18 de abril de 2016 | Daniel Solano Sújar
Una actitud inmejorable
Es siempre para mí un honor el llegar a mi pueblo en las numerosas veces que lo hago, y sentir ese cariño de mi gente y de personas que me saludan, ahí nací y ahí, es el lugar que nunca dejaré de querer, pienso que uno nunca debe de perder esas raíces, esas señas de identidad que llegaron a convertirte en persona y en tener un comportamiento ejemplar por donde pasas y así dejar muy claro como somos los belmezanos presentes y ausentes debido a la vida de cada cual y situación, algunos nos vemos obligados a estar lejos de nuestra bendita tierra, pero en el corazón llevamos muy arraigado ese nombre que en la lejanía a veces sientes en tu interior una desazón y una triste emoción, por no poder estar más tiempos con nuestros amigos y paisanos, la vida es así y así la debemos de aceptar, lo que está claro es que el acento, ese acento de mis abuelos, padres, tíos, y demás familia lo seguimos manteniendo y esto para mí es un orgullo, cuando al hablar con personas de esta ciudad donde vivo, la gente me dicen, eres andaluz ¿verdad?, y entonces me viene esa magistral frase de mi compañero colaborador de este digno periódico Joaquín Rayego, que en su alocución del manifiesto que hizo en la casa de Andalucía de Leganés con motivo del día de Andalucía, decía... Como reluce, como reluce, la calle Alcalá cuando suben y bajan los andaluces... de verdad me encanta ese sonido de nuestras palabras al dejarlas caer y me encanta su léxico… joder. Soy andaluz y lo quiero ser toda mi vida.
Como me decía al principio de este escrito siempre que he podido he estado ahí en mi lugar de nacimiento, me encanta el estar junto a personas, charlar con ellas y sentirlos de cerca, hace unos días subí un post en el facebook de una persona que cuando lo veo en Belmez, me gusta mucho hablar con él y escucharlo, es un hombre integro con unos valores muy arraigados a su tierra y a su pueblo, ese pueblo sevillano Tocina, donde en su tiempo de joven trabajo lo suyo, fueron muchas las facetas donde estuvo ubicado, pero en todo ese pueblo se le recuerda con mucho cariño, lleva en BELMEZ desde el año 1977 que vino después de su trabajo en la fábrica de cementos pertenecientes a la confederación hidrográfica y su traslado y para nosotros una gran alegría que llegara con su excelente mujer Josefa y sus hijos a nuestro pueblo, hay personas que hacen grandes a los pueblos y en este caso estas personas esta familia lo llevan haciendo desde hace ya muchos años, Eduardo Pablo, es esa clase de persona cercana, un andaluz con mucha sapiencia, una persona entrañable en el trato y con una educación exquisita, mis conversaciones con él, son siempre de lo dura que es la vida, lo que supone el hoy en día el poder conseguir ese trabajo deseado y el mantener a una familia, los tiempos son muy duros, pero Eduardo Pablo es un hombre muy forjado y en su vida su primera asignatura era que a su mujer nunca le faltara de nada y que sus hijos tuvieran esa formación necesaria para que en esta vida tuvieran ese camino recto y a través de esa citada formación consiguieran esos puestos de trabajo de los que se sintieran orgullosos y me consta que esta preocupación como cualquier padre para sus hijos, hoy gracias a Dios, está solventada y que sus tres hijos gozan de sus trabajos y dejando muestras continuas de una gran profesionalidad en sus funciones laborales.
Cada café que me tomo con él, me gustaría tomármelo más a menudo, es un placer y un rato maravilloso el poder disfrutar de su compañía, siempre lo hacemos en el gran bar, ahí en esa barra y a veces sentados, me encanta escucharlo y decir que su acento sigue vivo, muy vivo, y en su corazón sigue ese pueblo blanco que al nombrarlo se le nota en sus ojos esa alegría y a la vez esa nostalgia de un tiempo pasado inolvidable, lleva treinta y nueve años en este pueblo belmezano, ahí en esa planta del pantano de sierra boyera se le recuerda con el cariño que Eduardo se merece, un hombre muy honesto y muy servicial siempre, y a la vez muy cercano, una persona que me merece todo el respeto del mundo y al que admiro por su forma de ser, y que siempre intenta dejar de él para todos, su mejor versión de persona amable, simpática y muy cariñosa con todo el mundo. Ya para terminar sólo me queda darle las gracias por ser como es, por sentir mi pueblo como lo siente y por estar ahí con ese carácter digno de una gran persona, gracias Eduardo, muchas gracias de todo corazón, y felicidades a tu esposa e hijos por el marido y padre que tienen.