punto de vista médico, dicen los entendidos que este descubrimiento servirá para prevenir los riesgos de muerte prematura por enfermedades vinculadas al envejecimiento celular. ¡Qué bien!
Dicen los científicos que los telómeros peligrosos son aquellos que aparecen extremadamente cortos, por lo que en este caso la longitud si tiene importancia, y mucha, tanto como que nos va la vida en ello.
¡Que sea la qué Dios quiera!. Bueno, lo que digan la longitud de los telómeros.