11 de octubre de 2011 | Alejandro López Andrada (Diario Córdoba)
El último minero
ROQUE GALLEGO RECUERDA A SUS 90 AÑOS SU PASO POR EL POZO GUADALUPE
Roque ante el barco de madera hecho a mano
En Fuente la Lancha, un bello rincón de Los Pedroches, nació hace noventa años Roque Gallego, un hombre que conoció una época gris donde los días pesaban como el plomo, mineral que extrajo, cuando joven, de una mina ubicada junto al nacimiento del río Cuzna. Hoy, este antiguo minero, afable y cálido, vive en un piso de Córdoba con su hija y disfruta de comodidades inimaginables para el niño que fue antes de la guerra, cuando conoció la dureza de los campos. "Empecé a trabajar de zagalillo, muy pequeño, guardando cochinos junto a Villanueva del Duque --confiesa en un tono amable, melancólico--. Y no mucho después, a los catorce años, me pilló la guerra faenando en un cortijo, en una finca de Villaviciosa".
Roque Gallego Chaves habla de entonces, de aquel tiempo difícil y oscuro, sin rencor, haciendo alusión a la situación de su familia. "Éramos nueve hermanos y quedamos seis". El final de la guerra le pilló en la adolescencia, a punto de cumplir dieciocho años. Al poco, volvió a estrechar su vida al campo, pero enfermó y, tras recuperarse, dejó las labores agrícolas por fin y encaminó su rumbo hacia la mina: "Nos juntamos --afirma-- seis o siete amigos de Fuente la Lancha y decidimos ir a pedir trabajo. Fuimos andando al pozo Guadalupe, en las conocidas minas de Las Morras. Y, enseguida, tras el reconocimiento médico, empezamos el corte. Así me hice minero". Roque habla de antiguos amigos que no están --Tomás, Bujeros, Obejo, Mediojornal-- y su voz, sobria y cálida, revive los rostros, los gestos, las voces, las miradas de aquellos mineros que tumbó la silicosis cuando, por desgracia, eran demasiado jóvenes.
A Roque Gallego se le oscurecen las palabras cuando evoca el dolor sin luz de aquellos días, pero, luego, de pronto su voz se vuelve a iluminar al hablar de sus hijos, Luis, Paula y Joaquín, al que ayudó en sus inicios de joyero. Roque decidió establecerse en Córdoba poco tiempo después del cierre de Las Morras, en la segunda mitad de los 60: "Empecé a trabajar de jardinero en un chalet, y me jubilé a los cincuenta y cuatro años". Actualmente, aunque vive en Córdoba, no olvida regresar a su pueblo natal, donde pasa una gran parte del estío. Este hombre afable y sencillo, luchador, es también, como dice Angel Luis, su nieto grande, "un artista supremo en las manualidades". Ha elaborado bellos artilugios de madera, cobre u otros materiales, como por ejemplo un barco fabuloso, rematado con todo lujo de detalles. Angel Luis insiste y resalta nuevamente las muchas habilidades de su abuelo: "Es un artista --dice-- modelando y es capaz de hacer con las manos lo que quiera". Roque mira a su nieto y sonríe bonachón, afirmando que todo, hasta esa habilidad de modelar, lo aprendió hace años, cuando el tiempo se hacía eterno y pesaba dentro de su alma como el plomo que, a diario, extraía del centro de la mina.
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