28 de enero de 2010 | Prensa

«Me llevó a su cortijo y me ató con una cadena a su pierna para que no me fugase»

HUNDIDA EN EL SOFÁ, SU MIRADA SE VUELVE VACÍA POR MOMENTOS

Villanueva
Villanueva

Entonces, se queda en blanco, pierde el hilo y necesita unos segundos para recordar. Rememorar más de una década de golpes, amenazas y miedo no es fácil. Sobre todo, cuando el agresor es la persona por la que un día decidió dejarlo todo.
Con un cigarro en la mano que le ayuda a calmar su ansiedad, Magdalena C., la joven pedrocheña que el pasado fin de semana fue presuntamente secuestrada por su ex, Francisco P. S., tiene todavía mucho temor que desechar. Ahora, el supuesto agresor está encarcelado. A ella, la cárcel que le impide cruzar el umbral de su puerta es la del desasosiego.
Su pesadilla comenzó hace 16 años, cuando conoció en una feria al que se convertiría en su verdugo. «Me enamoré y me fui con él a Villanueva», relató ayer la chica.
En contra de la voluntad de su familia, Magdalena comenzó una nueva vida junto a Francisco, que residía por aquel entonces en un cortijo con sus padres y hermanos cerca de Pozoblanco.
El carácter violento del joven no tardó en aparecer. «Casi desde el principio comenzó a tratarme mal», confesó.
Una mezcla de temor y vergüenza hizo a la víctima ocultar el calvario que la oprimía. «Recuerdo —explicó su madre— que me puse en contacto con un abogado para intentar que Magdalena volviese. Pero ella se negaba».
Durante más de tres años perdió casi por completo el contacto con los suyos. «De hecho, me enteré de que estaba embarazada del niño porque llamé al hospital», se lamentaba ayer su progenitora.
El tiempo fue pasando y las agresiones se hicieron cada vez más continuas. «Ya no sólo me pegaba a mí, sino que también a mis hijos. A la niña, siendo chiquita, le daba con una goma. Yo me metía en medio para impedírselo y acababa con el cuerpo lleno de moratones», recordaba, mientras trataba de evitar que las lágrimas brotasen.
Cuando los puños no causaban el suficiente daño, todo valía. «Me azotaba con una vara. Una vez, incluso, cogió un leño y me golpeó».
Pero la retahíla de malos tratos no conseguía romper la burbuja en la que vivía la joven. «Además, tenía miedo por mi familia. No me atrevía a dejarlo porque sabía que mi hijo se quedaría con él».
Sin embargo, a principios del pasado mes de diciembre, Magdalena tuvo una fuerte discusión con su pareja. «Me dijo que me tenía que matar y que me fuera de su casa. Tras hablar con mi niño, que decidió quedarse con su padre, me llevé a la niña con mi madre a Pedroche».
Durante más de dos semanas, Francisco se dedicó a hacerle la vida imposible a Magdalena. «Llegaba a cualquier hora gritando que le abriera la puerta. Estaba a todas horas llamándome por teléfono. Me rogaba que volviera».
Durante ese tiempo, ella no quiso denunciarlo. Sin embargo, un día, mientras estaba trabajando, un conocido, policía municipal, «me preguntó, porque me vio mala cara, y ya no pude aguantarme más. Entonces, me dijo que o lo demandaba yo o lo hacía él. Así, fui al cuartel y le presenté la denuncia, tras la cual se le impuso a él una orden de alejamiento de 100 metros».
El acoso paró por poco más de una semana, hasta el pasado viernes, cuando se presentó ante el portón el hijo de la joven, de 14 años. «Mi madre se había ido a llevar a la niña al colegio y yo estaba sola. Entonces, llamaron a la puerta. Era mi niño. Me dijo que había venido de Villanueva para verme, que su padre no estaba cerca y que abriera», relató la pedrocheña.
Magdalena tiró del portón y ante ella estaba parado el pequeño. «Le volví a preguntar por Francisco y me insistió en que no estaba. Pero, entonces, escuché que llegaba un coche en punto muerto y que del mismo se bajaba mi ex».
Según la joven, el hombre, con la ayuda del niño, la cogió y obligó a montarse en el vehículo. «Empecé a gritar, pidiendo socorro, pero me tapaban la boca. Intenté agarrarme al llamador de mi puerta, pero eran más fuertes». Su madre, que escuchó las voces desde el final de la calle, llamó a la Guardia Civil
Durante el trayecto, Magdalena pensó en saltar en marcha, pero tenía a su hijo encima. «Al principio, me envalentoné, porque creía que los agentes no tardarían en pararnos. Pero al ver que nos metimos por el camino que llevaba a su cortijo, temí lo peor».
El supuesto secuestrador empezó a violentarse ante las negativas de Magdalena, «por lo que cambié de actitud y le dije que regresaría con él, que quitaría la denuncia, pero que me dejara hablar con mi madre».
Terror nocturno
Estuvieron todo el día deambulando hasta que se hizo de noche y se fueron al cortijo de Francisco. «Allí, me ató a una de sus piernas con una cadena para que no me fugara. No se fiaba de mí», dijo la joven.
Al día siguiente, cogieron el coche y volvieron a Villanueva, donde los interceptó la Benemérita.
La víctima relató a los agentes primero y después al juez todo lo sucedido. «Pero Francisco dijo que era mentira, que me había subido al coche por mi propia voluntad». Tras las comparecencias, se decretó el ingreso en prisión de Francisco P.S.
Ahora, Magdalena tendrá que esperar a que termine la instrucción que, según fuentes judiciales, podría acabar en un par de meses, y se fije la fecha para la vista oral.
Entretanto, tendrá que sobreponerse a sus continuos ataques de ansiedad, su miedo endémico y recuperar las ganas de vivir, porque «mi vida está destrozada».

 
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