24 de marzo de 2017 | Daniel Solano Sújar
Esas pascuas belmezanas
La vida te deja en el recuerdo, tantas cosas, que en nuestros cerebros, se conservan de por vida y sobre todo las cosas hermosas y buenas, vividas en esa familiar vida cotidiana.
Siempre he dicho que los pueblos lo hacen grandes sus habitantes, aquellos que nunca dejan de trabajar por revitalizar nuestras costumbres y raíces, esas personas que en esos eventos y en esas fiestas patronales, siempre dejaron esa empatía y esa impronta, para que los demás tuviéramos para siempre esos recuerdos, que a pesar de los años y años, como decía al principio, nunca dejamos de recordarlos.
Esta fiesta familiar y vecinal de esas entrañables pascuas, esos hornazos, de pequeño, me acuerdo, como se iban preparando todo lo necesario para festejar esa fecha histórica, se iban acumulando los víveres necesarios, en aquellos barreños, se preparaban todo lo necesario para confeccionar esas tortas dormidas, tortas de leche, tortas de huevo, y esos moldes negros que se iban llenando con toda la masa y como no, esa almohadilla, que se colocaba en la cabeza para transportar todo lo preparado para acercarlo a los hornos de nuestras panaderías, corría los años cincuenta y tantos y sesenta, y bueno, creo que aún a pesar de las nuevas tecnologías, se siguen llevando, ya de otra manera, esos hornos de aquellos años, la de los Pardos, la de Tamayo, la de Reseco, la de los hermanos Nogales, Daniel, y su hijo Juan Antonio, la de Hernán Barón, y algunos más, más tarde la de Graciano Obrero y Rico Serna, todos ellos, nos facilitaban ese momento para poder ,tener en nuestras casas ese, manjar que siempre recordamos, esa entrañable fiesta siempre fue una fiesta de acercamiento entre todos, me acuerdo ,que cuando llegaba ese día todo era disfrute, había que comprarse aquellas zapatillas blancas, yo siempre en la alpargatería la Extremeña, ahí en la calle Pozonuevo, al día siguiente ,tempranito camino de los Mestos, aparte de otros sitios por donde la gente se repartía, en los MESTOS, confluía con muchas personas del pueblo vecino, Peñarroya Pueblonuevo, ahí en ese lugar, era todo un privilegio, una vez cogida la encina, se les hacía el mecedor a los más pequeños, para que disfrutaran, los más mayores paseaban de encina en encina saludando a los amigos y compartiendo con ellos viandas y algún buen vino, la verdad a lo lejos veía llegar y llegar personas, y más tarde todos juntos disfrutaban de un día de relación importantísima para todos, los juegos se iban haciendo a lo largo del día, esos partidillos de fútbol, esos grandes corros, jugando a los pañuelos, diversión y diversión y todo repartido para todos, nadie se quedaba sólo, todos éramos una piña, la llegada como la vuelta al llegar la noche, por ese pasillo de entrada y de salida, con esa casa familiar arriba del todo ,desde donde se dominaba toda la finca, esos eucaliptos a los dos lados, hacían de ese pasillo un lugar muy especial, D. ANTONIO MADRID, de la misma forma que D. JOSÉ JOAQUIN SARA, en la Fuente del Corcho, ellos dos siempre dejaron sus terrenos, sus fincas para uso y disfrute de todos los belmezanos y peñarriblenses que acudían en esas fiestas tan entrañables de pascuas.
Las pascuas y esos hornazos han servido a lo largo de la vida cotidiana de nuestro pueblo, para unirnos más y más, y esas relaciones de amistad han sido muy importantes en la vida social de todos nosotros, siempre debemos de potenciar nuestras raíces y defenderlas en todo momento, un pueblo sin raíces es un pueblo muerto y sin historia, y en lo que nos pertenece a nosotros los belmezanos, nunca dejaremos de reivindicar nuestras raíces y costumbres, ese es nuestro mensaje, esa es nuestra misión y ese es el principal motivo, para que siempre todos vayamos en la misma dirección, independientemente de la ideología de cada cual, todos juntos siempre por nuestro pueblo, por Belmez, y termino diciendo el voz alta…VIVA LAS PASCUAS BELMEZANAS.