28 de septiembre de 2015 | El Campesino
Oigamos el canto desgarrador de los niños de Siria
LOS GOBIERNOS DEBERÍAN CONSIDERAR EL POTENCIAL QUE SUPONE SU APORTACIÓN PARA CREAR RIQUEZA EN EL MUNDO
Me he planteado muchas veces a mi mismo si es posible hablar de Jesús, de religión, de "lo divino y de lo humano"... al margen de una realidad que parecía superada y que vuelve a martillearnos el corazón y los recuerdos de quienes hemos vivido la posguerra civil y los horrores de la II guerra mundial y sus consecuencias. Vuelven las trágicas noticias de la crisis humanitaria que estamos viviendo y que padecen en estos mismos momentos millones de seres humanos, hermanos y hermanas nuestros, para quienes la vida se les ha convertido en puro infierno, teniendo que abandonar sus lugares de origen, dejando todo atrás, con tal de conservar sus vidas y la de sus hijos, que ven con horror truncadas sus ilusiones con muertes ignominiosas, hacinados en la bodega de los barcos, camiones y trenes... hacinados en playas, estaciones y campos de concentración, donde han acabado, al verse obligados a emprender un viaje "hacia la nada", hacia países sin corazón que los rechazan o se "reparten" en miserables "cuotas", para acallar la conciencia, si es que la tienen quienes rechazan prestar ayuda humanitaria.
En estas tres semanas que llevo sin ponerme en contacto con vosotros, no ha habido día que no nos sobresaltemos con estas imágenes, que nos hieren en lo más profundo de nuestro ser. Es sobrecogedor ver cómo muchos han llegado a rasparse la piel de los dedos para que no reconozcan su identidad. Las muertes de niños que han dado la vuelta al mundo...
Junto a tanto dolor, está siendo muy esperanzadora la respuesta ciudadana que ha roto su silencio cómplice, para decir alto y claro que es posible una solución que solamente pasa por la solidaridad, la acogida y la denuncia a quienes el Derecho internacional les obliga a actuar, poniendo los medios necesarios. Que hay que "parar las malditas guerras" y no precisamente con más bombas y destrucción...
Lo peor es que cuando los "focos de las cámaras de televisión" o los micrófonos de los periodistas, dejan de estar en los lugares de la tragedia, parece que el problema ya no nos atañe. Oír cada mañana, a lo largo del día, de madrugada, el triste lamento de los desgraciados de la tierra, unido al constante asesinato de mujeres y niños que no cesan; suicidios por situaciones desesperadas, constantes odios y venganzas, pobreza extrema en quienes no tienen ninguna posibilidad ni de encontrar un trabajo ni de que alguien se solidarice con su desgraciada situación, debe mantenernos alerta, sacando lo mejor de nosotros mismos para contribuir a que nuestra estancia en la tierra sea menos desgraciada si somos capaces de buscar soluciones imaginativas.
Me emocionó escuchar al P. Ángel, uno más de los "indignados" que además se siente "comprometido" con la causa de los marginados. Le hicieron una entrevista cuando estaba a punto de irse a la estación de Budapest, para ver a cuántos niños podría trasladar a su hogar y buscarles una acogida, como ya lo hizo con cientos de niños en los bombardeos de Gaza. No podemos permanecer impasibles. Ayuntamientos, Organizaciones No Gubernamentales, entidades sin ánimo de lucro, Asociaciones... o simples particulares, nos están devolviendo la esperanza en que "OTRO MUNDO SOLIDARIO, MAS HUMANO... ¡ES POSIBLE!"
Tenemos que comprometernos en movimientos sociales y en la denuncia profética de toda injusticia e indiferencia. En lugar de ver como enemigos a quienes van a poner en peligro nuestra seguridad y estabilidad (¿?) en los movimiento migratorios, tanto de los refugiados que huyen de las guerras y del hambre, como quienes buscan una vida digna. Tenemos que tomar conciencia y ponernos en su piel: pensar que nuestros padres y abuelos han sufrido las mismas represiones que ellos; que podrían ser nuestros propios hermanos, hijos, nietos, padres o abuelos, quienes se vieran en tales circunstancias... y entonces ¡nos comeríamos el mundo, por ayudarlos!".
Los gobiernos deberían considerar el potencial que supone su aportación para crear riqueza en el mundo, fomentar, con el dinero de la corrupción y el despilfarro de los poderosos, la creación de un entramado de empresas que les permita desarrollar un trabajo adecuado a sus capacidades, en la enseñanza, en la sanidad, en la investigación, en el cultivo de los campos, la distribución de alimentos, cuidado de enfermos, facilitando sus aprendizajes y adaptación a los países de acogida... Hay miles de fórmulas por encontrar encaminadas a una auténtica revolución cultural. Pero para eso se necesita cambiar el actual sistema, que permite el enriquecimiento de unos pocos, la obtención de beneficios a costa de bajos salarios, de contrataciones en precario... la explotación del ser humano.
¡Es tarea de todos!